miércoles, 8 de febrero de 2017

La tercera ley de Newton



Aunque un representante de la organización “Europa laica” intento el domingo poner en evidencia la obra del Padre Ángel, en el programa de Risto Mejide, los datos son claros en los últimos tiempos.
Los sistemas de protección social públicos ya no son capaces de atender la demanda social ante la crisis. Su hueco debe ser cubierto por las redes de autoayuda, la solidaridad familiar y vecinal, las ONG que trabajan en este campo y Caritas. En este último caso se han entrecruzado en los últimos meses dos declaraciones espeluznantes.

Silverio Agea, secretario general de Caritas explicaba en su día como las ayudas personales realizadas por la organización habían aumentado en los últimos dos años en un 40%, con especial incidencia en las ayudas alimenticias a familias de recursos limitados o sin ellos. Un hecho, el de gente acudiendo a los comedores sociales o a las parroquias a por leche, arroz o patatas, inédito en la España de la democracia. Solo en el último primer semestre del pasado año, un total de 100.471 personas fueron atendidas por Cáritas, un 70% de todas las ayudas prestadas por organizaciones no gubernamentales en el mismo periodo, lo que coloca a la iglesia, como primera organización de ayuda social no pública.

La panoplia de áreas donde se ha prestado apoyo es desgraciadamente muy amplia. Los problemas familiares no solo afectan a la dificultad para comprar comida, que debería ser el primer gasto en prioridad, con lo que cuando se pide es que ya no hay ningún recurso. Ahora las familias se enfrentan a graves dificultades para afrontar otro tipo de gastos muy perentorios a los que caritas ayuda a hacer frente, como impago de hipotecas, desahucios, impago de recibos básicos (agua, luz, alquiler, electricidad) e incapacidad de pagar los llamados gastos diferidos.
Y es que hay un problema social de gran envergadura, en parte de tipo cultural, y en parte provocados por las instituciones, las mismas que ahora, al no poder apechugar con sus secuelas, derivan el marrón a la iglesia y a las ONG.
Lo cierto es que nuestro país, instituciones al frente, han consolidado y fomentado un modelo productivo basado en el consumo interno, la precarización laboral (luego el ahorro bajo) y la baja inversión, favoreciendo una insólita emigración de talentos y un recorte (de facto) de derechos laborales que deja a las familias en una skituación de tremenda debilidad.
Resumen, algunas familias a las que el banco las tienes cogidas por el escroto, gastan el día 1 de cada mes todo su salario, el día 1 repito, en pagar hipotecas, letras de coche y cargos de recibos. El 2 están en la puerta de Cáritas pidiendo manutención, el resto del mes, trabajando para malvivir.
Aun así hay gente que no perdona el móvil y esta en lista de espera para hacerse un tatuaje, o tira sin conocimiento de visa, pero es otro tema, y no generalizable.
Hay quien crítica a las ONG, pero mejor haría en criticar un sistema que ha transformado a los seres humanos en objetos y a los trabajadores de piezas de fácil reposición.

Os hablaba al principio de dos declaraciones espeluznantes. ¿La segunda?, la de cierto obispo de nuestro país. Derivar dinero de la iglesia a Cáritas, desde el fondo inter diocesano en tan solo un 1%, me parece un pelin insuficiente, comparándolo con otros gastos que la iglesia hace y la situación de emergencia que vivimos (un dato, solo el 36% del dinero de Cáritas procede de la iglesia o del estado, el resto son donaciones particulares).
Tener que recordar a los curas que sean sensibles ante esta marea humana de desfavorecidos es tanto como decir públicamente que no son solidarios normalmente, o reconocer a los cuatro vientos que son lerdos y no se enteran de como esta el patio. Y no haber hecho nada hasta ahora me parece anti evangélico. Y criticar, así en genérico, al clero, parece, como toda generalización, injusto
Quizá la iglesia, junto a su labor asistencial, debería haberse enfrentado a una sociedad que ha permitido esto, a un sistema financiero que esta en la causa de este desastre, y a unos partidos que gestionan las instituciones ciegos a estos dramas humanos.

Ahora hay que afrontar un mundo donde es preciso dar ayuda psicológica a muchas familias, entregar comida, crear medios para preparar a decenas de personas sin cualificación, por lo que nunca podrán salir de la miseria, y ayudar a decenas de inmigrantes a volver a su país, con el rabo entre las patas, porque su sueño de una vida mejor se esfumó por los soplidos de cuatro ladrones.
No me quejo de tantos voluntarios, grupos diocesanos, ong y gentes honradas que se dejan la vida en ayudar a los demás. Me quejo de una iglesia oficial que calla, baja la cabeza y no lucha, salvo cuando la tocan sus rutinas.
Para mover en autobús a media España hasta Madrid para protestar contra la exclusión de la asignatura de religión o despedir profesores de esa área si hay dinero, para defender cada día a los pobres, comprar metadona, ayudar a las madres solteras, y plantar cara al poder cuando nos lleva al desolladero no.
Los que trabajamos como voluntarios en Cáritas no necesitamos palabras que reconforten ahora que las familias, las vidas y las casas se rompen, lo que necesitamos es un liderazgo moral y efectivo para modificar las relaciones sociales y económicas, para sanear una política asquerosa que solo sirve a los intereses de cuatro traga panes.
O eso, o ante tan fuerza como se ejerce sobre el pueblo, este termine ejerciendo otra igual y de sentido contrario, como descubrió Newton, y entonces a alguno le va a caer encima, más que una manzana, el peso del cielo.


Imagen DPU Madrid

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