lunes, 27 de febrero de 2017

Y tú, ¿quién eres?



Cabeza ladeada, gesto intimidatorio, mirada aparcada en el rabillo y labios entreabiertos, con el dedo en el gatillo.
Poco más basta, salvo mentar el camino al duodeno, para hacer saber a alguien que nunca debió cruzar el Mississipi. Para completar el desolador paisaje, la cara del archifamoso Federico Trillo, con una mirada de esas que se quedan a medio camino entre la desolación y el pavor ante lo que espera le caiga encima.

La foto forma parte de una convención popular y resulta intemporal, más que nada por esa capacidad de Rajoy de vivir ajeno al tiempo, con ese aire de desaliñada indiferencia y esa capacidad, al mismo tiempo, de decirlo todo en una frase confusa, en un comentario críptico o, como es el caso, con tan solo un balanceo y una mirada de soslayo.
Muchas veces los partidos, y sus dirigentes no caen en la cuenta que sus mensajes no siempre son verbales, y que las sociedades modernas, la nuestra por ejemplo, saben leer entre líneas, y hasta en los cantos de las páginas.

Que un presidente de un partido en una reunión de alto nivel acoja así a un compañero, de alto rango, aclamado por sus bases, y triunfador electoral, ministro, ex presidente del congreso y embajador en Londres por designio del amado líder, no deja de resultar desconcertante.
Bien es sabido que el rechazado por tamaña mirada de desprecio, Federico Trillo, es uno de los hombres más denostados por la opinión pública, y no solo por su lamentable gestión del accidente del Yak 42, y su recalcitrante incapacidad de ofrecer una disculpa. Si no también por ser signo de esa pasada etapa aznariana de reafirmación nacionalista y acciones de fuerza en Afganistán o en la Isla Perejil, a donde el muchacho mando a nuestros infantes de marina (con viento de levante, como el dijo), para echar de un islote a cuatro gendarmes marroquíes desarrapados, al tiempo que no era capaz de hacer lo propio con los verdugos de los saharauis, antaño españoles.
Y claro, esas cosas incomodan, quedan mal. A simple vista la solución es sencilla, en lugar de hacerle el feo al chico, casi que mejor no dejarle ser candidato, despacharle a Inglaterra  y limpiar la casa.
Pero, presunciones de inocencia aparte, la cuestión parece un poco más compleja. El repudiado fue una garantía de victoria electoral, y ante eso, no hay responsabilidad ni ética que valga.
Ante tamaño cúmulo de incomprensibles y contradictorias circunstancias, y partiendo de lo repudiable de una acción que, pasados los años, el gobierno ha asumido como un error, y el “infame” ministro no, se me ocurren tres preguntas.

¿Como el simple hecho de acusarte de algo y ponerte pingando es suficiente motivo para aumentar tu tirón electoral y el número de tus seguidores. Porque dado que los estudiantes de Valencia suelen dar en clase en barracones (no todos, claro), el partido tiene más gente en la picota que en su congreso y las infraestructuras y el endeudamiento van de aquella manera, no se me ocurre otro motivo para votarle. Claro que a los españoles nos va la marcha, y eso de ponerte de parte del débil y ayudar a las victimas de persecuciones políticas, como Ruiz Mateos o Conde, nos va mucho.

Ante las graves acusaciones sobre un político al que la prensa y la calle machaca sin piedad ¿Como es que la justicia no ha actuado ya, para limpiar su nombre y el de las instituciones que representa, o para quietarle de en medio, y evitar que un presunto mal gestor gobierne?. Ya sabemos que la justicia es lenta, pero en este caso es irresponsable, y no estaría de más pedir explicaciones a los jueces encargados del tema, como se deberían haber pedido a los que alargan causas y causas, entre filtraciones de la UDEF, y permiten que haya cientos de presos preventivos en nuestro país (que no es el caso de Urdangarin).

Y finalmente, si Rajoy mira tan mal a Trillo, si tanto le desprecia públicamente, hasta el punto de permitir que su sucesora en el cargo encabece el mea culpa del gobierno, ¿Que debemos entender los votantes, que ganar el gobierno es más importante que la ética política?. Porque, si Trillo es inocente, la actitud de Rajoy es despreciable, pero si es culpable, ¿Que pinta Trillo en un cargo público?, el que sea.


Imagen ABC

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