Es una
historia sencilla, pero intensa. La conocí en uno de esos canales ocultos de la
deep tdt mientras cenaba frente al televisor. Se contaba la historia de una
joven mejicana de 27 años, Eufrosina Cruz Mendoza.
No solo por
ella, sino por toda su comunidad zapoteca, Eufrosina se empeño en no ser una
mujer más, marginada, vendida por su padre y condenada a ser una animal
servicial a su marido. Se empeño en que en el 90% de las comunidades del estado
la mujer deje de ser una palabra inexistente. Para luchar contra tradiciones
que esconden muchos intereses y monumentales injusticias y discriminaciones,
Eufrosina se empeño en el pasado otoño en ser alcalde su pueblo, Santa María
Quiegolani, un pueblo cortado a la medida de los hombres. La amenazaron,
tiraron a la basura sus papeletas y amedrentaron a sus votantes, así que salio
elegido un hombre. Pero ella tiene muchos ovarios, y muchas ilusiones para
darse por vencida.
Hoy su
lucha ha unido a las mujeres e incluso a hombres de muchos municipios en su
lucha contra la pobreza y la desigualdad, hasta convertirse su ejemplo en el
motor de ejemplos similares en otros Estados.
De momento
ha conseguido la visita a su pueblo del gobernador del estado, Ulises Ruiz, a
quien exigió el respeto a la igualdad, y una iniciativa legislativa impulsada
por la diputada del PRI Sofía Castro, para conseguir el respeto a las mujeres y
la lucha por la igualdad.
Ella es hoy
el símbolo de la llamada revolución de los alcatraces, nombre de una flor local
símbolo de lo de las mujeres indígenas de Quiegolani.
Desde que
tenia diez años, trabajaba de sol a sol recogiendo maíz, para por la noche
estudiar, aprender y saber defender sus derechos. Con once aprendió español y
consiguió una beca, que acompañada de las clases que daba le permitió concluir
una carrera universitaria. Hoy dedica todo eso a luchar por mujeres condenadas
a trabajar de continuo, tener hijos sin cuento, verlos morir cada año y a los
que viven, verlos atados a la pobreza.
Ha
levantado una cooperativa, ayuda a las mujeres a leer y escribir, realiza sus
trámites y las asesora, ha puesto en marcha programas de salud para ellas…. Y
mira a su espalda continuamente, para evitar acabar como Lupita Ávila,
asesinada tras ser elegida alcaldesa de Yolomecatl, en la costa oaxaqueña.
Su historia
me ha llenado de emoción. No solo por la realidad que vive, por ser mujer, sino
porque es el ejemplo de una comunidad, que amenazada, ha sabido unirse, plantar
cara a su enemigo, superar la muerte de algunos de sus miembros, y no ceder, y
no dividirse, y no traicionarse. Que distinto al triste espectáculo que damos
en España ante cualquier amenaza. Aquí los gobernantes y los líderes
sacan las navajas y las clavan por la espalda, pero al enemigo, sino a los que
como ellos, están en el punto de mira del verdugo.
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