Lucia
Iribel, una rider vizcaina se prepara un día cualquiera de verano para poner en
marcha un curso de surf solo para niñas, en la mítica playa de Mundaka. A pocos
centenares de kilómetros la mítica playa de
“Los Locos”, en Suances, es escenario de una escena parecida, bajo la
atenta mirada de otros monitores.
Es un buen
ejemplo del papel creciente de las chicas en muchos ámbitos de la vida, en este
caso el del surf. No están aun muy lejanos los tiempos en los que en las playas
del Cantábrico, como en muchos otros sitios, las mujeres eran poco más que un
elemento decorativo. Indispensable, pero decorativo. Los chicos arribaban a la
playa con su mochila, su toalla, su tabla y su chica. Y, en el mejor de los
casos, la exhibición que algunos daban sobre las olas, tenia como destino más
que los puntos, un arenal plagado de chicas. Y es que ese mundo idílico del
surf ha sido toda la vida muy masculino y muy conservador, con sus reglas, sus
ritos y sus tradiciones. Pero se acabó.
Pioneras
como las hermanas Solar, nuevos tiempos y nuevos hombres, han abierto la
escotilla del cambio, pero sobre todo la televisión. El cliché de chica
liberada, y la estética de pelo mojado y bikini encogido ha causado furor entre
el personal desde que series como la recordada Blue Water High mostraran la
belleza del surf femenino, las consecuencias sociales de su practica y el
creciente papel de la mujer.
Y es que
hasta hace poco, la masculinidad de las olas se daba por sobre entendida.
Cargar con una pesada tabla, manejarla entre olas y evitar que estas te
engulleran parecía ser privilegio de hombres aguerridos, aventureros e
indomables. Pero hete aquí que la realidad es tozuda en este aspecto. Somos
mejores. Más flexibles, más metódicas y más rápidas en el aprendizaje. O eso se
deduce de una encuesta de la revista 3sesenta entre instructores californianos
y del Cantábrico.
Y no hay
más que echar un vistazo a esa pléyade de escuelas y chiringuitos que pueblan
la costa y que este verano volverán a reabrir, con crisis o sin ella, o la
espaecial sensibilidad hacia las mujeres que se percibe en los planes de muchos
municipios cantábricos que están declarando sus costas reservas del surf, como
Liencres, Suances o Ribamontan al Mar
Un ejemplo
de esto es Barrika Surf Kamp. Barrika es un huequecito en las arenas de
Vizcaya, cerca de Bilbao, donde Lurta Nicolás instruye a todo aquel que quiera
enamorarse del mar y aprender a mecerse entre su espuma. Lurta, que ha
organizado estos años el prestigioso Roxy Girls Camp un campamento que
patrocina esta famosa marca, imparte casi todo el año cursos. En los últimos
dos, el ochenta por ciento de los inscritos son mujeres, de entre 10 y 40 años.
Una muestra de la fiebre por igualarse a los hombres, y de lucir palmito, dar
la nota, dejarse ver y no aburrirse en la obligada (socialmente) visita a la
playa.
Pero lo más
curioso es que Lurta aporta un dato para pasar por el morro a los chicos: “Lo
que un hombre aprende en quince días, una mujer lo hace en tres”. Ahí queda
eso.
Lo malo del
tema es el mensaje subliminal, cosa que muy bien ha visto Maider Eguskiza,
publicista de Roxy y Quicksilver. Que las chicas aprendan y valoren el surf, no
es solo un tema cultural, sino mercantil. La extensión de la imagen de la chica
guay, de pelo mojado y sobaco con tabla esconde la intención de los medios y
las marcas de crear un mercado, que las cosas no son tan espontáneas como
parecen. De ahí que las grandes casas se hallan lanzado sobre los nuevos iconos
de la modernidad playera, campeonas hasta ahora olvidadas como Daida Ruano son
cortejadas por las grandes marcas, las cuales crean equipos de chicas con
importantes inversiones, al tiempo que playas como Biarritz, Tarifa o Zarautz
están sembradas de banderolas, un día si y otro también, existiendo ya una
docena de escuelas oficiales repartidas por todo el Cantábrico, Cádiz y Tarifa,
y dos surf camp en el País Vasco.
Maider
Eguskiza lo explica, en ese sentido, divinamente, “Queremos mostrar el surf
como una forma de entender la vida entre las mujeres, como lo ha sido para los
hombres”. Entender la vida y entender el negocio, claro, que si no no se
entiende las millonarias inversiones de las grandes marcas para lograr material
deportivo más acorde a la fisonomía femenina y su estética. O la edición de
lujosos libros, poco rentables, como el de Natalie Linden, que se esfuerza en
mostrar este deporte en clave femenina, como un si fuera un Vogue pasado por
agua.
Ahora nos
muestran a niñas como Estitxu Estremo, Miriam Imaz o Erika Franco como las
madame Curie del surf, intentando convencernos de las virtudes de la vida sana
y libre de las playas.
Ya veis
toda la vida disfrutando de Galizano, Muskiz, Tapia de Casariego o los Locos, y no sabíais
que éramos libres. Menos mal que el mercado esta para eso, para mostrarnos lo
evidente y hacernos comprar lo que ya teníamos.
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