Nos trasladamos al final del reinado de Fernando VII. En plenas revoluciones liberales europeas, la muerte del rey, y el legado de su reino a su única hija, la futura Isabel II, destapa el enfrentamiento entre el rey y los sectores más conservadores de la sociedad, aquellos que le habían llevado al poder en el Manifiesto de los Persas, y que se encuentran desencantados con su labor, y su despotismo. Como siempre recuerda que este es un modelo que tú puedes variar y redactar según tu entendimiento del tema, siempre que sigas este criterio general de redacción del contenido
1. Sitúa el texto en
el final del reinado de Fernando VII
2. La diferencia entre
realistas puros y absolutistas fernandinos
3. La ley Sálica y las
otras causas de enfrentamientos entre los dos bandos
4. El concepto de
carlismo
Durante los últimos años de vida de Fernando VII se planteó
el problema de sucesión al trono. Según las normas vigentes que regulaban la
sucesión al trono español contenidos en la Ley Sálica aprobada por
Felipe V en 1713 (la corona sólo podía transmitirse entre varones y las mujeres
sólo accederían al trono en caso de faltar un heredero varón por vía directa o
colateral), el heredero al trono sería el infante Carlos María Isidro (hermano
del rey) . Sin embargo, en 1830 y ante la perspectiva del nacimiento de su
hija, Fernando VII deroga esta ley y pone en vigor la Pragmática Sanción
aprobada, aunque no puesta en vigor, por las Cortes españolas de 1789
presididas por Carlos IV.
Al nacer la primera hija de Fernando VII, la princesa Isabel,
se convertía en la heredera al trono y el infante don Carlos se queda sin
opciones.
Inmediatamente comienzan las protestas del infante don
Carlos apoyado por grupos ultrarrealistas y antiliberales. Ante estas protestas
Fernando VII obliga a su hermano a marchar a Portugal, destituye del ejército a
los fieles a Carlos y concede una amnistía para todos los liberales, buscando
así apoyos políticos para su hija.
El problema estalla en una situación muy concreta, las
revoluciones de 1830 que aíslan al gobierno de Fernando, los problemas
económicos acrecentados con la pérdida de América y el enfrentamiento con un
sector de los realistas, defraudados por la actitud de un rey que no se
comportó acorde a lo solicitado en el manifiesto de los Persas, que le había llevado
al trono.
Son precisamente estos últimos los que constituyen un
movimiento de apoyo a don Carlos conocido como carlismo (cuyo lema será “Dios,
Patria, Fueros y Rey”) con una ideología y programa político que se irá
concretando en oposición a la ideología liberal y cuyas características básicas
serán:
-Defensa de la monarquía absoluta de origen divino y de los
privilegios sociales estamentales.
-Defensa de los intereses de la Iglesia (no a la libertad
religiosa liberal y las desamortizaciones)
-Defensa de los fueros vascos y navarros amenazados por el
centralismo liberal.
-Oposición a cualquier reforma.
-Fidelidad a la “patria” entendida como un conjunto de
tradiciones, normas, costumbres y creencias recibidas de los antepasados.
A la muerte de Fernando VII en 1833, don Carlos reclamó el
trono frente a su sobrina Isabel (Manifiesto de Abrantes), dando comienzo una
guerra civil que no solo fue un conflicto sucesorio, sino un enfrentamiento por
intereses políticos e ideológicos completamente opuestos . El bando isabelino
recibió el apoyo de los liberales, las clases altas y medias urbanas, los altos
mandos del ejército, la jerarquía eclesiástica y la alta nobleza. El infante
don Carlos fue apoyado por todos aquellos que veían con temor la posibilidad de
una victoria liberal y de unas reformas que amenazaban sus intereses: baja
nobleza rural parte del bajo clero, los oficiales más reaccionarios del
ejército y pequeños campesinos propietarios.
Entre 1833 y 1839 se desarrolla la primera guerra entre
carlistas e isabelinos, fieles a la regencia de Mª Cristina, madre de Isabel
II. Si bien en la zona norte rural (País Vasco y Navarra) las tropas vascas
lograron controlar zonas discontinuas de territorio, la falta de apoyos en
otras zonas del país y en las ciudades inclinaron la balanza del lado isabelino
y mediante el Abrazo de Vergara (1839) y la huida de don Carlos a Francia
dieron la victoria a las tropas liberales de Isabel II, aun cuando las
hostilidades continuaron durante algunos meses más, se confirma el definitivo
triunfo del liberalismo frente al Antiguo Régimen.
Los conflictos carlistas se sucederán a lo largo del siglo
XIX, así entre 1849 y 1860 se producen diversas acciones guerrilleras en zonas
rurales de Cataluña, Aragón, Navarra y Guipúzcoa. La segunda guerra carlista se
desencadenó en 1872 (tras la rev. de 1868 y el exilio de Isabel II) y afectó a
buena parte del país. Su líder fue Carlos VII y sus lemas fundamentales la
defensa de la religión católica y de la legislación foral. La guerra termina en
1876 con la abolición de los fueros.
Imagen imagomundis y rtve
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