La reciente
sentencia del Tribunal Supremo (que se une a otras de tribunales superiores
como el de Navarra) que anula las clausulas suelo y establece la inmoralidad de
que los bancos sigan cobrando las hipotecas a sus clientes, incluso después de
haberles quitado las casas por impago, esta permitiendo seguir echando lodo
sobre un sistema financiero que, hasta hace pocos años parecía extremadamente
sólido, y que en la práctica no lo es tanto.
La
sentencia está abriendo el camino a la actuación de los jueces de oficio ante
este tipo de contrato y abre la via a nuevas sentencias (en suspenso) de otros
tribunales, y pone en cuestión la resistencia del gobierno y ciertos actores
financieros a admitir la doctrina de la dación en pago. Una visión alternativa
de la ley hipotecaria española, que permitiría que si un usuario no puede pagar
la hipoteca que solicitó, pueda resolver el crédito devolviendo el bien.
La
sentencia se añade, además, a reiteradas peticiones de IU y UPyD en los últimos
años, para que una reforma de la ley hipotecaria española contemple esta
posibilidad, ya vigente en países como Estados Unidos, y que impediría la
anomalía, y la inmoralidad de que ciudadanos españoles, tras varios años
pagando una hipoteca, pierdan su casa por la imposibilidad de seguir pagándola,
y aun así, el banco tenga derecho a embargarles otros bienes.
La raíz de
este problema, de esta situación tan abusiva, arranca del hecho de la
sobrevaloración de las casas en el momento de pedir el crédito, con lo que
luego al subastarlas por impago, nunca se pueda alcanzar en el mercado su valor
oficial. De otro punto, la actual ley permite al banco o caja subastar la
propiedad, y quedarse con ella por un 50% de su valor, si en la primera subasta
no hay comprador. De esta forma, el banco aduce que solo ha recuperado la mitad
del valor de lo prestado y puede seguir exigiendo el pago al deudor, cuando en
realidad tiene el bien entero.
El hecho,
ya de por si grave, ahonda en las sospechas sobre un sector financiero lleno de
irregularidades, en connivencia con un gobierno que parece tener poco claro el
terreno que pisa.
Precisamente
estas irregularidades de las que hablamos, sobre tasaciones de las casas y
millones invertidos en activos irrecuperables, están detrás del temido
hundimiento del sector, y muy especialmente de las cajas de ahorros. Estas
entidades, cuya raíz se encuentra en los Montes de Piedad de fines del siglo
XVIII, se habían constituido como entidades financieras de tipo fundación por
el estatuto de cajas de 1933, en el que Largo Caballero había defendido la
necesidad de crear entidades de ahorro no financieras (prestaban sobre el valor
de sus depósitos solamente), acordes para la defensa de los intereses de
familias, PYMES y particulares, sin estar sometidos a los dictados del mercado
y sus riesgos como los bancos. Bajo el control del gobierno y con importantes
beneficios fiscales, las cajas subsistieron hasta que la reforma de Fuentes
Quintana de 1977 las convirtió en cajas (sin someterse a las reglas del
mercado) pero con todos los servicios (y los riesgos) de un banco.
Su
politización, y su falta de sometimiento a las reglas de la economía real,
hicieron que los gestores, polñiticos y gente poco profesional, asumieran
operaciones inmobiliarias inauditas. Fruto de ello, y de la presión de los
agentes internacionales ante la inminencia de su caída, el gobierno puso en
marcha, hace un año, un paquete de medidas que incluía la reducción de su número (vía SIP -sistema institucional de protección, basado en la asociación de varias cajas que se apoyan y ayudan mutuamente, la llamada fusión fría- ,
fusiones o absorciones), y un fondo de capitalización (el fondo de
reestructuración ordenada bancaria, FROB) que pretendía prestar a las cajas el
dinero necesario para atender a sus obligaciones financieras, dado que parte de
su capital había desaparecido en sus aventuras inmobiliarias (parte de los
ahorros de sus clientes habían sido prestados para la compra de viviendas que
ahora valían menos, para construirlas pero al no venderlas no se recuperaba el
dinero, o en créditos a personas en la ruina e inembargables, por ejemplo).
Un año
después, el gobierno toma conciencia de que ese conjunto de medidas es
insuficiente, ante la magnitud del agujero económico de estas entidades y da un
segundo paso. Pide a las cajas que busquen dinero privado donde quieran, pero
que deben alcanzar unos ratios de solvencia del 8% en bancos y de más del 9% en
cajas, y si no lo consiguen, el estado intervendrá, nacionalizando las cajas,
hasta sanearlas.
Lo primero,
¿porque si los test de stres han sido tan positivos como decía Salgado, ahora
sobreviene esta urgencia por capitalizar el sistema?.
Segundo,
¿si el tratado de Basilea impone la obligación en toda la UE de exigir a las entidades
ratios de solvencia del 8% para el 2014, en España vemos acuciante hacerlo en
seis meses, así, de golpe?.
Tercero, si
el gobierno decide nacionalizar algunas cajas, y limpiarlas de activos tóxicos
(créditos irrecuperables, para entendernos) con dinero de todos, luego se van a
privatizar otra vez a precio de ganga, porque ese interés en vender los bienes
del estado a precio de saldo?
Cuarto, ¿no
hay culpables?. ¿No se van a exigir responsabilidades y penar acciones?, porque
cuando un particular incumple sus compromisos, por ejemplo un padre de familia
no paga la hipoteca, la ley cae sobre él implacablemente.
Quinto, a
la vista del paño, la Caixa
decide convertirse en banco. Saca del baúl de los recuerdos su marca bancaria,
la transfiere sus activos financieros y le deja la morralla a Criteria, con lo
que mejora balances en cinco minutos y se salva de la quema, ¿nos van a decir
que toda esa operación financiera se ha montado en un fin de semana?. ¿Cuantos
meses llevaban los de la Caixa
preparando esta operación?, y en ese caso, ¿quien les puso sobre aviso?. En
otras palabras, ¿cuantas cosas no nos han dicho a los ciudadanos, pero a las
caja y bancos si, del desaguisado de nuestro sistema?.
Claro, los
bancos, bien respaldados, no solo no han entonado el "mea culpa", si
no que han pasado a la acción. A nivel internacional se han unido en el foro de
Davos para solicitar menos regulaciones y menos intervención, algo que han
encontrado con Trump, pero no menos ayuda. A nivel nacional, los bancos y cajas
han crucificado a los jueces de los que hablábamos en principio, advirtiéndoles
de que por ese camino de proteger al débil, habrá consecuencias, por ejemplo
hipotecas más caras, y más riesgo de ruina bancaria. ¿Y ahora que?.
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