viernes, 31 de marzo de 2017

Mujeres que educan



La llamaremos Marta, aunque ese no sea su nombre. Quiso ser maestra, siempre lo quiso ser. Estudio un grado, y un máster, y otro y un título de inglés y todavía más. Es la maldición de un universitario, un estudio infinito. Anoche se acostó a las tantas, como tantos días . La plancha, ayudar a los niños con sus tareas, hacer la comida de hoy, corregir, preparar las clases, atender correos, registrar todo en la plataforma del colegio, lo que te pidan, y siempre algo más.


Aún no ha acabado el día. Cae la luz, los niños dejan el colegio, las aulas se cierran, pero la luz de su clase sigue encendida. Atiende a unos padres, desorientados con sus hijos, en la hora en que los suyos esperan a su madre. Dos clases más allá Ana prepara todo para mañana volver a encender la ilusión. Para algunos son simples maestros. Gente ociosa siempre de vacaciones y de profesión tiranos, que viven a costa de la ingenuidad de sus subordinados. Pero son los que hacen lo que nosotros no siempre sabemos hacer, educar a nuestros hijos. Son los que cada día encienden la luz de sus corazones, apaciguan su inquietud y les ayudan a dibujar sus sueños. Y cuando cae la noche, siguen trabajando por ellos.

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