Hay algo
que hace en la vida más daño que la verdad, por dura que sea, y es la duda. A
falta de realidades, España es un país que lleva una larga temporada dando
tumbos, como un boxeador sonado, y solo se mantiene en pie por su imagen. Y en
ella mucho tienen que ver artistas y deportistas, a falta de otra profesión que
nos de lustre, y ya de paso, dinero.
La roja
levantando copas, Nadal colocando bolas, Lorenzo volando sobre dos ruedas o
Contador superando puertos han sido en estos meses el aliento de un país con
poco crédito, y el estimulo de un país muy herido en su ánimo. Y ahora resulta
que ya ni eso.
A las dudas
sobre los filetes que se come Contador, se ha unido el descrédito de una
numerosa cohorte de atletas, algunos tan insignes como la palentina Marta
Domínguez, sembrando la duda no solo sobre nuestros deportistas, sino sobre la
limpieza de esos triunfos que nos han dado fama, sobre nuestro carácter como
nación (de tramposos), sobre nuestros dirigentes, y no es por joder, pero
Zapatero es el ministro de deportes, e incluso sobre nuestro sistema de
control. Y todo es extensible a todo. Ya no solo es una cuestión de
deportistas. Si gestionamos bancos, empresas y administraciones igual que lo
hacemos con el deporte, nuestro mayor activo a día de hoy, no somos de fiar,
para invertir, para comprar deuda o para venir de vacaciones. Y conviene
recordar, llegados a este extremo, que una de las razones de perder el negocio
de Madrid 2016, fueron las dudas sobre nuestra manera de afrontar el problema
que ahora tenemos entre manos.
La
detención de la campeona palentina y otros tantos, no pasaría de la categoría
de incidente lamentable si no fuera porque los detenidos son muchos, porque no
es el primer deporte afectado, porque Domínguez es miembro de la Federación , porque
algunos médicos y entrenadores afectados lo eran ya en casos anteriores, caso
de Fuentes o estaban bajo sospecha hace tiempo, y nada se hizo, o porque muchos
deportistas habían ya comentado en alto la situación, y cabe la duda de que le
presidente Odriozola lo sabia y cayo, para no poner en riesgo la lluvia de
medallas y subvenciones que estas traían. Son muchos porqués, demasiados.
Llevando
más allá el tema, resulta sospechosa la exigencia de éxitos que en los últimos
años se ha impuesto al deporte español, único valor de marca de una España muy
depauperada, que ha pretendido así, a cualquier precio, mantener su posición de
imagen internacional. A cualquier precio. Solo así se entiende la fiebre de
nacionalizaciones que hemos sufrido, en deportes como futbol, atletismo,
natación o esquí, por citar unos pocos, y en algunos casos haciendo besar la
bandera a delincuentes confesos, que no vamos a hora a cebarnos con Juanito
Muller, el esquiador de origen alemán, sobre el que en su país se hacían
chistes drogodependientes y que acabo ganando dos medallas para España y
perdiéndolas al día siguiente por “fumao”.
En ese
hilo, las declaraciones del presidente de la española, explicando que “Yo pensé
que Pascua había cambiado de verdad”, resultan patéticas y prueba de una
criminalidad negligente. Ahora atamos cabos sobre el ninguneo a ciertos
atletas, como el maratoniano gallego Pedro Nimo, que ha reconocido que fue
apartado del grupo de los elegidos por Pascua y por la Federación , por no
integrase en los planes del entrenador, planes que solo eran programas de
mejora rápida en base al consumo de sustancias prohibidas. Y dejamos de atarlos
cuando nos enteramos que en 2004 la policía ya sabía todo esto, pero que tras
acumular pruebas en las operaciones Operaciones Mazas y Mamut, un juzgado no
permitió hacer una redada en condiciones. No sabemos aun porque.
Aquel
fracaso permitió extender y madurar la red, que importaba de Australia la
materia prima para fabricar Igf-1, la base de la hormona del crecimiento y
otras sustancias. El producto lo importaba un científico madrileño para sus
investigaciones sobre el Alzheimer y sobre la enfermedad cerebral de la ataxia,
pero gran parte del material nunca llegaba a los laboratorios de investigación,
sino que ese importante científico lo transformaba en las drogas que también a
él le hacían rico. Así nacía el Tito, el producto dopante que Pascua, Fuentes y
demás gentuza distribuían entre los atletas.
Una red y
un sistema de fabricación que solo era la punta del iceberg de un amplio
programa de mejora artificial de atletas, que machaco la salud de los que lo
usaron, y la carrera deportiva de los limpios, incapaces de disputar a esos
elegidos.
Pero lo
curioso, es que estamos hablando de un plan que nació en los años 80, con
Pascua, con Eufemiano Fuentes, con el hematólogo José Luis Merino Batres, y con
el médico argentino Guillermo Laich. Lo ha contado estos días el ex triplista
Ramón Cid, uno de los tentados por esta trama, y que prefirió en su momento
alejarse del tema, para no acabar como los atletas checos y búlgaros, el modelo
a seguir por Pascua. Como a otros, las trampas de la tribu de Pascua, le
dejaron fuera de los triunfos en su etapa de deportista, y después como
entrenador. Y todo ellos para estar ahora bajo sospecha, como todos.
Tras
aquellos años 80, en los que en voz baja todos hablaban de lo que se fraguaba,
llegaron las operaciones del año 2004, y luego la operación Puerto y luego la Grial , en la que cayo
Paquillo. Pero en medio todos veían como los atletas de ciertos entrenadores,
aquellos que apenas entrenaban, pero ganaban siempre, de vez en cuando desaparecían
y se iban a Marruecos, para volver excitados, con las venas como nabos y los
ojos como una rana. Y ante todo eso, el mirar a otro lado.
La
situación es tan grave que es exigible una limpieza exhaustiva que no solo
afecte a los deportistas, en forma de sanciones ejemplares de carácter
deportivo, sino a todo el entramado que tras ellos ha posibilitados durante
décadas esta situación, incluidos médicos, entrenadores y gestores. Porque la Federación no solo
tiene la misión de ir de cena y viaje con la selección, su trabajo es
construir, controlar y liderar, y si ha fallado en todo, su tiempo ha acabado.
En la
imagen Pascua, ese hombre que más que entrenador de éxito parece un pescador,
un pescador de hombres. Foto El País
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