viernes, 10 de marzo de 2017

La hydra del dopaje



Hay algo que hace en la vida más daño que la verdad, por dura que sea, y es la duda. A falta de realidades, España es un país que lleva una larga temporada dando tumbos, como un boxeador sonado, y solo se mantiene en pie por su imagen. Y en ella mucho tienen que ver artistas y deportistas, a falta de otra profesión que nos de lustre, y ya de paso, dinero.


La roja levantando copas, Nadal colocando bolas, Lorenzo volando sobre dos ruedas o Contador superando puertos han sido en estos meses el aliento de un país con poco crédito, y el estimulo de un país muy herido en su ánimo. Y ahora resulta que ya ni eso.

A las dudas sobre los filetes que se come Contador, se ha unido el descrédito de una numerosa cohorte de atletas, algunos tan insignes como la palentina Marta Domínguez, sembrando la duda no solo sobre nuestros deportistas, sino sobre la limpieza de esos triunfos que nos han dado fama, sobre nuestro carácter como nación (de tramposos), sobre nuestros dirigentes, y no es por joder, pero Zapatero es el ministro de deportes, e incluso sobre nuestro sistema de control. Y todo es extensible a todo. Ya no solo es una cuestión de deportistas. Si gestionamos bancos, empresas y administraciones igual que lo hacemos con el deporte, nuestro mayor activo a día de hoy, no somos de fiar, para invertir, para comprar deuda o para venir de vacaciones. Y conviene recordar, llegados a este extremo, que una de las razones de perder el negocio de Madrid 2016, fueron las dudas sobre nuestra manera de afrontar el problema que ahora tenemos entre manos.

La detención de la campeona palentina y otros tantos, no pasaría de la categoría de incidente lamentable si no fuera porque los detenidos son muchos, porque no es el primer deporte afectado, porque Domínguez es miembro de la Federación, porque algunos médicos y entrenadores afectados lo eran ya en casos anteriores, caso de Fuentes o estaban bajo sospecha hace tiempo, y nada se hizo, o porque muchos deportistas habían ya comentado en alto la situación, y cabe la duda de que le presidente Odriozola lo sabia y cayo, para no poner en riesgo la lluvia de medallas y subvenciones que estas traían. Son muchos porqués, demasiados.

Llevando más allá el tema, resulta sospechosa la exigencia de éxitos que en los últimos años se ha impuesto al deporte español, único valor de marca de una España muy depauperada, que ha pretendido así, a cualquier precio, mantener su posición de imagen internacional. A cualquier precio. Solo así se entiende la fiebre de nacionalizaciones que hemos sufrido, en deportes como futbol, atletismo, natación o esquí, por citar unos pocos, y en algunos casos haciendo besar la bandera a delincuentes confesos, que no vamos a hora a cebarnos con Juanito Muller, el esquiador de origen alemán, sobre el que en su país se hacían chistes drogodependientes y que acabo ganando dos medallas para España y perdiéndolas al día siguiente por “fumao”.

En ese hilo, las declaraciones del presidente de la española, explicando que “Yo pensé que Pascua había cambiado de verdad”, resultan patéticas y prueba de una criminalidad negligente. Ahora atamos cabos sobre el ninguneo a ciertos atletas, como el maratoniano gallego Pedro Nimo, que ha reconocido que fue apartado del grupo de los elegidos por Pascua y por la Federación, por no integrase en los planes del entrenador, planes que solo eran programas de mejora rápida en base al consumo de sustancias prohibidas. Y dejamos de atarlos cuando nos enteramos que en 2004 la policía ya sabía todo esto, pero que tras acumular pruebas en las operaciones Operaciones Mazas y Mamut, un juzgado no permitió hacer una redada en condiciones. No sabemos aun porque.

Aquel fracaso permitió extender y madurar la red, que importaba de Australia la materia prima para fabricar Igf-1, la base de la hormona del crecimiento y otras sustancias. El producto lo importaba un científico madrileño para sus investigaciones sobre el Alzheimer y sobre la enfermedad cerebral de la ataxia, pero gran parte del material nunca llegaba a los laboratorios de investigación, sino que ese importante científico lo transformaba en las drogas que también a él le hacían rico. Así nacía el Tito, el producto dopante que Pascua, Fuentes y demás gentuza distribuían entre los atletas.

Una red y un sistema de fabricación que solo era la punta del iceberg de un amplio programa de mejora artificial de atletas, que machaco la salud de los que lo usaron, y la carrera deportiva de los limpios, incapaces de disputar a esos elegidos.

Pero lo curioso, es que estamos hablando de un plan que nació en los años 80, con Pascua, con Eufemiano Fuentes, con el hematólogo José Luis Merino Batres, y con el médico argentino Guillermo Laich. Lo ha contado estos días el ex triplista Ramón Cid, uno de los tentados por esta trama, y que prefirió en su momento alejarse del tema, para no acabar como los atletas checos y búlgaros, el modelo a seguir por Pascua. Como a otros, las trampas de la tribu de Pascua, le dejaron fuera de los triunfos en su etapa de deportista, y después como entrenador. Y todo ellos para estar ahora bajo sospecha, como todos.

Tras aquellos años 80, en los que en voz baja todos hablaban de lo que se fraguaba, llegaron las operaciones del año 2004, y luego la operación Puerto y luego la Grial, en la que cayo Paquillo. Pero en medio todos veían como los atletas de ciertos entrenadores, aquellos que apenas entrenaban, pero ganaban siempre, de vez en cuando desaparecían y se iban a Marruecos, para volver excitados, con las venas como nabos y los ojos como una rana. Y ante todo eso, el mirar a otro lado.

La situación es tan grave que es exigible una limpieza exhaustiva que no solo afecte a los deportistas, en forma de sanciones ejemplares de carácter deportivo, sino a todo el entramado que tras ellos ha posibilitados durante décadas esta situación, incluidos médicos, entrenadores y gestores. Porque la Federación no solo tiene la misión de ir de cena y viaje con la selección, su trabajo es construir, controlar y liderar, y si ha fallado en todo, su tiempo ha acabado.


En la imagen Pascua, ese hombre que más que entrenador de éxito parece un pescador, un pescador de hombres. Foto El País




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