Económicamente
hablando, la semana nos ha traído la crónica de una muerte anunciada, como se
suele decir en estos casos, la de la libertad de los gestores de Nueva Rumasa,
los hijos de Ruiz Mateos, amenazados en el juicio que se sigue contra ellos con
un rato largo de cárcel.
Lo cierto
es que los últimos años han sido una carrera contra reloj entre las autoridades
españolas y el grupo, empeñado en escurrir a cada paso que los distintos
ministros de economía daban para estrechar el cerco sobre la familia del
empresario jerezano.
Era obvio,
desde años antes de que desmontase este tinglado empresarial, que las fuentes
de financiación de Nueva Rumasa, ofrecían a sus bonistas rentabilidades
imposibles. Tan obvio como que los fondos recaudados no se correspondían con
adquisiciones por igual importe, con lo que el grupo estaba recaudando dinero
para tapar deudas, en un ejercicio piramidal, al más puro estilo Madoff.
Con cada
emisión de pagares y deuda, el grupo recaudaba fondos para devolver deudas
anteriores y compromisos de pago, volviendo luego a endeudarse, para devolver
los pagares anteriores. Pero ni eso había sido útil en los últimos 12 meses, en
los que Rumasa dejo de pagar las cotizaciones a la seguridad social.
Ya en marzo
del 2009 saltaron las primeras alarmas, cuando los analistas comprobaron que
las emisiones de pagarés de Nueva Rumasa, profusamente anunciados en televisión
no solo se ofrecían y colocaban a inversores privados (atraídos por el enorme
interés), si no a proveedores, que estaba cobrando con títulos de deuda.
Amparado en
una campaña publicitaria agresiva y que se dejaba enormes sumas de dinero en
anuncios en la prensa a doble página, la familia Ruiz Mateos ofrecía pagarés
empresariales con un importe mínimo por inversor de 50.000 euros, con
rentabilidades de hasta el 10%. Para ello, la campaña publicitaria presentaba a
Nueva Rumasa como uno de los grupos empresariales más importantes de España con
una valoración patrimonial de más de 3.000 millones en compañías líderes de sus
mercados (Clesa, Garvey, Hibramer, Cacaolat...).
Pero ya
entonces algo resultaba sospechoso. La rentabilidad ofrecida era alta,
especialmente en una época, estos dos últimos años, en los que, en plena crisis
bursátil y bancaria, no había alternativas de semejante calado. El problema se
encontraba en averiguar la solvencia de la compañía emisora, dado que al no
cotizar en bolsa no esta obligada a publicar sus resultados. El riesgo se
completaba con el hecho de que los pagarés no se acepten en un mercado
secundario (no cotizan en bolsa, por lo que de venderlos debía ser mediante
operación privada y buscando el vendedor a quien quisiera comprarlos. Todos
estos hechos habían llevado a la compañía a un primer enfrentamiento con la CNMV , a fines de 2009, que
sospechaba de la viabilidad de esta operación financiera.
Una segunda
sospecha radicaba en la forma de informar a los inversores. Ante la petición de
información sobre el grupo, el vicepresidente de Nueva Rumasa habia asegurado
que las inversiones estaban respaldadas por empresas tangibles y de mucho
futuro, que ofrecían al inversor toda la información que este requiriese, como
datos de auditoría, informes, memoria del grupo, etc. Pero eso tampoco era
cierto, pues en la practica la información que daba era sólo de la empresa
sobre la que recaían los pagarés, en muchos casos Carcesa (que comercializa la
marca Apis y zumos Fruco), cuando su patrimonio no era suficiente para cubrir
esas emisiones.
Sin
embargo, el grupo disipó dudas hasta hace un año, tirando de los datos de un
imperio que pretendía reconstruir la antigua Rumasa, expropiada en 1982, y que
en 2010 ya contaba, otra vez, con 107 empresas y más de 10.000 empleados. Una
amalgama empresarial que crecía con la incorporación continua de nuevas
empresa, a costa de aplazar pagos a los proveedores en periodos incluso
superiores a un año, renegociando continuamente las deudas, y bajo la
estructura de un grupo de empresas que, al no ser un 'holding' propiamente
dicho, nunca se ha sabido que estrategia comercial sigue, y si esta es común a
cada dirección financiera.
De hecho,
en todos estos años presumiendo de Nueva Rumasa, una sencilla investigación
demuestra que no existe un holding o empresa con tal nombre, ni siquiera una
página web del grupo. Nueva Rumasa sólo existe por las noticias que se dan de
ella, quedando constancia pública de su existencia por tan solo una especie de
blog (Ruiz Mateos al día) en el que suben las noticias y artículos de opinión
que tratan bien al grupo, y ninguna mala, claro.
Esta falta
de fiabilidad y confianza se correspondía con otra sospecha, Nueva Rumasa se baso,
desde su nacimiento mediático por adquirir compañías al borde de la quiebra,
que nunca quedaron vinculadas a una empresa matriz que consolidase sus
resultados, por lo que es casi imposible comprobar la facturación de 1.500
millones de euros que el grupo dice tener. Algunas empresas en las que basa su
negocio, como la hotelera Hotasa o Carcesa (sobre la que recae la emisión de
pagarés) ofrecen beneficios en las últimas cuentas depositadas en el Registro
Mercantil. Carcesa, empresa que adquirieron a Kraft Foods a principios de 2008, ha tenido unas
ventas en el último año de 97 millones de euros, dato que no se puede comprobar
porque las últimas cuentas depositadas de la empresa datan de 2006. La empresa
hotelera del grupo, por su parte, registró unas ventas en 2007 de 1,7 millones
de euros mientras que sus beneficios fueron de 6.000 euros.
Sin
embargo, la pretendida matriz del grupo, Nueva Rumasa S.A., por ejemplo, había tenido unas pérdidas en el último ejercicio
depositado (2007) de 200.000 euros. Además, esta misma empresa, que según sus
datos tiene como objeto social "la adquisición, venta y explotación de
inmuebles", es una de las pocas que cuenta entre sus directivos a los
hijos de José María Ruiz Mateos (tiene siete hijas y seis hijos, éstos últimos
son los que llevan la compañía). El director general de Carcesa, por ejemplo,
es Gustavo Carpintero Soria y la de Hotasa Encarnación Solana Contreras. Otras
empresas que también pertenecen al grupo como Jotsa igualmente registraron
pérdidas en las últimas cuentas depositadas en el Registro.
La
situación que os describo resulto tan escandalosa, que la CNMV decidió en abril del
pasado año regular para frenar esas emisiones de pagares de alta remuneración,
y sin control. Para ello, la nueva Ley del Mercado de Valores comenzó a exigir
la existencia de una entidad bancaria que avalara estas emisiones de deuda, en
un cambio legal realizado casi exclusivamente para frenar los riesgos de Nueva
Rumasa. Pero la respuesta del grupo, el pasado verano fue cambar de producto
financiero para eludir la ley, empleándose a fondo en las ampliaciones de
capital, que tampoco necesitaban, al estar cotizando las compañías,
consentimiento de la CNMV ,
ni exigen una rentabilidad fija ni operan un en mercado organizado y regulado.
Tras obtener por esta formula más de treinta millones de euros, vía ampliación
de Dhul y Clesa, y ante la amenaza de una segunda regulación, Nueva Rumasa
inició una tercera formula de financiación, mediante el envío de cartas a
inversores, en los que les ofrecían pagarés emitidos por Rumanova, contra el
capital de Dhul y Clesa, con promesas de interés de entre el 10% y el 12%,
según plazo de amortización.
Finalmente
llegó la suspensión de pagos, sin que nadie haya respondido aun a dos
preguntas. ¿Por que la CNMV
y hacienda no se dejaron de este juego del gato y el ratón y tomo cartas en el
asunto, antes de que nos encontremos, otra vez como en Afinsa, con miles de
bonistas e inversores que quizá no recuperen su dinero?. ¿Cuantos agujeros
negros más como este hay en el mercado?.
Imágenes RTVE.es
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