martes, 28 de marzo de 2017

Huevos y valor añadido



Yo creo que para todos es claro que una empresa gana dinero en tanto en cuanto  es capaz de generar un valor añadido en sus productos, una diferencia (cuanto mayor mejor) entre los costes de producción y el precio al que coloca su bien o servicio en el mercado. A veces este valor, esta ganancia, se obtiene de manera muy nítida. 
O bien rebajando costes (mano de obra más barata, eficiencia técnica, creación de sinergias, etc) o bien aumentando los precios (lo cual no siempre es fácil en un mercado de competencia perfecta, en el que sobrevives ofreciendo buenos precios al cliente) o bien con una hábil mezcla de ambas cosas.
Pero hay casos en los que no es preciso ser eficiente ni tocar los costes, solo elevar el precio, que será aceptado por el mercado, en la suposición de que está pagando más por un producto que le ofrece un mayor valor añadido.
Esto es posible verlo en aspectos intangibles de los productos, esto es cualidades no físicas, pero a las que el consumidor da una importancia creciente. Ciertos productos se pagan más porque se supone que son más saludables, o porque usarlos nos da un prestigio ante los demás (el uso de marcas, por ejemplo) o porque mediante su uso ayudamos a otras personas (comercio justo, productos de cooperativas de parados o servicios prestados por colectivos de dependencia) o porque con su uso estamos ayudando a un objetivo común (salvar el planeta en el caso de productos ecológicos).

Sobre el carácter moral de nuestra compra poco se puede decir (comprar algo para salvar el planeta o ayudar a los demás), porque ir en contra de ello sería políticamente incorrecto y bastante irracional. A ver quien es el guapo que critica comprar huevos ecológicos o huevos de los indígenas del Perú. Aunque se podría criticar, que no es oro todo lo que reluce. Sin embargo, en cuanto a calidades y aspectos dietéticos si hay mucho que opinar. Las modificaciones al alza de los precios suelen venir acompañadas de sutiles campañas en defensa de los huevos de gallinas bien tratadas.
Me parece muy loable defender los derechos laborales de las gallinas, que seguro que los tienen, y pronto, además, se manifestarán en la Gran Vía si no se respetan. Pero resulta difícil de entender ese afán por defender el bienestar gallináceo, cuando se ignora de una manera tan palmaria los derechos de los productores de leche, que ven como los grandes hipermercados venden su producto a precio de saldo, tal como a ellos se lo han comprado, o como compramos, sin rubor, productos extranjeros, de países que no conocen lo que son los derechos laborales o la higiene más elemental, simplemente porque son más baratos. Solo es una cuestión de coherencia. Solo nos queda el tema de la calidad.

En España se venden 4 tipos de huevos. En la cáscara, y en el envase exterior se puede averiguar porque estos llevan un número grabado. 3, si son de gallinas que producen enjauladas, 2 si se encuentran en comederos, 1 si son camperas y deambulan en una zona acotada y 0 si son gallinas ecológicas. En realidad las diferencias nutricionales entre ellas son nulas, las diferencias de sabor y textura inapreciables para alguien  que no sea experto y las cualidades dietéticas son infinitesimales, puesto que estamos comiendo un producto que no depende de la dieta del animal, sino de su ovulación.
Una verdad a medias, que bien manejada por la publicidad permite llevar al consumidor al terreno del vendedor (que no del productor), cobrando más por unos supuestos elementos intangibles, que antes os señalaba, y que es dudoso que existan. Ello aleja, además la atención del consumidor de un tema que si es capital, la frescura del huevo, eso es lo importante, más que su origen, y en eso se insiste menos de un tiempo a esta parte que esas supuestas bondades éticas de nuestra compra.

La ética no está tanto en la compra como en la producción, pero las empresas actuales, especialmente las grande multinacionales de distribución juegan a descargar sobre nosotros la responsabilidad de los actos de consumo, cuando son ellas las que cometen los mayores atropellos, en nombre de “es lo que el cliente pide”. El cliente pide y acepta aquello para lo que ha sido educado o manipulado por la publicidad.

De verdad, no pague más por un huevo si no es preciso. Que sea fresco, y que no sea de mamífero. Con eso basta.


Imagen it.tubgit.com

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