El siglo
XVIII comenzó con un cambio de dinastía, una guerra civil y una gran revolución
política. Comenzamos el básico 5
Este breve vídeo de artehistoria te va a permitir comprender el gran acontecimiento que dio origen a este periodo, la Guerra de Sucesión
1. LA GUERRA DE SUCESION
La muerte
sin descendencia de Carlos II desencadenó un grave enfrentamiento internacional
en torno a dos candidaturas al trono: el archiduque Carlos, de la rama de los
Habsburgo austriacos, y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. En aquel
momento, y aun frescas las heridas de las guerras de religión, la posibilidad
de que un miembro de la familia de Borbón pudiera hacerse con la herencia
española, ponía en peligro la estabilidad europea, al entender las potencias
que eso crearía un bloque peligroso, que buscaría la hegemonía..
De acuerdo
con el testamento de Carlos II, Felipe fue proclamado rey, e inicialmente
reconocido en Europa. Pero la ocupación francesa de varias plazas en los Países
Bajos, y la negativa a aceptar la renuncia por la familia Borbón de intentar en
un futuro la unificación de Francia y España, en la figura de Felipe V, nieto
del rey francés, fueron entendidas como una amenazada de expansionismo. Ello
llevaría a Inglaterra, Austria y los Países Bajos a firmar en 1701 la Alianza de La Haya. A la coalición
pronto se sumarían Portugal y otros estados europeos que se enfrentaron al
bando borbónico.
Felipe V se
sostenía, sin embargo, por el firme apoyo de Castilla y sus colonias, pero la
situación del ejército y de la armada era desastrosa. Pronto llegaron
administradores y oficiales, tropas y armas francesas, y se inició una
reorganización de las fuerzas armadas. El rumbo de la guerra cambió, y en 1707
se produjo la batalla de Almansa, que permitió a Felipe V recuperar
sucesivamente los reinos de Valencia y Aragón. En 1711 nuevas victorias
borbónicas dejaron el territorio de los Habsburgo reducido a Cataluña.
En Italia y
en los Países Bajos, sin embargo, la guerra fue desfavorable para los borbones,
y Luis XIV se estaba planteando abandonar la guerra. Cuando todo parecía
perdido, la muerte del emperador de Alemania, elevo al trono al archiduque
Carlos. Ante esa situación la coalición europea dejo de estar interesada en la
victoria de Carlos, que podría unir las coronas imperial y española, como en
tiempos de Carlos V, cuando la guerra se había producido precisamente para
evitar el expansionismo español. Ante estos hechos, los aliados ofrecieron
abrir negociaciones.
El Tratado
de Utrecht, firmado en abril de 1713, puso fin a la guerra europea y significó
el reconocimiento de Felipe V a cambio de la separación definitiva de las
coronas de Francia y España. Los Países Bajos y las posesiones en Italia
pasaron a manos del Imperio austriaco. Inglaterra obtuvo grandes ventajas:
retuvo Gibraltar y Menorca, conquistada en 1708, y consiguió el asiento de
negros (el monopolio de la venta de esclavos en América), y el derecho de
enviar anualmente un gran galeón con manufacturas para ser vendidas en las
colonias españolas (navío de permiso). En la práctica, significaba romper
legalmente el monopolio español sobre América.
En Cataluña
la guerra se prolongó aún durante un año y medio. Los catalanes temían las
represalias de Felipe V y la imposición de un sistema político centralizado,
como el que ya había sido establecido en Valencia y Aragón. No se fiaron de las
garantías ofrecidas a Inglaterra en Utrecht de que los fueros catalanes serían
respetados, y optaron por resistir. Las tropas borbónicas, tras ocupar toda
Cataluña, cercaron Barcelona, que sucumbió, finalmente, tras una larga
resistencia, el 11 de septiembre de 1714.
2. El
reinado de Felipe V
Felipe V
fue un hombre inestable y enfermo, profundamente angustiado tras la muerte de
su esposa Mª Gabriela de Saboya. En una monarquía absoluta era una situación
muy peligrosa. Por eso Felipe V estuvo dominado desde el principio por quienes
le rodeaban.
Durante la Guerra de Sucesión, fueron
los administradores franceses los que llevaron adelante la política del rey.
Apartaron de las decisiones de gobierno a la aristocracia española, que en el
reinado de Carlos II había recuperado protagonismo en los Consejos. En su
lugar, promocionaron a burócratas profesionales.
En 1714
tras la muerte de su primera esposa se acordó el nuevo matrimonio del rey con
Isabel de Farnesio. La nueva reina, de fuerte carácter, produjo un cambio
radical en la corte e impuso su propio programa político. Obsesionada por
conseguir reinos para sus hijos, subordinó los intereses españoles a una
política exterior agresiva, encaminada a recuperar los dominios de Italia al
coste que fuera.
Con Isabel
de Farnesio llegaron los consejeros italianos, el principal de los cuales fue
el cardenal Alberoni. Bajo su dirección se iniciaron las hostilidades en
Italia, pero la agresión española trajo consigo la respuesta de una coalición
europea, que obligó a retirar las tropas y provocó la caída del ministro.
En enero de
1724 comenzó el reinado de Luis I, cuando Felipe V, tras una grave crisis
depresiva, abdicó y entregó la
Corona a su primogénito. Pero el reinado de éste, de sólo
diecisiete años de edad, fue muy breve: en el mes de agosto contrajo la viruela
y falleció. Isabel de Farnesio convenció entonces a su marido para que recupera
el trono.
Desde
entonces, la impopularidad de la política real llevó a la aristocracia y a
sectores de la burocracia a acercarse al príncipe de Asturias, Fernando, en
torno al cual se fue creando una especie de grupo de oposición.
En 1726 se
convirtió en el principal secretario José Patiño, que supo rodearse de
colaboradores eficaces y consiguió sacar adelante un ambicioso programa de
rearme. Fruto de ello fue la conquista del reino de Nápoles y Sicilia en 1734,
que fue entregado a Carlos, el hijo mayor de Felipe V e Isabel de Farnesio.
Además, bajo la dirección de Patiño se reorientó la política exterior, buscando
la alianza con Francia a través del llamado primer pacto de familia.
En los
últimos años del reinado continuó la guerra contra los ingleses, con el consiguiente
aumento de los gastos.
El gran cambio de este siglo fue la uniformización y centralización, mira este vídeo antes de seguir
3. La
centralización: los Decretos de Nueva Planta
El gobierno
de Felipe V tenía como primer objetivo político la reforma de la administración
española. El modelo era el francés, caracterizado por la centralización. Eso significaba,
desde luego, terminar con la existencia de diferentes reinos, leyes e
instituciones.
Los
llamados Decretos de Nueva Planta (Valencia en 1707, Aragón en 1711 y Cataluña
y Mallorca en 1716) eliminaron los Consejos respectivos. Se introdujeron las
leyes de Castilla y sus tribunales, Chancillerías y Audiencias. La autoridad
pasaron a ser desempeñada por capitanes generales e intendentes (gobernadores
civiles). Se suprimieron las fronteras económicas y fiscales que separaban los
reinos entre sí y con Castilla, y se impuso el castellano como la lengua
oficial. El sistema de impuestos fue sustituido por otro de carácter general,
el catastro.
Todo el
territorio quedó uniformizado y asimilado al modelo administrativo castellano,
eliminándose los fueros y privilegios tradicionales de los reinos, y superando
el viejo foralismo y pactismo español. Sólo en las provincias vascas, que
habían apoyado desde el principio a Felipe V, se conservaron los fueros. Pero
también hubo algunas concesiones en Cataluña: se mantuvo el derecho civil, y se
retiró el servicio militar obligatorio (que sí se había establecido en los
demás reinos), en parte por las protestas, pero sobre todo por la desconfianza
que había, tras la conquista, en la lealtad de los catalanes.
Es cierto que
los Decretos de Nueva Planta respondieron en parte a motivos de represalia por
la oposición que presentaron los reinos de la Corona de Aragón a Felipe V, pero también a un
deseo de racionalización política y aplicación de sistemas de gobierno más
modernos y propios de la época.
4.Las
reformas administrativas
Esa misma
voluntad llevó a los ministros del rey a introducir una serie de cambios de
carácter administrativo y económico, con el fin de reforzar el Estado y volver
a convertirlo en una potencia europea.
El gobierno
sufrió una reorganización profunda. Quedó en manos de cinco secretarios de
Despacho, que pasaron a dirigir la vida política y fueron el precedente de los
actuales ministros. En contrapartida, el sistema de Consejos perdió el control
del gobierno. Los territoriales fueron eliminados, salvo el de Indias, que
cedió muchas competencias, y el de Castilla, el único que conservó poder y que
se convirtió en órgano consultivo para todo el país.
La
administración territorial se transformó. El país se dividió en provincias, al
frente de las cuales se situaba una triple estructura: la autoridad judicial,
en manos de las audiencias; la militar, que desempeñaban los capitanes
generales; y la civil y económica, en manos de los intendentes. Estos últimos
permitieron al gobierno central un control exhaustivo y una información amplia
de lo que ocurría en cada rincón del territorio. Sus competencias incluían
aspectos como la recaudación de impuestos, las obras públicas, la justicia y el
orden público.
El ejército
experimentó una total transformación. Los tercios fueron sustituidos por
regimientos, y se separaron las diferentes armas. Se introdujeron los grados de
oficiales, jefes y generales modernos. Se estableció un ejército permanente y
el servicio militar, mediante un sistema de cuotas, y se acuartelaron unidades
por todo el país, con el objetivo de que las tropas pasaran a controlar el
propio territorio del reino. Se mantuvieron, sin embargo, algunos rasgos del
pasado, como el dominio de la nobleza sobre los mandos superiores o la escasa
formación estratégica y táctica.
Uno de los
mayores esfuerzos fue la recuperación de la marina de guerra. La Guerra de Sucesión, con la
pérdida de Gibraltar y Menorca, había mostrado la debilidad naval de un país
que era una potencia colonial. Se construyeron arsenales y nuevos astilleros, y
al final del reinado la armada comenzaba a tener un volumen importante.
Otro
aspecto en el que el gobierno de Felipe V insistió especialmente fue la
reivindicación de la autoridad de la
Corona sobre la
Iglesia española, lo que se denomina el regalismo. Los
ministros insistieron ante Roma en el derecho del rey a elegir a los prelados,
a cobrar las rentas de las sedes obispales que estuvieran vacantes, a limitar
la jurisdicción de la Iglesia
en temas temporales y a disminuir la presencia de las órdenes religiosas. Esa
posición firme suscitó muchos conflictos, e incluso el procesamiento de algún
ministro por la
Inquisición.
Por último,
bajo el reinado de Felipe V se inició la política económica de promoción de la
industria y el comercio. A la supresión de las aduanas estatales se añadió un
decreto que permitía la libre circulación de productos. También se ratificaron
las medidas mercantilistas, como la prohibición de importar manufacturas
textiles o la de exportar grano. Igualmente se fundaron las primeras Reales
Fábricas y se intentó reanimar el comercio colonial mediante la creación de
compañías de comercio, al estilo de las inglesas y holandesas, aunque no
tuvieron demasiado éxito.
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