domingo, 15 de octubre de 2017

Tema 16. Felipe V, centralización y reforma



El siglo XVIII comenzó con un cambio de dinastía, una guerra civil y una gran revolución política. Comenzamos el básico 5


Este breve vídeo de artehistoria te va a permitir comprender el gran acontecimiento que dio origen a este periodo, la Guerra de Sucesión




1. LA GUERRA DE SUCESION

La muerte sin descendencia de Carlos II desencadenó un grave enfrentamiento internacional en torno a dos candidaturas al trono: el archiduque Carlos, de la rama de los Habsburgo austriacos, y Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. En aquel momento, y aun frescas las heridas de las guerras de religión, la posibilidad de que un miembro de la familia de Borbón pudiera hacerse con la herencia española, ponía en peligro la estabilidad europea, al entender las potencias que eso crearía un bloque peligroso, que buscaría la hegemonía..
De acuerdo con el testamento de Carlos II, Felipe fue proclamado rey, e inicialmente reconocido en Europa. Pero la ocupación francesa de varias plazas en los Países Bajos, y la negativa a aceptar la renuncia por la familia Borbón de intentar en un futuro la unificación de Francia y España, en la figura de Felipe V, nieto del rey francés, fueron entendidas como una amenazada de expansionismo. Ello llevaría a Inglaterra, Austria y los Países Bajos a firmar en 1701 la Alianza de La Haya. A la coalición pronto se sumarían Portugal y otros estados europeos que se enfrentaron al bando borbónico.
La Guerra de Sucesión (1702-1715) fue un conflicto muy complejo, que tuvo escenarios paralelos en Europa y en la Península. Al principio fue favorable a la coalición liderada por Gran Bretaña: en 1704 los británicos tomaron Gibraltar. En 1705 se produjo el desembarco del archiduque Carlos en Valencia y la rápida conquista de los reinos de la Corona de Aragón, que veían en el austriaco una garantía de sus fueros frente al centralismo anunciado por el francés.








Felipe V se sostenía, sin embargo, por el firme apoyo de Castilla y sus colonias, pero la situación del ejército y de la armada era desastrosa. Pronto llegaron administradores y oficiales, tropas y armas francesas, y se inició una reorganización de las fuerzas armadas. El rumbo de la guerra cambió, y en 1707 se produjo la batalla de Almansa, que permitió a Felipe V recuperar sucesivamente los reinos de Valencia y Aragón. En 1711 nuevas victorias borbónicas dejaron el territorio de los Habsburgo reducido a Cataluña.
En Italia y en los Países Bajos, sin embargo, la guerra fue desfavorable para los borbones, y Luis XIV se estaba planteando abandonar la guerra. Cuando todo parecía perdido, la muerte del emperador de Alemania, elevo al trono al archiduque Carlos. Ante esa situación la coalición europea dejo de estar interesada en la victoria de Carlos, que podría unir las coronas imperial y española, como en tiempos de Carlos V, cuando la guerra se había producido precisamente para evitar el expansionismo español. Ante estos hechos, los aliados ofrecieron abrir negociaciones.





El Tratado de Utrecht, firmado en abril de 1713, puso fin a la guerra europea y significó el reconocimiento de Felipe V a cambio de la separación definitiva de las coronas de Francia y España. Los Países Bajos y las posesiones en Italia pasaron a manos del Imperio austriaco. Inglaterra obtuvo grandes ventajas: retuvo Gibraltar y Menorca, conquistada en 1708, y consiguió el asiento de negros (el monopolio de la venta de esclavos en América), y el derecho de enviar anualmente un gran galeón con manufacturas para ser vendidas en las colonias españolas (navío de permiso). En la práctica, significaba romper legalmente el monopolio español sobre América.
En Cataluña la guerra se prolongó aún durante un año y medio. Los catalanes temían las represalias de Felipe V y la imposición de un sistema político centralizado, como el que ya había sido establecido en Valencia y Aragón. No se fiaron de las garantías ofrecidas a Inglaterra en Utrecht de que los fueros catalanes serían respetados, y optaron por resistir. Las tropas borbónicas, tras ocupar toda Cataluña, cercaron Barcelona, que sucumbió, finalmente, tras una larga resistencia, el 11 de septiembre de 1714.







2. El reinado de Felipe V

Felipe V fue un hombre inestable y enfermo, profundamente angustiado tras la muerte de su esposa Mª Gabriela de Saboya. En una monarquía absoluta era una situación muy peligrosa. Por eso Felipe V estuvo dominado desde el principio por quienes le rodeaban.
Durante la Guerra de Sucesión, fueron los administradores franceses los que llevaron adelante la política del rey. Apartaron de las decisiones de gobierno a la aristocracia española, que en el reinado de Carlos II había recuperado protagonismo en los Consejos. En su lugar, promocionaron a burócratas profesionales.
En 1714 tras la muerte de su primera esposa se acordó el nuevo matrimonio del rey con Isabel de Farnesio. La nueva reina, de fuerte carácter, produjo un cambio radical en la corte e impuso su propio programa político. Obsesionada por conseguir reinos para sus hijos, subordinó los intereses españoles a una política exterior agresiva, encaminada a recuperar los dominios de Italia al coste que fuera.
Con Isabel de Farnesio llegaron los consejeros italianos, el principal de los cuales fue el cardenal Alberoni. Bajo su dirección se iniciaron las hostilidades en Italia, pero la agresión española trajo consigo la respuesta de una coalición europea, que obligó a retirar las tropas y provocó la caída del ministro.
En enero de 1724 comenzó el reinado de Luis I, cuando Felipe V, tras una grave crisis depresiva, abdicó y entregó la Corona a su primogénito. Pero el reinado de éste, de sólo diecisiete años de edad, fue muy breve: en el mes de agosto contrajo la viruela y falleció. Isabel de Farnesio convenció entonces a su marido para que recupera el trono.





Desde entonces, la impopularidad de la política real llevó a la aristocracia y a sectores de la burocracia a acercarse al príncipe de Asturias, Fernando, en torno al cual se fue creando una especie de grupo de oposición.
En 1726 se convirtió en el principal secretario José Patiño, que supo rodearse de colaboradores eficaces y consiguió sacar adelante un ambicioso programa de rearme. Fruto de ello fue la conquista del reino de Nápoles y Sicilia en 1734, que fue entregado a Carlos, el hijo mayor de Felipe V e Isabel de Farnesio. Además, bajo la dirección de Patiño se reorientó la política exterior, buscando la alianza con Francia a través del llamado primer pacto de familia.
En los últimos años del reinado continuó la guerra contra los ingleses, con el consiguiente aumento de los gastos.


 El gran cambio de este siglo fue la uniformización y centralización, mira este vídeo antes de seguir



3. La centralización: los Decretos de Nueva Planta

El gobierno de Felipe V tenía como primer objetivo político la reforma de la administración española. El modelo era el francés, caracterizado por la centralización. Eso significaba, desde luego, terminar con la existencia de diferentes reinos, leyes e instituciones.
Los llamados Decretos de Nueva Planta (Valencia en 1707, Aragón en 1711 y Cataluña y Mallorca en 1716) eliminaron los Consejos respectivos. Se introdujeron las leyes de Castilla y sus tribunales, Chancillerías y Audiencias. La autoridad pasaron a ser desempeñada por capitanes generales e intendentes (gobernadores civiles). Se suprimieron las fronteras económicas y fiscales que separaban los reinos entre sí y con Castilla, y se impuso el castellano como la lengua oficial. El sistema de impuestos fue sustituido por otro de carácter general, el catastro.
Todo el territorio quedó uniformizado y asimilado al modelo administrativo castellano, eliminándose los fueros y privilegios tradicionales de los reinos, y superando el viejo foralismo y pactismo español. Sólo en las provincias vascas, que habían apoyado desde el principio a Felipe V, se conservaron los fueros. Pero también hubo algunas concesiones en Cataluña: se mantuvo el derecho civil, y se retiró el servicio militar obligatorio (que sí se había establecido en los demás reinos), en parte por las protestas, pero sobre todo por la desconfianza que había, tras la conquista, en la lealtad de los catalanes.
Es cierto que los Decretos de Nueva Planta respondieron en parte a motivos de represalia por la oposición que presentaron los reinos de la Corona de Aragón a Felipe V, pero también a un deseo de racionalización política y aplicación de sistemas de gobierno más modernos y propios de la época.






4.Las reformas administrativas

Esa misma voluntad llevó a los ministros del rey a introducir una serie de cambios de carácter administrativo y económico, con el fin de reforzar el Estado y volver a convertirlo en una potencia europea.
El gobierno sufrió una reorganización profunda. Quedó en manos de cinco secretarios de Despacho, que pasaron a dirigir la vida política y fueron el precedente de los actuales ministros. En contrapartida, el sistema de Consejos perdió el control del gobierno. Los territoriales fueron eliminados, salvo el de Indias, que cedió muchas competencias, y el de Castilla, el único que conservó poder y que se convirtió en órgano consultivo para todo el país.
La administración territorial se transformó. El país se dividió en provincias, al frente de las cuales se situaba una triple estructura: la autoridad judicial, en manos de las audiencias; la militar, que desempeñaban los capitanes generales; y la civil y económica, en manos de los intendentes. Estos últimos permitieron al gobierno central un control exhaustivo y una información amplia de lo que ocurría en cada rincón del territorio. Sus competencias incluían aspectos como la recaudación de impuestos, las obras públicas, la justicia y el orden público.
El ejército experimentó una total transformación. Los tercios fueron sustituidos por regimientos, y se separaron las diferentes armas. Se introdujeron los grados de oficiales, jefes y generales modernos. Se estableció un ejército permanente y el servicio militar, mediante un sistema de cuotas, y se acuartelaron unidades por todo el país, con el objetivo de que las tropas pasaran a controlar el propio territorio del reino. Se mantuvieron, sin embargo, algunos rasgos del pasado, como el dominio de la nobleza sobre los mandos superiores o la escasa formación estratégica y táctica. 





Uno de los mayores esfuerzos fue la recuperación de la marina de guerra. La Guerra de Sucesión, con la pérdida de Gibraltar y Menorca, había mostrado la debilidad naval de un país que era una potencia colonial. Se construyeron arsenales y nuevos astilleros, y al final del reinado la armada comenzaba a tener un volumen importante.
Otro aspecto en el que el gobierno de Felipe V insistió especialmente fue la reivindicación de la autoridad de la Corona sobre la Iglesia española, lo que se denomina el regalismo. Los ministros insistieron ante Roma en el derecho del rey a elegir a los prelados, a cobrar las rentas de las sedes obispales que estuvieran vacantes, a limitar la jurisdicción de la Iglesia en temas temporales y a disminuir la presencia de las órdenes religiosas. Esa posición firme suscitó muchos conflictos, e incluso el procesamiento de algún ministro por la Inquisición.
Por último, bajo el reinado de Felipe V se inició la política económica de promoción de la industria y el comercio. A la supresión de las aduanas estatales se añadió un decreto que permitía la libre circulación de productos. También se ratificaron las medidas mercantilistas, como la prohibición de importar manufacturas textiles o la de exportar grano. Igualmente se fundaron las primeras Reales Fábricas y se intentó reanimar el comercio colonial mediante la creación de compañías de comercio, al estilo de las inglesas y holandesas, aunque no tuvieron demasiado éxito.



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