Ese niño sin
rostro que nos mira en la foto es peruano. Esta desnudo, por más que su madre
haya pretendido arroparle. Desnudo de educación, de alimento, hasta de
esperanza. Tan desnudo, que un grupo de mujeres han decidido desnudarse por él,
para que su semblante cambie, y su futuro exista.
Dieciséis
mujeres valientes que han decidido mostrar su cuerpo para adornar un calendario
con el que conseguir dinero para él. Hasta aquí todo normal, son mujeres, quizá
en hombres resultase más sorprendente un gesto de entrega, pero entre madres,
que eso son en su mayoría, no. Normal, pues son maestras. Su vida esta
voluntariamente dedicada a los demás, en este caso educando, que no se me
ocurre un oficio más noble. Tan ingente y destacado que yo nunca estaré a la
altura de ellas. Si, es sana envidia.
Son
maestras y mujeres de ciudades y pueblos cercanos a mi vecindario y que
conocieron hace meses de la existencia de un proyecto que pretende obtener
fondos para conseguir que niños y niñas sudamericanos estén alimentados,
cubiertas sus necesidades básicas, y garantizado, económicamente, que puedan
concluir sus estudios de secundaria, e incluso acceder a la universidad.
Porque no
debería ser así, pero el futuro de un niño lo determina el dinero. El enlace,
las encargadas de que ese dinero llegue a buen fin, y quien a él añade cariño
son las Hermanas Carmelitas Misioneras en Quellouno (Perú), que están intentado
alcanzar todos esos objetivos en su casa de acogida.
Es la
decisión de un grupo de mujeres, dirigidas por Aurora Vallejo de luchar por
evitar que la vida de un grupo de niños y niñas se apague al nacer, y se vean
relegados al misero trabajo del campo.
El
calendario resultante, en el que cada mes se refleja un derecho, un desnudo y
una foto de la realidad de aquellos niños, se vende en cafeterías y tiendas de
toda la zona de las voluntarias por unos pocos euros y cuenta con la colaboración
altruista de varios fotógrafos profesionales.
Y hasta
aquí, todo normal. Que amar a los demás no debería ser tan raro.
Es cierto
que la idea no es nueva, más bien es algo repetitiva, y cada navidad ya nos
hemos acostumbrado a ver el palmito en variopintos calendarios a famosos de la
televisión, bomberos, policías, leñadores y hasta falleras. Nos hemos
acostumbrado tanto a verlos, como a niños muertos de hambre, llenos de mierda y
escarbando basura. Y tanto una cosa como otra ya les resulta a algunos, “tediosa”.
Y aquí viene lo que ya no es normal.
Las
críticas públicas contra la idea han sido en casos ridículas y en otras
ofensivas, pero no contra ellas, sino contra las que las manifiestan y contra
quienes las hemos leído, que hay actitudes que dan vergüenza ajena.
Quizá una
sosegada meditación de este paso debería haber llevado a estas educadoras a ver
más allá de su decisión inmediata, las consecuencias de mostrarse desnudas
públicamente. Tras la foto, el periódico y la propaganda llegará el volver a
clase, y enfrentarse en el aula a sus alumnos y, aun peor, a sus madres.
Cualquier
incidente o discrepancia acabará raudo en un reproche sobre la moralidad y la
ética de alguien que se exhibe en bolas y, por ende para algunos, que carece de
altura moral para exigir nada.
Va a ser
así, pero no por ellas, sino por todos, especialmente por los que hemos
decidido, ante esos niños ir vestidos. El problema no es que ellas se desnuden,
sino que los chicos, las chicas y los padres del alumnado sitúan como más
escandaloso el pubis y las tetas de una profesora, que la disentería y la
malaria de un niño, yo creo que eso es lo pornográfico.
Como decía
en la mañana del domingo el comentario de una lectora de un diario regional,
podrían haber puesto cada una 500 euros, de su elevado sueldo funcionarial y
así evitarse el sonrojo. Podrían, y la que lo dice también, y yo, y mi vecina.
Y de eso se trata, de llamar nuestra atención para que lo pongamos, y para que
tomemos conciencia de que si un niño muere de hambre, mientras en nuestras
casas la comida ya no cabe en las bolsas de basura, algo resulta escandaloso, y
no el vello púbico de una maestra, precisamente.
¿Que entre
tanta solidaridad hay un algo de protagonismo, de hedonismo, de resalte?. Pues
si, la verdad es que son protagonistas. Lo son del quehacer diario en sus aulas
en las que quieren inculcar a sus crios valores, amores compromisos.
Los son de
actividades sociales y proyectos para introducir en sus niños la semilla de ser
buena persona y buen ciudadano. Tan protagonistas como cuando este pasado
invierno se dedicaban a ir por bares y tiendas vendiendo unos pequeños broches
que ellas mismas hacían con la cara de un niño para un proyecto de Manos
Unidas, como cuando organizaron el mercadillo, como cuando montaron el bingo
solidario, como cuando hicieron lotería, como cuando envían dinero y las monjas
contestan que cuatro chicas han ido este año a la universidad.
Quizá el
problema este en que ellas no se rinden, y nosotros si. Porque es cierto que nos
hemos rendido con los peruanos y con los nuestros. Porque argumentar que su
actitud es una provocación que les hará perder autoridad en las aulas y
deteriorará su trabajo es una claudicación en toda regla, una actitud que
revela que damos por hecho que los jóvenes solo somos capaces de ver lo obvio y
colocar en primer plano solo lo morboso. Es convenir que solo somos capaces,
como los adultos, de ver los gestos y la imagen, y no el fondo de las cosas, ni
valorar el compromiso de los demás, ni hacer nuestros los valores que esconden.
PD. No
ilustro esta carta llena de mala leche con la imagen del susodicho calendario,
ni cito los nombres de las “acusadas” porque no me va el morbo. Y porque el que lo
quiera ver y saber que pague, que al menos esas monedas servirán para algo, y
esos datos para rendir pleitesía a mujeres, que además de serlo (que ya es un mérito),
son personas extraordinarias.
Imagen AFP
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