Era un niño
dulce, apegado a su sonrisa. Era un niño vivo, enjarretado en la alegría. Era
un niño abierto, sin malicia ni pena. Caminó por la vida hasta que cumplió los
trece. Es una época mala, es un periodo confuso, es una etapa de dudas, decían
de él, decían de ellos. Una noche bebió, y escucho el primer grito. Una tarea
perdida, una mala nota, un cuaderno mal presentado, un despiste tras otro, un
grito tras otro, un castigo y otro más y una sonrisa que se fue perdiendo.
Nunca entendió porque el mundo se volvía contra él. Él no tenía los ojos
cerrados, solo vueltos hacia otro lugar.
Quienes le
querían siguieron ejerciendo presión. “Tienes que tener orden, debes fijarte en
todo, debes hacer tu tarea, hay que estudiar más”. Y le fueron estrechando el
camino. Hasta que se hizo tan estrecho, que desapareció.
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