En tiempos
de guerra, mientras todo, hasta la moral y la vida, se derrumban, aparecen
historias dignas, de hombres y mujeres que, aunque equivocados, dan muestra
clara del ingenio, el heroísmo y la lealtad a unos ideales de que es capaz el
ser humano. Uno de esos ejemplos es el de Nobuo Fujita.
Concluido
el ataque japonés a Pearl Harbour, la armada nipona tomo rápida conciencia de
que había despertado a un gigante dormido, y que las posibilidades de derrotar
a los americanos eran mínimas, dado su potencial industrial. La única
posibilidad partía de la desmoralización de su sociedad, que envuelta también
en la guerra europea, impulsase a su gobierno a la paz.
Para provocarlo, el alto mando japonés programo una serie de acciones bélicas en el territorio continental de Estados Unidos, dedicados a dañar su moral con su atrevimiento. Uno de las primeras acciones, casi suicidas, tuvo lugar el 21 de junio de 1942, cuando un submarino japonés, el I-25 penetró en el estuario del río Columbia, y tras aproximarse a Fuerte Stevens, lanzó una andanada contra este de 17 disparos, con un cañón del 14. Pero la misión más famosa, también con un submarino como fondo, seria la osada aventura de Fujita.
Para provocarlo, el alto mando japonés programo una serie de acciones bélicas en el territorio continental de Estados Unidos, dedicados a dañar su moral con su atrevimiento. Uno de las primeras acciones, casi suicidas, tuvo lugar el 21 de junio de 1942, cuando un submarino japonés, el I-25 penetró en el estuario del río Columbia, y tras aproximarse a Fuerte Stevens, lanzó una andanada contra este de 17 disparos, con un cañón del 14. Pero la misión más famosa, también con un submarino como fondo, seria la osada aventura de Fujita.
Naburo
Fujita era un joven japonés que con tan solo 21 años, se había alistado en la
armada en el verano de 1932, consiguiendo entrar en el, en aquella época,
exclusivo círculo de los pilotos de la marina, un cuerpo altanero y de
élite de sobrado valor. Tras tomar
experiencia en las guerras imperiales de los años treinta, Fujita había sido
destinado, a principios de la
II Guerra Mundial al cuerpo de submarinos, una unidad de
élite de la armada dedicada a lanzar hidroaviones de reconocimiento en zonas
muy sensibles.
Aquel
cuerpo había sido construido sobre una idea osada, crear una flota de
gigantescos sumergibles, capaces de albergar hasta tres hidroaviones, capaces
de realizar mortíferas tareas de inteligencia o ataque, de manera silente,
llegaron a construirse una treintena de estos ingenios de la serie I-20 y tres
del gigantesco tamaño de los colosales I-400. Una flota letal que tras la
guerra quedo perdida en el fondo del océano, y que solo en 2004, y gracias al
empleo de vehículos operados por control remoto (ROV), pudo comprobarse que era
más que una leyenda.
La terrible
batalla de Midway, de 1942, había dejado a Japón casi sin flota de portaviones,
por las duras perdidas de aquel enfrentamiento. Por eso motivo, el almirante
Isoroku Yamamoto, comandante en jefe de la Flota Combinadajaponesa ,
el héroe de Pearl Harbour, había comenzado a perfilar una nueva estrategia,
construir submarinos "sen toku", de casi 120 metros de eslora, el
triple que un sumergible normal, capaces de llegar, sin ser detectados, a las
grandes ciudades costeras americanas, como Nueva York o San Francisco, y desde
alli lanzar hidroaviones que golpearan incluso la capital, Washington. El plan
alumbro tres monstruos marinos, el I-400, el I-401 y el I-402. Cada uno con una
tripulación de casi 150 marineros. Tal envergadura se explicaba porque estos
submarinos eran en realidad portaaviones sumergibles que podían transportar
hasta 3 hidroaviones Aichi M6AI plegados en un hangar hermético sobre la
cubierta. Aviones capaces, una vez montados, de transportar hasta su objetivo
800 kilos de explosivos.
Con combustible
suficiente para dar dos veces la vuelta al planeta, los “sen toku” lanzarían
sobre sus blancos a los pilotos suicidas, causando el terror en la retaguardia
americana. La idea inicial se completaría con planes más ambiciosos, como el
objetivo, ya en 1944, y con la guerra perdida de atacar el Canal de Panamá, con
objeto de bloquear el acceso de los navíos americanos al Océano Pacífico. El
plan pasaba por atravesar el Océano Índico, bordear el sur de África y atacar
desde el este.
Todo este
ambicioso plan se topó con la muerte de Yamamoto. Además, los bombardeos
aliados sobre Japón obligaron al gobierno imperial a emplear en la defensa
todas las unidades navales. Tras el ataque atómico sobre Hiroshima y Nagasaki
Japón se rindió, cayendo los restos de la flota en manos americanas.
En ese
momento, el gobierno estado unidense, conocedor de la superioridad tecnológica
japonesa, traslado los 24 "sen toku" capturados a la bahía de Sasebo
(al norte de Nagasaki), a fin de analizar y emplear en beneficio propio esa
tecnologia. Pero ante el riesgo de que una delegación soviética descubriera
estos ingenios, en 1946, Washington puso en marcha la "Operación Fin del
Camino" ("Road's End"). Los submarinos fueron hundidos cerca de
las costas de Nagaski, y el mar se quedó con su secreto, hasta se
redescubrimiento en 2004.
Pero la
historia tecnológica también tiene su parte humana. Y esa cara es la de nuestro
protagonista.
Naburo
Fujita, ya enrolado en la elite de los pilotos, había protagonizado arriesgados
vuelos de reconocimiento, desde su pequeño Yokusuka E14Y, plegado en el
submarino I-25, sobre los grandes puertos australianos, caso de Sidney,
Melbourne y Auckland.
Con la
experiencia acumulada, Fujita había ideado un plan para utilizar la aviación
embarcada en submarinos en grandes bombardeos, como el antes señalado en
Panamá.
Sus ideas
no pasaron desapercibidas para sus superiores, por que en julio de 1942 fue
convocado a una reunión en el cuartel general de la Armada para una reunión
secreta en torno a su plan. Solo que había un cambio. El objetivo del alto
mando era lanzar un bombardeo con bombas incendiarias sobre los bosques de
Oregón, a fin de provocar un gigantesco incendio que causara el pánico en el
país.
En efecto,
Fujita, y su observador, Shoji Okuda atacaron Oregón con bombas de 76 kilos,
que se descomponían cada una en 520 bolas incendiarias en un área de 90 metros cuadrados .
El ataque fue en los bosques de Brookings. Pero los días anteriores había
llovido copiosamente, por lo que el suelo y la foresta húmedos evitaron el
incendio. El día 29 de septiembre, veinte días después, el ataque se repitió,
con igual fracaso.
Okuda murió
durante la guerra, pero Fujita sobrevivió convirtiéndose en empresario. Para su
sorpresa, en 1962, el guerrero recibió una invitación del ayuntamiento de
Brookings. Fujita Temio que aquel llamamiento era para un juicio por crímenes
de guerra, y se dispuso a aceptar su destino. Cogió su espada de samurai y
viajo a America. Para su sorpresa, las gentes de Oregón le recibieron con
cordialidad, le nombraron ciudadano honorario y le invitaron a plantar un
árbol, justo en el lugar en que había caído su primera bomba. Tras volar sobre
el bosque que había querido quemar, Fujita dono su espada al pueblo, espada que
aun pende del salón de plenos del ayuntamiento, viajando en varias ocasiones a
la localidad. En 1997, aquejado de cáncer de pulmón, Fujita murió. Hoy, el
último miembro de aquella gran aventura yace en sus cenizas en los bosques de
Oregón.
www.combinedfleet.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario