domingo, 8 de enero de 2017

La ambigüedad hecha perfección



Hay que reconocer que a Rajoy le cuesta eso de concretar. En parte porque tras ese aire socarrón, previsible y de abuelete sensato, se esconde un hombre de ideas claras y escasas voluntades y habilidades para explicarlas. El ya sabe lo que tiene que hacer.

Llevamos meses, como mínimo, en ascuas, intentando saber cual será la amarga medicina que deberemos beber, para sanar nuestro malherido cuerpo social. Y hemos oído obviedades y golpes ya descontados.
Las primeras semanas de esta laboriosa legislatura nos ha permitido, sin embargo, dar otro paso en la subida a la cima de la verdad.

Lo que parece claro, es que Rajoy basará su segundo año Mariano en el famoso proverbio de Maquiavelo de que las medidas más duras, deben asumirse cuanto antes.
Sigue habiendo mucho, como hoy decía Gaspar LLamazares, de calculada ambigüedad, en él, en sus socios y en sus rehenes.
Pero la ha habido en las concreciones, no tanto en el camino a seguir. La idea de abandonar a los pensionistas, una vez que ya han votado, y algunos no llegarán a las siguientes elecciones, tiene mucho de ajustar por el tramo más débil. Y la acción ha sido clara, no actualizar las pensiones y subir las cotizaciones de los pocos activos que quedan en el tajo. Y en la izquierda silencio.
En todo caso, los pagos indirectos, las becas, las ayudas sociales y la atención a la dependencia son cuestiones esenciales, junto al recorte en términos reales de las pensiones, signos evidentes de una política social que solo se basa en gestos.
En un país donde más de un millón de familias vive con poco más de 400 € al mes, en el que muchos dependientes viven solo por su familia, y donde hay estudiantes que abandonan por falta de dinero, gastar 200 millones en que un padre tenga un permiso de 15 días más cara ver crecer a su vástago, no me parece razonable. Es tanto como decir que el que siga vivo mejorará su vida, y el que está en la cuneta tiene permiso para cavar su tumba, un poco más abajo.
Con todo, me gustaría que entendierais que centrar ahora el debate de las pensiones en la subida o no del 0,25%  de poco vale, pues el problema no es de subidas lineales y generales, si no de tramos en una España con una escala de pensiones que va desde los 340 € hasta los varios miles mensuales. Ese abismo debe ser también afrontado.

El tema laboral sigue dejando incógnitas, y no sé si prometedoras. Al fin el gobierno, y en eso ha coincidido parte de la oposición ha tomado cartas en el asunto del autoempleo y los autónomos. La simplificación de los trámites administrativos, los apoyos a la investigación colaborativa o las ayudas en la contratación son pasos importantes. Y más aun la batería de medidas fiscales, la gran herramienta mariana para solventar la crisis.
Pero las medidas hacendísticas de apoyo a las empresas, las pequeñas y autónomos, que continúan con la política de la los últimos años de poner en marcha de un procedimiento que permita compensar las deudas de las Administraciones con las empresas, en algo parecido a una cuenta corriente tributaria o la exención del pago del IVA de las facturas no cobradas, una medida que las evitará, como este año, tener que pagar más de 1700 millones de euros por servicios prestados y que han implicado unos costes, pero que aun no se han cobrado, son una parte del problema, con una solución diluida en la falta de desarrollo normativo y el laberinto autonómico que hace que esto se afronte en cada lugar de España de una manera distinta, o no se aborde.
Pueden ser también beneficiosas las nuevas modificaciones sobre el impuesto de sociedades propuestas por Ciudadanos, con la creación de un tipo reducido del 20% para las empresas con una cifra de negocio inferior a 12 millones de euros y un aumento del tipo reducido del 25% para el primer medio millón de euros de la base imponible.




La idea parece clara, incentivar la actividad económica. Pero estas medidas no parece que vayan a dar frutos de inmediato. ¿Por qué?. Porque los cambios normativos van a venir acompañados de un presupuesto muy restrictivo con obstáculos múltiples al gasto social, con la cara vuelta a la investigación y el I+D+i, y con una legislación laboral que condena a media población a algo parecido a la esclavitud.
Solo basta hablar con cualquier funcionario de los servicios públicos de desempleo para comprobar su hartazgo ante un sistema nauseabundo que contrata por horas, despide impunemente a los trabajadores y soslaya la ley con continuos fraudes en los modelos de contratación.
Y eso solo tiene un resultado, quien no tiene dinero no consume, quien no tiene futuro no invierte.
Un centro temeroso de nuevas elecciones y una izquierda devastada por la división son conscientes de esto, pero incapaces de afrontar las ambigüedades de Rajoy que sostiene su apoyo en el electorado en su gesto impávido y el temor de la población a que exista algo peor que él, que ya es temer.
Otro dato, la superación en esta legislatura de la tasa cero de sustitución en las administraciones públicas está por ver, y dada la masacre que han sufrido algunas plantillas de hacienda, educación, justicia y sanidad, harán falta años para ver un comportamiento normal de las administraciones, capaz de ayudar a los ciudadanos necesitados.
Tampoco hay planes para una mayor flexibilidad de funcionarios, redistribuyendo las plantillas en puestos y destinos razonable. Pero es que el empleo público, o su carencia, puede ser un golpe imprevisible para las listas de paro y la demanda interna. Y es que un menor empleo, y las medidas de reducción de gasto que le acompañe, pueden tener un efecto devastador para la economía y para la igualdad social. Especialmente en tres campos, el educativo, el sanitario y el de la dependencia.
Las cartas de no renovación de miles de trabajadores de los servicios sociales en las comunidades regidas por el PP, a contar desde el 30 de diciembre son un mal augurio. El deseo del gobierno de establecer una lista de servicios sanitarios básicos y una de potencial sujetos al copago, es un mal augurio. Y la promesa de un año más de bachillerato y extensión del bilingüismo y el trilinguismo, una quimera sin sentido, en este panorama de recortes, pues un año más de estudios y un cuerpo, que ahora no hay, de profesores bilingües, nos lleva a unas inversiones inverosímiles en este contexto de reducción de déficit.
Una última cuestión, que me ha resultado llamativa. Nuevos contratos, nuevas formas de negociación más locales, más manga ancha para el empresariado, aunque, eso si, más autoempleo y ayuda a la conciliación familiar. ¿Qué se va a hacer con el salario mínimo interprofesional y su rácano aumento?. ¿Que se va a hacer con los contratos de formación? ¿Qué se va a hacer con los investigadores, por ejemplo con los despedidos por el PP en estos años?.
Por lo demás, nada o casi sabemos sobre el problema territorial, la corrupción (que es cosa del  pasado según Rajoy, la reforma electoral, la gestión del sector publico o la modernización de infraestructuras (las carreteras nacionales, que se están llevando a cientos de vidas) por poner algunos ejemplos.

Seguiremos viviendo en la ambigüedad, cada vez más perfeccionada, y cada vez con más críticos en silencio.


Imagen El país

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