Fue
asomarme a una ventana y quedar cegado por un destello. Cien miradas vivas,
cien sonrisas engalanadas, cien vidas desbordadas, cien ilusiones intensas.
Pusieron
sus ojos en aquella ventana, buscando una imagen que construyera un recuerdo,
pero tras la imagen no quedó nada. La ventana se cerró y la sombra que la
guarnecía les abandonó.
Pero
crecieron. Sostenidos entre otras manos y cobijados bajo otra voz, crecieron, y
aun más que si hubiera sido junto a aquella sombra.
Hoy es su
fiesta, y aunque sea en la distancia, hacen felices a quienes debimos ser su
luz, y al final solo fuimos el humo de una raquítica llama. Nos hacen felices,
aunque solo sea con el lejano eco de su presencia.
A todos mis
niños, a los que están, a los que regresarán y a los que nos dejaron su
corazón, feliz día
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