sábado, 5 de noviembre de 2016

Incomunicados


Quizá una de las razones por las que la humanidad ha progresado hasta el escalón más alto de la vida haya sido su dedicación a la infancia. Su capacidad de transmitir a cada nueva generación un afán, un impulso. Y junto a ello datos, ideas, errores y necesidades.
La escuela ha sido el escenario de parte de ese trabajo, y la familia también. Y en uno o en otro tomando como método la comunicación. Ese gesto que hace que transmitamos, que demos, que compartamos, con una dosis de cariño y  de escucha. No se si en ocasiones tanta tecnología nos aísla en la escuela, creando mundos separados, conectados, pero separados, porque un cacharro no da besos, ni pone ojitos, ni intuye desastres, ni cobija sueños. Cuando llegamos a casa todo se repite. El universo que antes nos unía se reparte en otras necesidades de atención. Al final progresamos, porque como decía Gothe, la creación es un acto solitario, y en ocasiones violento. Pero ya no lo compartimos, ni escuchamos lo que un niño intuye que podrá ocurrir como precursor de lo que él será capaz de traer. Ni siquiera le escuchamos, hoy solo hay presente.

Una marca de chocolates ha hecho un anuncio que alerta sobre esa incomunicación dentro de nuestras casas, quizá de nuestras escuelas. Y lo hemos oído, lo han puesto en Internet. 

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