viernes, 25 de noviembre de 2016

Te quiero muerta



La violencia contra la mujeres, por el hecho de serlo, es una de más perversas. Ellas que dan y cuidan la vida, soportan, desde niñas, el abuso de quien las debe lo que son. 

Me he preguntado, como vería yo el problema si tuviera 15 años, y si además fuera mujer. Este es el texto de partida de nuestro debate


“El miércoles me perdí la primera hora de clase. Pero no fue una pella premeditada, es que el corazón no me dejó. Acababa de vestirme, apurando mi manzana ante el televisor, buscando como cada día esas rarezas con las que la tele te arranca una sonrisa para empezar la jornada cuando vi a Belén. Ahí, frente a mi, con toda su juventud, con todo su envejecido rostro, con todo su llanto.
Contaban que Belén sufre el acoso de su ex marido desde que se separaron hace años, impidiéndola rehacer su vida. Más de una docena de denuncias, decenas de órdenes de alejamiento, y un miedo feroz. Esa es su vida desde entonces. Me senté despacio, en el borde de la cama, y medio escuche entre llantos como aquella chica, que podría ser mi hermana mayor, junto a sus dos hijos imploraba vivir en paz, y le contaba a España cuanto era su miedo, y cuanta su convicción de que iba a morir. Así de sencillo, y así de cruel, como en el titulo de la novela de Marquez. Cuando acabó, y sin transición, la tele comenzó a contar de qué color son las bragas de Paris Hilton, apagué asqueada y me fui a la playa del Camello, a despejarme un rato, antes de ir a clase. Mientras recorría en el autobús una Reina Victoria desierta, me acordaba de Eli, una niña que fue conmigo a clase hasta acabar la ESO. Aun recuerdo como temblaba, su mirada de terror cada vez que se daba la vuelta en la calle, como miraba inquieta, girando sobre sí misma como una peonza, cuando su madre la iba a buscar al pabellón donde entrenábamos, como en verano no salía con nosotras, por no dejar sola a su madre. Su madre estaba separada, pero parece ser que su padre no. El muy cabrón se la tenia jurada, la había pegado varias veces desde la separación. En la calle, en el trabajo, y hasta en su casa. Y siempre delante de Eli. Un día no volvió al instituto. Se fue, con el miedo a otra parte. Y suma y sigue.
He intentado leer sobre el tema para comprender algo que no puedo entender, como un hombre, por ser tal, siente una posesión material sobre un semejante. Como alguien puede decidir joderle la vida a quien juro querer, ante Dios incluso, y con seiscientos testigos. Y luego tiene un hijo con ella, como si eso fuese poco más que meter en casa una lavadora. Y luego la quiere muerta.

Siempre nos vamos a lo típico. La tele, la rapidez de la vida… Yo creo que es algo más sencillo. La violencia forma parte de nuestra naturaleza, seguimos siendo cazadores del paleolítico. Más sofisticados, pero con Altamira aún metida en el subconsciente. Como dice mi profesor de filosofía, hubo tiempos en que la sociedad se esforzó en domesticar ese instinto asesino, al menos dentro del grupo. Los griegos, los hindúes o los celtas admiraban a la mujer, protegían a sus niños, y castigaban (bueno, ¿somos contradictorios no?) duramente a quienes violentaban al débil. Hoy nos esforzamos, y mucho, en despertar ese instinto, en contemplarle, en reflejarlo en el cine a cámara lenta, y en buscar su lado estético. Y claro, puestos a alentar el instinto, es más asesino un hombre, es más cruel un hombre, y es más posesivo un hombre. Como decía Aintze hace unos meses, es que nosotras somos madres. No podemos ser crueles, porque damos vida, no ambicionamos nada, porque lo tenemos todo, y guardadito en el vientre.Y todo eso, no hay más que observar, esta en las casas, y en la escuela.

La asociación Acción Alternativa, que dirige el sevillano Manuel Albert, ha explicado recientemente, que “La primera línea de combate en la lucha contra la violencia machista está en las escuelas y en los institutos. La mejor prevención para evitar semejante lacra es la educación de los niños y adolescentes que pueblan las aulas”.

Podríamos empezar dando importancia al papel que juegan los buenos tratos entre las personas y, especialmente, entre las parejas. Pero no. Hay mucha tensión en las aulas, los profes están crispados, mucha gente esta allí sentada por obligación, y la respuesta suele ser poco edificante por quien debe educar, y se limita a instruir, a una clase a la que a duras penas controla. Por lo menos en muchos centros públicos. Yo tengo amigas dominadas por sus novios con quince años, que no pueden vestirse a su aire, o ir a un viaje de estudios porque el tío niega el permiso. Los celos o las relaciones de exclusividad y de posesión, son visibles a diario, y eso es el comienzo de actitudes violentas, que además crecen como hongos, porque en todo lo que nos rodea (eso que llamamos sociedad) esas actitudes están muy asentadas.

Desde pequeñas se nos inculca inseguridad, y ellos (no todos, gracias a Dios) asumen su papel de machitos. Y uno se impone y la otra se deja. Un ejemplo. En mi instituto, de 12 delegados en primero de bachillerato, una es mujer. Yo. ¿Quien manda?. Ellos. ¿Con que votos?. Los nuestros.

Un recreo, una salida de clase o una cita de viernes hacen ver claramente como muchos chicos son incapaces de hacer compatible su pareja con su grupo de amigos, porque no se puede ser dulce y cariñoso, no se puede ser cómplice, y a la vez mantener el rollo duro con tus amigos. Y si no eres pareja de nadie, sufres igual las reacciones machistas de los chicos hacia sus compañeras, porque se encuentran en un ambiente masculino, y hay que quedar bien.

Sí, serán tonterías para quien lo vea desde fuera, y con ojos de cuarenta años. Pero para ellos no es más que un aprendizaje. Te tiran del pelo, te tocan el culo, te quitan el bolso para enredar, te empujan, te vacilan. Quizás sea para ellos solo un juego sexual, un tanteo, pero en realidad se están formando en una actitud de dominio, que a veces queda ahí, y a veces en la vida destrozada de una mujer como Belén.

Y es que dentro de un instituto nos fijamos solo en la violencia física, pero la tensión es continua, como en todo grupo, y el escape, casi siempre físico, por que los chicos son, en general muy primarios con quince años, pero no es sólo el maltrato físico del que os hablo, hay otras muchas formas.

Luego te viene el orientador, o cuatro monitores, te dan una chapa en hora de tutoría, y te teorizan, te mandan rellenar una ficha, o te piden que seas bueno. Y la gente hasta aplaude con las orejas. ¿Qué vas a hacer en una reunión de esas?. Fingir, decir amen y echarte unas risas. Pero los mayores se quedan así tranquilos, ya han cubierto la hora de tutoría. Pero nosotras quedamos ahí. Y tras la charla volvemos a la realidad. Los profes a explicar a Descartes o como resolver ecuaciones, que hay que acabar el programa, y ellos, cuando la hormona les pide guerra, a decirnos cuanto nos quieren, pero a veces muertas.



Imagen blogs las provincias

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