sábado, 1 de enero de 2011

Una sociedad con humos

Los humos cómo el tabaco uno los olvida en casa. Un ser humano es imposible que se muestre ante el mundo sin parar de fumar desde que se levanta hasta que se acuesta, igual que una persona no puede estar comiendo desde que se levanta hasta que se acuesta, ya que su estomago no puede estar ocupado todo el día y toda la noche.




Son actitudes extremas de una sociedad de bienestar impropias de una persona que se muestra en una sociedad cívica. El fumador empedernido se muestra como un inconformista ante la máquina, ante el sistema e inconscientemente esta luchando contra sus enganches emocionales, por medio de una huida fácil.
Lo mismo ocurre con la droga, con la tele, con el chat, con la ingesta masiva de comida, como es el alcohol, con el juego, con el sexo…… Es un suicidio a pequeña escala porque en el fondo el fumador es un buscador de su alegría.
El fumar no sólo es un acto mecánico que cuesta un pulmón, pues con una cajetilla al día del primer mundo, con humos, una familia del tercer mundo, sin humos come sanamente una semana. Sino el fumar es un acto social mal entendido, pues se puede vivir en sociedad sin fumar perfectamente y empatizar con la chica o el chico con la que elijas libremente bailar.
La experiencia de fumar una etapa de tu vida, como diría un amigo mío, hace que toleres al fumador, pero sólo al fumador liberado del yugo de la esclavitud, a ese hombre inteligente, que fuma en pipa o en puro y que conecta con su alegría y es capaz de dejar de fumar como un galán de Hollywood en los momentos oportunos. Ese virtuoso de la vida que vive en equilibrio emocional con el medio y fuma de vez en cuando, y que con sólo su presencia conquista todo tipo de ambientes, por su carisma no por sus humos.


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