lunes, 20 de diciembre de 2010

Me llamo Olga y fui del PRC


He intentado recabar entre los regionalistas de Torrelavega las virtudes políticas de la concejala recientemente dimitida en el ayuntamiento de Torrelavega. He desistido ante lo estéril del intento.
El caso es que su dimisión no ha pasado desapercibida, como en otros casos de políticos y gestores locales, ni se ha convertido en carne de página treinta en los periódicos, ni siquiera su marcha ha sido silenciada tras su fútil paso por el mundo de las artes democráticas. Este caso ha sido distinto, en todas sus vertientes, y aun no se porque.



Llegó a las listas municipales con el mismo aire de grandeza y divismo con que son presentadas las figuras del Real Madrid, transmitiendo la impresión de incorporar a la primera fila política a alguien más que una concejala, a un símbolo de un tipo de ciudadano concreto, de un entorno social concreto, de un área económica concreta. Su posición en las listas, a la vera del trabajador Carmona y del influyente secretario López, hacían prever un recorrido político importante, de la mano de las figuras clave del partido.
Luego no pareció que su lustre mediático fuera parejo a su productividad municipal. Un agrio enfrentamiento con los disidentes regionalistas de Acereda, una propuesta para sacar setenta aparcamientos más no se donde, un ajuste de cuentas con Calderón, una pregunta de control sobre viviendas sociales y poco más.
Poco bagaje para quien compartía la portavocía del partido en el segundo municipio de Cantabria, sobre todo si tenemos en cuenta que cada intervención suya solía acabar en tono grueso con el contendiente. Hoy no son pocos en el partido en Torrelavega los que aluden a la concejal dimitida como alguien poco concentrada en los temas a tratar, poco hábil en la negociación y poco presente en reuniones y horario de trabajo. Pero pese a ello estaba allí, cobraba medio sueldo de liberada, y recibía la encomienda de dar la cara por el partido, en una particular bicefalia, cuyo correlato en el liderazgo del partido en la ciudad no existía. Pero seguía allí.
Resulta complejo entender si, como muchas voces se levantan en arrullo ahora, la muchacha era poco digna representante del colectivo, porque seguía siendo la mitad de la cabeza visible del partido. Es más, el nombramiento de su sustituto, un joven dirigente vecinal, ha sido acogido por la oficialidad casi como una liberación, viendo en el número nueve de la lista, un aire renovado y fresco que impulsará al partido. Hasta el punto de darle un sustancioso número de puestos en comisiones, como si estuvieran deseosos de tener a alguien que se entere al fin de algo.
Algún día, y me temo que pasaran muchos, alguien nos debería explicar cual es el criterio que los partidos barajan a la hora de elegir sus candidatos. Parto de la base, que estamos en una democracia impuesta, no en cuanto a sistema, sino en cuanto a estructuras de poder y representación. Así, un señor que se erige en líder de un partido, casi único cauce de representación política en nuestra sociedad, elige a quien a él le gusta y te lo presenta cada cuatro años. Y son lentejas, si comulgas con esos ideales, en el paquete va el candidato, y si este no te gusta, a la oposición o a la abstención. No hay escala de grises en nuestra política. Blanco o negro. Lo curioso es que Olga (perdona que te tutee) ha pasado del blanco al negro, entre sus propios compañeros, en días, y nadie explica porque.
La versión oficial nos indica que la mujer se encontraba sola y aislada en el partido que la mantenía medio liberada y hacia descansar en ella su voz. Pues no se, muy convincente no parece.
En todo caso, si una persona esta en un puesto de cierta responsabilidad en un partido, y aspira a medrar en él, decir ante los micrófonos de la COPE que su líder (Miguel Ángel Revilla) se equivoca al mantener una alianza estratégica con otro partido (socialistas), gracias a la cual están en el poder, o que el principal ideólogo de su partido (Rafael de la Sierra), carece de capacidades políticas y personales para enfrentarse al maravilloso candidato de la oposición (de la Serna), no parecen medios adecuados para hacer amigos, máxime en un partido más construido sobre personas y fidelidades que sobre ideas. Luego dar ese paso responde a algo más que a una pataleta.
La guinda de esta novela de misterio ha sido la prensa. La capacidad de algunos periodistas para hacer panfletos en lugar de contar noticias, o de aprovechar coyunturas para navajear impunemente, antes que para analizar y explicar sucesos, es soberbia. Una ciudadana como yo puede opinar, respetuosamente, pero con la poca trascendencia que me proporciona mi escasa colección de lectores. Un profesional debe medir sus palabras, pues crea opinión, para eso cobra, y esta debe ser responsable.
Y tengo la sensación de que, fina y diplomáticamente, se ha sido muy canalla con Olga. Doy por entendido que nunca entrará en la mitología política española, y que su presencia en listas y puestos ha sido más el capricho personal de alguien que el resultado de un valor público contrastado. Pero dicho eso, publicar a los cuatro vientos su vida personal me parece miserable y rastrero. Miserable por parte del líder su partido, a la sazón presidente regional, que por unas horas olvidó que entre sus cometidos esta el velar por los valores comunes, uno de los cuales, el respeto a la mujer y la igualdad de sexos, esta en entredicho en este país a golpe de asesinato y discriminación laboral. Y ese olvido le llevó a asociar las ideas y opiniones de su ex concejala, con su condición de compañera sentimental de un jerifalte de la oposición. Una acusación muy grave, si la tomamos como una manifestación de su ineptitud y facilidad de manipulación, o si la tomamos como una corrupción, en este caso propia de quien se vende, no por dinero, sino por amor o querencia. En todo caso, una irrupción intolerable, y despreciable, en su vida privada.
Y no es una anécdota, sino una reincidencia, si recordamos el desgraciado comentario realizado en un pleno por el teniente de alcalde de su ciudad, Pedro Aguirre, que descalificó y ridiculizó una propuesta de la concejala, sobre regulación y reorganización de aparcamientos, en base a una argumentación sucia sobre los hábitos, costumbres y rasgos personales de esta mujer. Y nadie dijo nada, y solo, y sola, ella hubo de defenderse. Esa pauta es la que se sigue en Cantabria con muchas mujeres. Los alimentos deben ser ecológicos para venderse, los partidos paritarios para lo mismo, venderse, pero en el fondo, en muchos de sus dirigentes subyace un profundo desden, cuando no desprecio, por las mujeres que aparecen en su coto de poder.
Hoy la prensa recoge la nueva normativa sobre igualdad que impone el gobierno regional, a través de una mujer, Gorostiaga. Podrían los políticos, varones, comenzar por defender el espíritu de esa ley, la defensa de la dignidad, el valor y el respeto a la mujer. Por ejemplo, no incluyendo en listas a mujeres florero, para luego quitarlas el agua, o peor aun, para, entre risotadas, mearse en el tiesto.


Imagen Eldiario Montañés

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