miércoles, 26 de enero de 2011

De repente, un extraño


Hubo tiempos en los que nuestra mirada del mundo se hacia a través de aquellas imágenes en technicolor, en las que los grandes héroes de antaño salvaban al mundo, a la chica o a un pozo de agua, enfrentándose a malos extravagantes. Por aquello de que la maldad también se expresa en el colorido y el exotismo. El paradigma del malo, y tonto, era el indio. Nada había más pérfido y espeluznante que una anárquica bandada de indios levantando polvo en la pradera, cabalgando como posesos en pos de una diligencia, un carromato con chica, o un grupo de indefensos soldados americanos de caballería que, claro, aun siendo menos, siempre mataban a todos los indios, dedicados a dar vueltas en su entorno, caóticamente, como buscando una bala.

De hecho, en mi barrio, cuando, los chicos jugaban en las calles o en el solar de la tabacalera, nadie quería ser indio, era un estigma insufrible. Incluso cuando el indio se quitaba la pluma, montaba en coche y su rostro quedaba oculto entre fotogramas en blanco y negro, nos daba pavor, o cuando menos desconfianza, como bien revelo Berlanga en Bienvenido Mr. Marshall. Indio, americano o extranjero, la losa trentina de nuestras ancestrales luchas contra piratas, aztecas, flamencos o ingleses, ha dejado en nuestra sociedad una estela de comedido equilibrio entre el odio y la aversión, hacia extranjeros, foráneos o indios. Pero ya se sabe, el fútbol todo lo cura.
Siempre, en estos casos, me viene a la mente un adagio de mi viejo profesor de filosofía, “nadie quiere un negro en su vecindario, salvo que sea el presidente de General Motors”. Y aun así, siempre queda un rescoldo de desdén.
Reconozco que no entiendo nada de fútbol. Y no me refiero al juego, que tampoco, si no a toda esa morralla político-corrupta-mercantil que le atraviesa hasta el tuétano. De entrada, el tratamiento que la prensa y el aficionado medio han dispensado a Ali Syed, seria justificación suficiente para que este hubiera mandado a la mierda a toda la ciudad y nos hubiera metido el campo del Racing por el duodeno, y sin vaselina. Empezando por el presidente regional, que primero no se cortaba un pelo en verter críticas sobre el indio, y ahora de pronto bebe los vientos por él y le tacha de sabio. Y es que, cuando Miguel Ángel mira a los ojos, descubre el interior de las personas, que más parece un médium en albarcas que un simple presidente autonómico.
Puedo entender la desconfianza de muchos sectores hacia la llegada de un empresario del que hay, a día de hoy, poca información fiable, mucho cotilleo de prensa local (no nacional ni seria) sobre supuestas espantadas en otras partes del mundo, muchas lagunas en cuanto al conocimiento de su solvencia y actividad y muchas dudas sobre sus intenciones. Pero eso no es justificación para deshonrar a un hombre en público de manera gratuita. Máxime cuando luego, al verle, le vas a tener que rendir pleitesía, con lo que quedas a medio camino entre ser rastrero, idiota o miserable.
Eso si, comparto temores. No resulta muy normal que un empresario de postín (admitamos pulpo como animal de compañía) se muestre interesado en la compra de una sociedad deportiva que carece de patrimonio, a la que ya no le caben las deudas en casa, con la amenaza de un proceso ejecutivo por parte del fisco, cuya situación deportiva es triste, muy triste, y que representa a una región pequeña e incapaz de mover un tren cuando hace frío (de la catenaria de adif hablaremos otro día) y de interés económico desconocido.
Pues si, todo resulta incomprensible, como una obra de Jardiel Poncela. Pero no entiendo porque tanta frustración y desconfianza se vierten sobre el “magnate” indio, y no sobre quienes tenemos más cerca.

De entrada, hablamos de una empresa privada, no de las más grandes ni importantes de la región, a la que la administración pública sostiene para no desaparecer, cuando resulta que es económicamente inviable. En otros sectores, las leyes habrían impedido la entrada masiva de capital público para sostener su derrumbe apelando a las leyes de la competencia, y decenas de empleos se habría perdido, como va a ocurrir con la privatización y saneamiento de cajas y bancos, sin que nadie lo impida.
De entrada, los procedimientos ejecutivos, especialmente por deudas inferiores a 3.000 euros, están a la orden del día en esta región, en un autentica ceremonia de extorsión, ante la que todos estamos callando, que permite que hacienda saquee a pequeños empresarios con pequeñas deudas, amparándose en que estos no recurrirán los procedimientos ejecutivos, mientras las grandes empresas que acumulan gigantescas deudas con hacienda, pero que tiene medios para recurrir en los tribunales de van de rositas. De hecho, ayuntamientos como el de Torrelavega te colocan en lista pública de morosos y te embargan hasta por 30 euros. El Racing debe siete millones, siete millones de euros, y no los paga, tras varios aplazamientos y acuerdos, y esta por ver que los pague, en tipo, forma y cantidad.
De entrada, las administraciones han invertido en este club una ingente cantidad en créditos participativos (créditos inaccesibles para miles de empresarios en la actualidad), en el mantenimiento de las instalaciones deportivas de la entidad, de titularidad pública, y en otros aspectos que no se airean. Todo en una cantidad detraída de otras partidas (fútbol femenino, rugby o voleibol, por ejemplo) y que se rescatará en dieciocho meses y no sabemos con que contraprestación financiera. El mismo gobierno, dicho sea de paso, que sigue contratando los servicios de Gómez Acebo y Pombo, el prestigioso y carísimo bufete de abogados de Madrid, para el asesoramiento jurídico y la organización de la compraventa, obviando el hecho de que los cantabros ya pagan un servicio jurídico del gobierno regional con sus impuestos.
De entrada, el gobierno regional se ha quitado de en medio de la gestión de un club, cuya administración es, cuando menos, reprobable por inepta, siendo capaces, sus directivos, de contratar maulas a precio de oro (entrenador incluido) y de permitir que los jóvenes de la cantera vayan cedidos a equipos de segunda, cuando en la primera plantilla no hay gente suficiente o capacitada para cubrir los puestos que ellos dejan, obligando a contratar a nuevos maulas, para engordar el endeudamiento que paga toda la sociedad.
De entrada, ya veremos cuantos de esa panda de comedores que han ido hundiendo al equipo en las últimas décadas, dejan sus oficinas.

Es muy bonito amar a unos colores, sentir el racinguismo y vendernos la patraña de que el equipo transmite una imagen (penosa, por cierto) de la región. Pero es muy feo no tener prioridades, enterrando un dinero que no tenemos para cosas más perentorias, en empresas privadas guiadas por la corrupción, el amiguismo y la ineficacia, y que solo sirven de trampolín para turbios negocios y para que haga carrera lo más mediocre de cada casa.

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