domingo, 30 de enero de 2011

Una pensión inalcanzable



“Nunca tan pocos jodieron tanto y a tantos”. La frase bien podría haber sido de Winston Churchill, pero no, es de cualquier español, normal y corriente.
La mal llamada reforma de las pensiones, que de forma acelerada se ha cerrado estos días, plantea un futuro muy incierto para todos aquellos que, como yo, nos encontramos aun en periodo de formación y que, a día de hoy, no vemos el momento de poder entrar en el mercado de trabajo.

Desde luego, las prisas nunca han sido buenas consejeras. Los responsables de tomar decisiones en este tema llevan, es cierto, meses debatiendo sobre un tema, como este, capital, pero, como en otros casos, no ha podido haber acuerdo hasta que el gobierno no ha acudido a su tradicional ultimátum, “o dices que si, o lo impongo por decreto. Y todo ello con fecha fija. En este caso un viernes. Ya simplemente este hecho es indignante. Que un tema de tanta trascendencia, que afectará tanto a nuestras vidas, se decida con esta premura, sin dar margen alguno a la reflexión, es para dejar de creer en la humanidad, al menos en la queda en Moncloa. Pero claro, todo en la vida tiene explicación. El día 3 de febrero los agentes sociales se reunirán en Madrid para firmar esta reforma del sistema de pensiones, curiosamente, un día antes de que Ángela Merkel llegue a Madrid para asistir a la cumbre bilateral con España. Y claro, Zapatero se veía precisado de mostrar a la alemana algún avance en su política de reformas, pero no por que ello beneficie o no a los españoles, si no porque Alemania, como Francia, son ingentes acreedores de deuda pública española y de créditos comerciales, además de garantes de un sistema monetario europeo que, con España en bancarrota, será imposible mantener y que obligaría, como mínimo, a aportar a los contribuyentes alemanes ingentes cantidades de recursos financieros. Y lo entiendo, una cosa es que Alemania tenga mala conciencia tras las guerras mundiales y el holocausto, y otra que sea un país de idiotas, dispuesto a pagar, siempre, los errores y barbaridades de los demás gobiernos.
Todo eso es comprensible, lo que no lo es, es que el criterio de un gobierno, el nuestro, sea seguir la estela, siempre, de mercados, inversores extranjeros, gobiernos o agencias internacionales de todo pelo y condición. Eso solo puede promover medidas acertadas de casualidad.
Una improvisación que afecta, incluso, a las personas inmersas en estos procesos. Muy mal ha debido ver la situación el ejecutivo, cuando el defenestrado Caldera, uno de los rivales de Zapatero, en sus comienzos, ha sido llamado de urgencia para intentar arreglar, in extremis el acuerdo con las partes. Unas partes, por cierto, desconcertantes. Nadie sabe que papel ha jugado en este circo la patronal que, o bien esta desaparecida, o bien Rosell todavía no ha aterrizado, o bien su papel ha sido tan importante y decisivo, que es mejor que no se conozca (por aquello de que esta gobierno era de izquierdas). Lo de los sindicatos es más comprensible. Nadan en el desconcierto. No pueden enfrentarse abiertamente al gobierno, viven de él, además carecen de fuerza tras varios patinazos. De otra, el ministro de trabajo es uno de los suyos, con lo que ya han perdido la perspectiva de quien es el enemigo. Y para rematar, no saben en que situación estamos. El 18 de junio de 2008 se hicieron la foto con un presidente que proclamaba la solidez del sistema de pensiones, dos años después estamos en bancarrota. Así que no es raro que primero negasen la jubilación a los 67 y ahora digan que si. Lo raro es que no la hayan firmado, por error, a los 75.

Pero todo eso son flecos, anécdotas, elementos propios del atrezzo. Lo fundamental esa en otro lado. Las reformas que ahora se pregonan nos están dibujando, un día tras otro, un país de cartón piedra, donde en el fondo, nada funciona, o todo es aparente. Donde nada es tan sólido como se había proclamado. El sistema financiero hace aguas y no se ve la manera de salvarle, el sector inmobiliario esta en escombros, la educación es el culo de Europa, la sanidad requiere unas inversiones que no podemos realizar, el sistema de pensiones solo estará operativo unos años si no se remedia. Pero nadie habla de trabajo. Nos pasamos la vida poniendo parches en las consecuencias de un sistema a medio construir durante la transición, empeorado por decisiones infames e irresponsables. Pero nadie habla de la causa, ni le pone remedio.
Quiero decir. La cuestión ahora es ver como pagar a los que tengan el privilegio de jubilarse, como pagar y ayudar a las familias que carecen de ingresos por trabajo, de rescatar a los bancos y corporaciones causantes de parte de nuestros males. Como prejubilar a miles de trabajadores para evitar que las empresas cierren, o para que no tenga trascendencia social su cierre. ¿Pero cuando vamos a hablar de como conseguir trabajo?. Ahora se dice, una vez más, que el acuerdo de pensiones incluye medidas en el campo de políticas activas de empleo. Nadie sabe cuales, pero será alguna idiotez generalista. Con todo, ¿como va a cobrar, una persona como yo, una pensión algún día, si quizá no pueda encontrar trabajo hasta los 27 o 28, y desde entonces hasta los 67, visitaré el INEM varias veces?. ¿Como voy a completar mis años de cotización, si parte de mis días de trabajo nunca estarán computados, en el reino del mercado negro y las facturas sin IVA?. ¿Como voy a jubilarme y obtener prestaciones, si primero no obtengo trabajo?. Se imponen cada vez condiciones más cicateras para acceder a la protección social por jubilación, cuando la marcha de nuestro mercado de trabajo hace cada vez más difícil poder cumplirlas, especialmente a aquellos que aun no hemos accedido al mercado laboral, y que soportamos un 47% de paro, los jóvenes. Se imponen esas reformas en un país donde el empleo es precario, donde el trabajo por horas se ha generalizado, donde muchos empleos carecen de contrato y, por tanto de cotización, donde los temporeros están a la orden del día, y mientras se nos castiga a unos, otros reciben bonos, complementos de pensiones o generosas prejubilaciones a los 52 años, aumentando la insoportable carga de la seguridad social.
Quizá, fuese más fácil hacer que trabajase más gente, contribuyéndose así más al sistema, que explotar hasta la extenuación, a los pocos privilegiados que lo hacen.
Esa es la cuestión a debatir en la semana en que hemos establecido un nuevo record de paro, el máximo en los últimos trece años.


Imagen ElPaís

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