domingo, 23 de enero de 2011

El cuchillo en la palabra


Anoche estuve sola. También el amor se toma pausas, y se enfada, y se oculta. Pero aunque a veces no encuentre palabras sigue ahí. Acurrucado en un rincón, esperando que el otro borre una frase, y te levante del suelo, y te de cobijo en su pecho.

Ocupe mi tiempo en un libro de Juan Eduardo Zúñiga que Miguel me había regalado. “Escúchate en él”, me dijo. Pero el libro desprende algo más que una sola voz. Es un conjunto de relatos breves, enigmáticos, inquietantes, a veces lacerantes. Relatos que hablan de maestros que descubren que su labor no vale nada, de hombres que buscan en su derredor una verdad que solo pueden producir ellos, de gentes que almacenan un odio del que nadie sabe su origen, de palabras que calman, de palabras que buscan, de palabras que crean, de palabras que hieren.
Entre todos ellos llamó más mi atención la historia del campanero de San Sebastian. Es la fábula de un hombre que se hizo cargo del cuidado de una vieja iglesia, tañendo cada día sus campanas, hasta que descubrió que aquel trasiego constante de subir y bajar escaleras era demasiada carga para sus huesos, quizá envejecidos, o quizá tan solo acomodados. Preso de esa duda, el campanero decidió finalmente quedarse a vivir en lo alto de la torre, y desde allí cada día voltear las campanas. Su vida se completaba con la visita diaria de una anciana del lugar que, a la vista del hecho, había decidido ayudar en su misión a aquel hombre, llevando en cada jornada el alimento. En uno de esos días, la anciana, que le había llevado vino junto al resto de viandas, compartió con el hombre la comida y, quizá por efecto del zumo fermentado, entonó una canción misteriosa, que tonaba de hombres y mujeres que se buscan, de gentes que se pierden, de personas que deben vivir juntas y construir a medias, y que se empeñan en separarse, y odiarse, y malherirse. La rima dejó al hombre profundamente perturbado, así que al caer la noche tomó la decisión de descender de su retiro y buscar, no sabemos con que intención, a la anciana. Mientras descendía por la escalera, en uno de sus rellanos, aquel hombre quedó pálido y paralizado ante una imagen de San Sebastian, abierto en carnes por las flechas de sus martirizadores, que le mostraba, en realidad, cuan profundas eran las heridas que el mismo escondía, fruto del absurdo abandono de su vida, en aquella misión estéril de custodiar las campanas, y por el ensordecedor ruido de aquella torre, que le había dejado sordo, ausente de la vida real que le rodeaba. El hombre, tomando conciencia de su error abandonó aquella misma noche la iglesia, en busca de si mismo.
Cerré el libro con la mirada perdida y los oídos cerrados, presos de mis pensamientos, hasta que un manotazo seco sobre una mesa y la furibunda frase que le seguía me rescató de mis pesadillas. Al fondo de la estancia, frente a mi, permanecía encendido el televisor, sintonizando una cadena nacional, en la que María Antonia Iglesias y algunos más, peleaban verbo en mano y piedra en ristre, contra Celia Villalobos y otros tantos, pergeñados de igual armamento. Cada uno en su campanario, con los oídos sangrantes entre el fragor de su campana, llamando a lo alto de su torre a más fieles, para hacer acopio de huestes, sordas e ignorantes, pero contribuyentes al odio común, y al vociferio preciso para acallar la razón y la convivencia.
En una pausa de la trifulca puede comprender de que hablaban y el porque de se vehemencia. El tema de debate era la manera en que las palabras irresponsables conducen a la agente al odio, la visceralidad y la crispación. Gritaban sobre como las palabras, mal dichas o peor pensadas pueden incendiar una convivencia o un país. Como las palabras, como cuchillos, pueden ser las culpables de conductas como las que han llevado en Murcia, y otras regiones de España, a agresiones, enfrentamientos, descalificaciones y odios políticos.
Y tenían razón. Cuantos campanarios absurdos nos obsesionan, cuantas campanas no nos dejan oír y que pocos políticos y periodistas se han bajado del campanario.

No hay comentarios:

Comparte en las Redes

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...