Apenas tiene 17 años, pero su nombre ya circula por las playas más ventosas del planeta. Mikel Ayarán, nacido en Getaria y criado entre mareas vivas y amaneceres salados, se ha convertido en una de las irrupciones más prometedoras del circuito mundial de kitesurf. Su estilo, una mezcla de intuición natural y ambición silenciosa, está levantando miradas. Nos reunimos con él entorno a una pantalla desde algún lugar del mundo, desde donde habla con la misma calma con la que navega: sin prisas, pero con la determinación de quien sabe hacia dónde sopla el viento.
Pregunta - Mikel, vienes de un pueblo marinero donde la vida
gira en torno al mar. ¿Qué recuerdas de tus primeras conexiones con él?
Respuesta - Recuerdo que el mar era el lugar donde jugaba,
donde me escapaba cuando quería pensar y donde aprendí a respetar la
naturaleza. Mi aita me enseñó a surfear muy pequeño, pero el día que vi a unos
riders volando sobre las olas en la playa de Santiago sentí algo distinto. Era
como ver a alguien rompiendo las reglas del mar sin romper su armonía. Supe que
quería hacer eso.
P-¿Cuántos años tenías cuando te subiste por primera vez a
una tabla de kite?
R-Diez. Y fue un desastre [ríe]. No controlaba nada, me
arrastró el viento y terminé lleno de arena. Pero esa mezcla de miedo y
adrenalina fue increíble. Desde entonces, cada tarde después del colegio quería
volver.
P-Has progresado muy rápido. A los 12 estabas compitiendo, y
ahora, con 17, estás entrando en el circuito mundial. ¿Qué ha impulsado esa
evolución?
R-La constancia. En el Cantábrico puedes pasar semanas sin
viento bueno, pero si quieres crecer, no vale esperar al día perfecto. Entreno
con viento flojo, agua fría, lluvia… todo suma. Y luego está la comunidad. Los
riders locales de Guetaria y Zarautz siempre me han apoyado. Aprendí mucho de
observarles.
P-El salto al circuito mundial suele impresionar. ¿Cómo lo
viviste tú?
R-Da vértigo. De repente estás en Tarifa o en Brasil,
rodeado de gente que llevas años viendo en vídeos. Pero cuando entras al agua,
desaparecen los nombres y quedan solo tú, el viento y la tabla. Ese momento de
concentración absoluta es mi lugar seguro.
P-Muchos entrenadores hablan de tu “lectura del viento”,
como si fuese algo innato. ¿Tú lo ves así?
R-No sé si es innato, pero sí siento que tengo una relación
especial con el viento. A veces sé por dónde va a entrar antes de verlo.
Supongo que crecer aquí, en una costa con tantos cambios, te obliga a afinar el
instinto.
P-¿Cuál ha sido tu momento más especial desde que compites?
R-Este año en Tarifa. Hice un kiteloop muy grande, aterricé
limpio y escuché a la gente gritar desde la orilla. Esa sensación de volar unos
segundos es algo difícil de explicar. Todo el esfuerzo cobra sentido.
P-¿Y el peor?
R-Mi lesión de tobillo con 15 años. Estuve varias semanas
sin poder apoyar bien el pie. Me dio miedo pensar que quizá no volvería al
mismo nivel, pero también me hizo valorar más cada sesión de agua.
P-¿Cómo lleva un chico de 17 años la convivencia entre
estudios, viajes, entrenamientos y competición?
RCon mucha organización. El instituto me da facilidades,
pero sigo teniendo que estudiar en aeropuertos, en furgonetas o en habitaciones
de hotel. A veces es duro, pero cuando te dedicas a algo que te apasiona,
encuentras huecos.
P-¿Quiénes han sido tus referentes dentro del kitesurf?
Liam Whaley me encanta por su estilo agresivo y controlado.
Pero también me han marcado riders de aquí, de Euskadi; esa gente que entrenaba
casi en silencio y que me regalaba consejos cuando yo era un crío.
P-El kitesurf suele ser presentado como un deporte extremo,
pero quienes lo practicáis habláis mucho de conexión, de sensibilidad. ¿Qué
significa para ti estar sobre el agua?
R-Para mí es algo casi meditativo. Hay adrenalina, sí, pero
también calma. Cuando estoy navegando, me olvido de todo. Es un diálogo
silencioso con el viento y el mar. Y cada día es distinto.
P¿Qué metas te pones a corto y medio plazo?
R-Quiero seguir creciendo paso a paso. Entrar en el Top 10
mundial sería un sueño, y pelear por un título, aún más. Pero mi objetivo
principal es mantener esta sensación de disfrute. Si la pierdo, nada tendría
sentido.
P¿Qué le dirías a un chaval o chavala de la costa vasca que
quiere iniciarse en el kite?
R-Que respete el mar, que aprenda con calma y que disfrute
sin obsesionarse. El progreso llega cuando amas lo que haces. Y que no se
compare con nadie; cada uno tiene su ritmo.
Mikel Ayarán habla con la serenidad de quien mira a largo
plazo, pero navega con la osadía de quien no teme a nada. Su figura se mueve
entre la humildad vasca y la ambición del competidor nato. Si el viento sigue
soplando a su favor —y todo apunta a que así será—, el nombre de este joven de
Guetaria resonará mucho más allá de las playas del Cantábrico. Porque algunos
nacen para seguir las mareas; otros, como Mikel, parecen llamados a dirigirlas.

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