Gorka
Merchán estrena esta semana en España, “La casa de mi padre”. Una opera prima
que rezuma la pena de un pueblo condenado a ser extranjero bajo sus propias
estrellas. No cabe duda de que estamos ante una película valiente, que revela
una mirada ácida y desilusionada de un pueblo sin norte.
No merece
la pena desandar pasos y revisar una vez más el pasado, pero si reflexionar,
con calma y sentido sobre el futuro. Las pasadas elecciones han dejado fuera de
la partida a un PNV sacudido por una victoria estéril. Que duda cabe que la
perdida del poder por los nacionalistas esta asociado a sus propios errores, a
nuestra propia indolencia y nuestra carencia de sentido de estado, a nuestras
disputas internas, las que nos han separado de EA, a un discurso político
rancio, a unos compañeros de viaje (EB) exhaustos de no hacer nada, y a una
fijación enfermiza en el soberanismo, soslayando los intereses cotidianos del
pueblo, como el paro, la seguridad o la educación. Todo ello ha obrado el
milagro. PP y PSOE se casan.
Lo que en
cualquier lugar normal habría sido tachado de mera anécdota, la alternancia
política, en Euskadi, sin embargo, se ha mudado en una seria amenaza. De nada
vale apelar a la higiene y la normalidad democrática, como explica Patxi. Los socialistas
han buscado desde hace años este momento, y ni ellos ni nosotros hemos sabido
evitar que un 40% del electorado se quede en tierra en este nuevo viaje. Ya lo
intento en los 80 Benegas, pero las exigencias de EA evitaron un pacto anti
PNV. Tanto que los socialistas cejaron, apoyaron a Ardanza y mandaron a Benegas
al retiro madrileño. Pero ahora no, ahora no están dispuestos a perder el
sillón. Y el PP tampoco.
Los
populares saben de sobra que la marginación peneuvista va a tener consecuencias
para la convivencia, y que su alejamiento total del poder evita una oportunidad
histórica de entendimiento entre nacionalistas y no nacionalistas. Lo saben
tanto como que al jugar con los socialistas se están tendiendo en un lecho de
víboras, y que al menor descuido serán envenenados. Pero las huestes de
Basagoiti no tienen más salida. La marcha de San Gil ha dejado a los populares
muy tocados, con lo más experimentado fuera, y un grupo de críticos con mucha
fuerza entre el empresariado medio, al mando de Barreda, dentro. Ante ello,
Basagoiti y Oyarzabal, que han pretendido en estos meses una renovación del
partido, con gente joven, sobre todo de Vizcaya, que evite una hemorragia hacia
Rosa Diez y un hundimiento a nivel nacional de Rajoy. Maestro y aprendiz precisan
éxitos rápidos que apuntalen a un partido acosado por la disputa del liderazgo
y la corrupción. Pero un frente nuevo se ha cernido sobre el líder popular.
Tras años de sequía, y la perdida progresiva de sus pequeñas cuotas de poder en
Guipúzcoa y Álava, el partido se ha lanzado a una guerra sorda por controlar la
organización, en vísperas, además, de un congreso regional, en el que los
donostiarras de San Gil y los alaveses están dispuestos a dar batalla contra lo
que ellos consideran el desembarco de un grupo de jóvenes inexpertos, dóciles a
Madrid y extremadamente conservadores. Y es que muchos populares de siempre, de
los de escolta y amenaza, que han dado mucha sangre y muchas lágrimas a esta
tierra, no están por la labor de entregar el partido al Opus Dei.
Podía el
nuevo gobierno haber entregado la cámara de Vitoria al partido más votado,
manteniendo la presidencia parlamentaria en manos del PNV. Podía haber buscado
a un nacionalista de consenso y dar un paso a la normalidad y la convivencia.
Podían incluso haber tomado la iniciativa de colocar al frente de la cámara a
un/una popular vinculada a esta tierra y con predicamento entre los grupos. Es
cierto que venido de los tiempos de confrontación, y crecido bajo el manto de
Iturgaiz, Leopoldo Barreda parecía poco adecuado. Pero muchas miradas se
detuvieron estos días en Laura Garrido Knorr. Educada en una ikastola, y vasco
parlante, Garrido Knorr es fiel representante de la corriente alavesa del PP.
Gente formada, tolerante y experimentada, bien dotada para el dialogo y
respetuosa con las tradiciones y los valores de Euskadi.
Abogada y
licenciada en ciencias políticas, con un master en administración pública,
Laura Garrido maneja tres idiomas, pertenece al Euskal Talde Popularra desde
1990, habiendo desempeñado todos los cargos posibles, desde concejal (en
Burrundia y Lizartza) hasta presidenta de comisión, pasando por la
vicesecretaria del partido de organización y asuntos sociales y parlamentarios,
cargo que ocupa desde 2006. Frente a ella, Basagoiti ha decidido repartir entre
los fieles, promocionar a nuevos valores apegados al neoliberalismo y buscar el
apoyo de los guipuzcoanos no adscritos a San Gil.
Es una
respuesta estratégica a la lucha por el poder, no una respuesta política a una
situación, en esta legislatura, muy compleja y delicada.
El peón,
Arantza Quiroga Cia. De padre castellano y madre euskalduna, Arantxa entro en
política a los 21 años, en el difícil ayuntamiento de Irún. Merece todo mi
respeto quien, siendo mujer, algo nada fácil en esta sociedad, ha decidido
jugarse el pellejo en la arena política, en torno, además, a unas ideas que son
una invitación constante a la bala de las hienas de HB. Es de respetar el
trabajo de quien tiene que oír cada día, como única valoración política que es
guapa y tiene una sonrisa natural, que ya hay que ser mala persona para decir
eso, pero solo eso. Y merece todo apoyo y respeto, quien se ha pasado toda la
campaña recorriendo Euskadi, dando mítines e intentando explicar sus ideas, junto
a un coche de la erzaintza y dos escoltas, todo un signo de normalidad y
democracia. Pero esto no es un homenaje a quienes sufren, sino el diseño del
futuro de un país. Basagoiti pretende poner a la manija del parlamento de
Vitoria a un político inexperto, que no sabe euskera, que mantiene posiciones
morales y sociales ante diluvianas y clasistas, que pertenece a una secta
repudiada por la mayoría de los católicos vascos y cuya formación se reduce a
la licenciatura en derecho. Vale que su simpatía le haya hecho acreedora a los
guiños de Aznar, por quien pierden los huesos Oyarzabal y Basagoiti. Vale que
el merito de hacer política españolista en el Goierri es inmenso. Vale que ha
soportado muchas zancadillas en su propio partido. Pero eso no es bastante
aquí.Mª Jose Usandizaga, la venerable diputada popular, contaba en una
entrevista, hace pocos años, que del hambre viene los atracones. Y de la
inocencia la ceguera. Este es un caso claro. La tímida Arantxa, con su
proverbial tendencia a enclaustrase en lo español, y evadirse de lo vasco va
camino así de convertirse en la primera demostración de la sensibilidad de
Basagoiti, enamorado de si mismo y pagado de un triunfo que solo es el de ser
el amante obligado. Euskadi espera un cambio que aúne progreso y reconciliación.
Los
populares esperan demostrar, tras tanto sufrimiento personal, que son útiles al
país. Al final solo asistiremos a un error, el de quien mira al poder, y no a
Euskadi.
Imagen
aranchaquiroga.wordpress.com
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