Democracia versión lazkao

En semana electoral, una fiesta de la democracia, dicen, la actualidad nos ha soltado en el morro la historia de Emilio Gutiérrez. Un ciudadano vasco que armado como un orco se lió a ostias con el garito de los radicales de su pueblo, que previamente habían brindado, como en las grandes ocasiones, por que sus aguerridos gudaris habían reventado una casa del pueblo y, ya de paso, habían dejado sin casa a medio pueblo. Para unos, es una muestra del fascismo español, que solo sabe recurrir a la violencia, algo a lo que están acostumbrados los españoles para someter al pobre pueblo vasco.
Para otros, Emilio, prota de blogs y columnas de media derecha mediática española, es el nuevo Cid. Salvo por el yelmo y la espada que, gracias a Dios, no tenia, Emilio emerge como un quijote dispuesto a liberar a sus convecinos de la opresión de los desalmados abertzales (o como se diga).Sin embargo, todo suele ser, normalmente más sencillo. No hay que irse tan lejos, ni colocar todo en la mirilla de la política. Emilio, simplemente, es un ciudadano normal, de esos que planean su vida, que tiene ilusiones y que se emocionan con su casa, sus hijos y su equipo de fútbol, que esta hasta los cojones de vivir en un país sin ley, donde, dependiendo de que autonomía te haya caído en suerte, debes sufrir mil arbitrariedades, y unas desigualdades de esas que, ahí si que estoy de acuerdo, se veían en la España del Cid y del Quijote.
Y es que hay una cosa en esta historia que no entiendo. ¿Cómo es posible que Emilio destruyera con una maza las instalaciones de la Herriko Taberna de Lazkao?. Por que según la decisión de los tribunales, uno de los poderes del estado, y guardianes de la ley y la justicia, esos establecimientos de “hosteleria” estaban clausurados, como tantas otras cosas (grupos parlamentarios, partidos, medios de comunicación, asociaciones de presos…). Pero todo ese montaje sigue en pie, la ley no se cumple. Claro, como el juez que lo dicto y que debe vigilar el cumplimiento de la norma estaba de caza con el ministro de justicia, pues no pudo cerrarlas. Y estaba de caza con el ministro, que siendo el de justicia, y en un país lleno de parados, no solo despilfarra dinero, sino que caza de forma ilegal, sin permisos y en un sistema (que no se como se llama), en el que poco mas o menos te atan la pieza para que la mates. Todo muy justo. Y mientras, un jurado popular pone el más difícil todavía en una justicia lenta, injusta y en huelga, absolviendo a un señor que se va de copas a un sitio de ambiente, que después de sobar el culo a media parroquia se va con el camarero del garito a casa de este y que luego, le mete (al camarero) decenas de puñaladas, le roba, le quema la casa y se merienda su nevera, “en defensa propia”, claro que el angelito tenia miedo de que le violasen. El bar entero le metía yo por el intestino, y sin vaselina. Ah, y se me olvidaba. En medio de esta fiesta de la democracia, la virtud y la libertad que hemos vivido esta semana, los legítimos representantes del pueblo, los elegidos por la nación, son encerrados a pares por ladrones. Y asistimos boquiabiertos ante el hecho de que aquellos de entre los nuestros que elegimos para dirigir nuestra comunidad, nos roban, nos mienten, abusan de nuestros derechos, nos engañan y acaban en la cárcel … pero después de años robando y asaltando nuestras propiedades, nuestros negocios y nuestras vidas en Castro Urdiales, en Madrid, en Granada, en Almería …
Después, tu que me estas leyendo y yo que escribo esto cabreada, tendremos que renunciar a una carrera, a un master o a una revisión ocular, por que el dinero de nuestros padres y vecinos desapareció en manos de esta gentuza, amparada en una democracia, cuyo buen nombre mancillan a cada instante.
Cualquier día, no os extrañe si oís que un desalmado ha engañado a un grupo de jubilados, y so pretexto de un viaje a Portugal, les encierra en un hotel de carretera para asistir, secuestrados, a un mitin de algún político. No me extrañaría que algún día ocurriese.