martes, 15 de mayo de 2018

La toallita se deshace



Esta semana la localidad cántabra de Santoña ha sido noticia en la prensa por el varamiento de una ballena con 26 kilos de plástico en su estómago. 26. Y es que eso de la conciencia medioambiental es un poco relativo. (Casi)Todos conocemos que el vertido indiscriminado al mar y a nuestros ríos de productos no degradables es un problema de grandes proporciones, hasta el punto de que no son pocos los científicos que alertan del envenenamiento masivo de la humanidad por el consumo de pescado lleno hasta las trancas de microplásticos.


Este y otros argumentos de igual peso llevaron en 2012 a Aralar, una empresa papelera y familiar de Guipúzcoa, de las de toda la vida, a comenzar a investigar sobre productos desechables totalmente biodegradables. “Nuestra firma trabaja desde hace tiempo con fabricantes internacionales que nos trasladaron su preocupación sobre productos no degradables que están en el origen de importante problemas económicos, como el atasco de tuberías, máquinas de bombeo, colectores, redes de saneamiento y la contaminación de ríos y zonas litorales”, explica Senén Amunárriz, director general de la empresa y tercera generación de esta familia de papeleros vascos que comenzaron su actividad en 1935.

“El reto ha estado siempre en dos aspectos, lograr una fibra firme y a la vez totalmente soluble en agua y conseguir costuras en los tejidos totalmente desintegrables”.

Tras varios años de estudios la firma vasca logró en 2014 un primer producto que prometía solucionar todos esos problemas y dar respuesta a sus clientes. Se trataba de Araflush, un producto totalmente innovador en ese momento (hoy ya en fabricación en otros lugares) que permitía ligar la pasta del papel sin emplear componentes químicos , siguiendo la técnica llamada de “tejido no tejido” que Aralar ya emplea en la ropa de quirófano, por ejemplo, que ellos también fabrican. El resultado es un papel húmedo ligeramente más grueso que el normal, cosido con un chorro de agua de 600 bares de presión, que es la “aguja” del proceso de hilado.

El producto ha abierto, desde entonces un campo de trabajo amplísimo, con la elaboración de multitud de productos como toallitas húmedas de aseo personal, toallitas para bebés, desmaquilladores o toallitas de higiene íntima, en todos los casos sin componentes químicos lo que hace que tras su uso y al contacto con el agua se conviertan solo en partículas de celulosa, con menos impacto que el papel higiénico.

Pero Aralar ha decidido no detenerse ahí. La fabricante de derivados de papel tan novedosos y ecológicos como el “flexi-coat”, los siliconados, laminados o hidroenredados con múltiples aplicaciones, debe enfrentarse a la necesidad de mejorar su araflush (con múltiples competidores), reducir sus costes y abrirle a un mercado nacional, que al contrario del internacional se muestra reacio a estas genialidades.

Desde 2014 Aralar ha buscado en la industria química nacional un socio estratégico del que obtener viscosa y poliéster y una ayuda para penetrar en este mercado, señala la responsable de comunicación Idoia Imaz.

Y, curiosidades de la vida, Aralar ha encontrado ese socio en Sniace. La situación no deja de ser chocante porque Aralar, la imagen de la innovación, ha encontrado su socio ideal en la imagen de la decadencia. Y es que Sniace, con varias factorías químicas en la ciudad de Torrelavega, ha permanecido varios años cerradas, presentando un alto nivel de deterioro en sus instalaciones. Sin embargo Aralar ha visto otras oportunidades. Sniace fue en su momento uno de los grandes fabricantes internacionales de viscosa, poliamida y poliéster, así como fibras especializadas en tecnología ignífuga, por ejemplo. Hoy Sniace se encuentra en un complicado proceso de reapertura, apoyado en la mejora de los precios y demanda internacional de la fibra, inmersa en la recuperación de parte de su experimentada plantilla y en la puesta en marcha de plantas como la Celtech, que ya elabora 3000 toneladas de producto, así como lanzada a la recuperación de su cartera de clientes. Sinergias todas que parece han atraído a Aralar, situada a menos de 200 kilómetros de la firma torrelaveguense y que podrán ser ampliables a otros socios de Sniace.

Con todo, según nos explican representantes sindicales de la firma cántabra, quizá uno de los mayores obstáculos del proyecto no se encuentre en la tecnología ni en la estructura empresarial para acabar con los atascos de las toallitas, si no en la ley.

Y es que todo este esfuerzo choca con una inexistente legislación española sobre el tema, de manera que los tejidos degradables carecen, a día de hoy, de toda protección o ventaja en el mercado frente a los más tradicionales, baratos y contaminantes. Pero no entendáis esto como una crítica a nuestro país, que lo es, pues fuera el panorama es igual de desolador.


La esperanza para Aralar-Sniace se encuentra en la cada vez mayor conciencia ciudadana que creará una presión sobre la oferta, y en la creación de la llamada Asociación Española de Aguas de Saneamiento, de la que forma parte Aralar, como impulsora de un reconocimiento legal y una mayor concienciación ciudadana a los beneficios de que las toallitas se deshagan.

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