domingo, 14 de febrero de 2016

La Década Moderada del reinado de Isabel II



Con la muerte de Fernando VII en 1833 comienza la transformación de la sociedad española con la implantación del Estado liberal.
Durante la minoría de edad de Isabel II ejercieron la regencia su madre Mª Cristina (1833-1841) y el general Espartero (1841-1843). El estallido de la guerra carlista hizo que la Regente (Mª Cristina) se apoyase en los liberales y cediese a la idea de promover una transición pactada que desmantelase algunas instituciones del Antiguo Régimen.


Concluida la guerra, Mendizabal dejó de ser necesario, pero el intento de la camarilla de la regente por detener sus reformas chocó con las clases urbanas. Un levantamiento militar llevaría al poder, como regente, al progresista Espartero. Fracasado su gobierno, el adelanto de la mayoría de edad de Isabel II en 1843 otorgó el control del poder a los liberales moderados, que lo ejercieron interrumpidamente durante 10 años.


Moderados y progresistas eran dos sectores de la ideología liberal que aunque compartían principios del liberalismo burgués (soberanía nacional o separación de poderes), presentaban importantes diferencias.
Los moderados (protagonistas de este periodo) defendían el liberalismo doctrinario, partidario de la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona (a la que daban grandes poderes como el derecho de veto, nombrar ministros y poder disolver las Cortes). Defendían el orden y la propiedad, que identificaban con inteligencia y capacidad, eran partidarios del sufragio censitario y de limitar los derechos individuales, especialmente los colectivos. Defendían a la Iglesia católica y preferían una organización centralista del Estado. Socialmente eran un grupo heterogéneo formado por terratenientes, alta burguesía, vieja nobleza, alto clero y altos mandos del ejército.

Los progresistas defendían la soberanía nacional y la limitación de las atribuciones de la Corona. Querían un sufragio censitario más amplio y mayores libertades y derechos, tanto individuales como colectivos. Eran partidarios de la descentralización estatal y de la Milicia Nacional. Su base social era también heterogénea: la pequeña y mediana burguesía y en general, las clases medias, profesionales liberales, artesanos y empleados urbanos y militares de baja graduación. Su actitud crítica ante la iglesia les hizo protagonizar las desamortizaciones.




Todo su reinado estuvo caracterizado por el bipartidismo, representado por los dos partidos anteriores. La falta de representatividad del sistema (al votar tan pocos ciudadanos) favoreció una presencia constante del ejército, que apoyaba o derribaba gobiernos, estando formados los partidos por destacados militares.
Cabe destacar que en el reinado de Isabel II existió un predominio centralista y conservador, a la vez que comenzó a desarrollarse el sistema capitalista industrial.

Al llegar al poder, Narváez anula la Constitución de 1837 y aprueba la Constitución de 1845 (vigente hasta 1869), se suprimía la Milicia Nacional y los ayuntamientos y diputaciones quedaban sometidos a la administración central.
Tras ello los moderados construyeron un estado liberal basado en sus ideas, a través de tres grandes leyes:

El eje de los gobiernos moderados (como el del general Narváez) fue la Constitución de 1845. Esta nueva constitución se basaba en

  1. rechazo de la soberanía nacional y sustitución por la soberanía conjunta del rey y las Cortes, ahora bicamerales con la aparición de un senado nombrado por el rey
  2. ampliación de los poderes del ejecutivo y disminución de las atribuciones de las Cortes (legislativo), con amplios poderes para la corona
  3. exclusividad de la religión católica y compromiso de mantenimiento del culto y clero y negativa a las desamortizaciones (ratificado con el Concordato con la Santa Sede de 1851)
  4. Ayuntamientos y Diputaciones sometidos a la Administración central; supresión de la Milicia Nacional
  5. restricción del derecho a voto, que se remite a la ley electoral posterior, y Senado no electivo sino de nombramiento real entre personalidades relevantes y de su confianza.





Cabe destacar igualmente la firma del Concordato de 1851 con la Santa Sede. Se produjo en el contexto de las revueltas campesinas de 1848 y en un período marcado por la segunda guerra carlista. La Iglesia, a cambio de que el gobierno paralizara la desamortización, aceptaba no apoyar a los carlistas y tratar de aplacar a las masas campesinas.

Durante la Década Moderada, también se aprobó la Ley de Ayuntamientos (que suponía el nombramiento de los alcaldes por parte del Gobierno y, por tanto, el control sobre los municipios), se estableció una nueva distribución de las provincias y se creó la Guardia Civil.

Tras la crisis económica de los años cuarenta, la corrupción, los nuevos levantamientos carlistas y la influencia de las revoluciones burguesas europeas del 48, el ministro moderado Bravo Murillo pretendió la implantación de una suerte de Carta Otorgada a modo de contrarrevolución. En 1854 los progresistas lideraron un golpe de estado que produjo el fin de la Década Moderada. 

Estamos pues, y en conclusión, ante un periodo que consolida el sistema liberal, pero orientado hacia la protección de los intereses oligárquicos, mediante importantes limitaciones del ejercicio de los teóricos derechos, las practicas caciquiles y la intervención continua de los militares, defensores del poder de las dos grandes facciones liberales, moderados y progresistas.



Imagen regasi75.wordpress

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