martes, 16 de febrero de 2016

Cuando los ángeles llevan guantes



Busco en estos días de miedo y revancha, huir, deambulando por un dial correoso en que un coro desafinado de voces combinan ébola con cualquier pensamiento, por impulsivo, ruín, desacertado o insensible que sea. En medio de la paranoia colectiva, el ajuste político de cuentas y el afán de protagonismo de los más mediocres, un tema de conversación ha sido el de los que trabajan en la sanidad española, un tema recurrente en los medios y las conversaciones estos días. A veces envuelto en sarracín lenguaje, a veces con admiración contenida. Nunca con la justicia del pago de la deuda social que para con ellos tenemos.


Un ejemplo nos enamora cada día en Madrid, y se llama SUMMA. Una obra compleja, pero de una humanidad desatada, nacida en 1967 de la mano de Simón Viñals (el que pasó de heroe a villano en el Madrid Arena) que perfiló su obra en una tesis doctoral, que solo conseguiría cuajar treinta y cuatro años después, cuando Álvarez del Manzano , llegado a la alcaldía, la echo a andar. Eso es paciencia.

Pero la obra ya esta en marcha. Hoy el SUMMA (el SAMUR de siempre) moviliza cada día a más de 600 personas y 1.500 voluntarios, ha desarrollado ya más de 100.000 activaciones y se emplea a fondo, más de 300 veces cada día. Un servicio público que ha despertado la envidia de complejos institucionales como el ayuntamiento de Nueva York, o que se ha adelantado en el tiempo y la efectividad a estados como el francés. Desde su llegada a nuestras vidas, la mortalidad entre los afectados por tráficos se ha reducido en nuestra comunidad en un 50%, y la esperanza de vida de los ingresos en estado crítico en los hospitales de la comunidad ha aumentado en un 75%. Y ello pese a sus vacilantes principios, en los que muchos médicos ponían medios de su cuenta particular, y tiempo del que les prestaban sus familias. Tiempos en los que era necesario acudir a los bancos para medicalizar una ambulancia. Tiempos en los que pese a ello los equipos del SUMMA imponían medios desconocidos en Europa, como los ecógrafos portátiles, o protocolos revolucionarios, como aquel que recogía 1.500 preguntas tópicas de una emergencia. En ingles, porque la vida no tiene color ni lenguaje, solo el amor del que la salva.

Fueron los tiempos, y han seguido siendo, de Alfredo, salvado de las garras de un ictus, de Rubén, que creyó ver a la parca en el fondo de una piscina, de Donatila, que dejo de oír su corazón a las puertas de los 82, de Miriam, arrancada de las fauces de un metro, y un loco furtivo, de Przemyslaw , a quien un puñal quiso arrancar el alma, que una mano del SAMUR le devolvió, de…. Son tantas vidas, son tantos riesgos, son tantas gracias, son tantos gestos de humanidad.

Más allá de un trabajo, el SAMUR se ha convertido en la sombra de la vida en Madrid. Una sombra penumbrosa, y como todas, pisada o arrostrada tras cada esquina. Pocos recuerdan hoy las críticas levantadas contra ellos, cuando se iniciaron los simulacros de emergencias. “Despilfarros banales” se dijo, poco antes de que aquel entreno permitiese pulir esa ajustada maquinaria humana, que tantas vidas y tantos corazones salvo el 11 de marzo de 2004. Y pocos recuerdan las voces que desde el propio SUMMA se alzaron tras aquel día infame, contra si mismos, señalando sus “faltas”, sus “errores”, sus impotencias, en una ejercicio de autocrítica insólito en un país en el que, como en ninguno, se despacha la culpa como montada en un AVE. Pero no es casual tanta decencia, y tanta humanidad, son médicos, son enfermeras, sosn técnicos, son ángeles.

Hoy su historia sigue, sus anhelos se acrecientan y su dedicación nos redime como sociedad, de una moral pendular, que, por momentos, nos aleja de nuestro lado humano. Presumen no de si mismos, sino del apoyo de sus conciudadanos, que dicen, les han convertido en un ejemplo mundial de servicio de urgencias extrahospitalarias. No es cierto, la virtud esta en ellos, no en nosotros.

Y no es bastante, no para ellos, se sienten frágiles, arañan con las yemas de sus dedos cada vida, dejándose el alma para arrebatársela a Hades. El servicio se ha volcado en una revolución técnica constante, aumentando continuamente el esfuerzo necesario para el reciclaje continuo de su inmenso capital humano, creando secciones dedicadas a la investigación, acudiendo a foros y congresos, o aumentando, desde la administración pública hasta el Colegio de médicos, las dotaciones de becas formativas e investigadoras. Y se ha volcado hacia la sociedad, en su trabajo, en la formación y preparación de otros servicios médicos, o en la atención generosa a quienes, por lejana que sea su tierra y desteñida su bandera, han precisado de su ayuda.

No hace mucho, en un congreso de servicios mundiales de urgencias, un afamado médico asistente contaba a un grupo de colegas y de legos como yo, envuelto en una mirada de sana envidia, que él no podía presumir de ser un SAMUR, un privilegio reservado solo para los mejores. Un halago menor, si se compara con la admiración desprendida para con ellos en medio mundo.

Hace tiempo conocí a un hombre encantador, sensato, inteligente y apuesto. De esos que no inyectan humanidad por las venas, sino que te hacen calar el amor por la vida y quien la guarece hasta los huesos. Pero tanta maravilla en un hombre no es casual, es medico, es un SAMUR.

Que pena que en nuestro país, un soplo de viento sea suficiente para cuestionar todo, llamar mentirosos a todos y mirar de reojo a todos. Ponte bien pronto Teresa, que necesitamos a gente como tu, ángeles que llevan guantes




Imagen reporterosjerez.org

No hay comentarios:

Comparte en las Redes

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...