domingo, 12 de diciembre de 2010

Olores que matan


Si hay una ciudad a la que se puede ir con los ojos cerrados esa es Torrelavega. Solo se precisa el olfato para llegar.
Hoy la prensa regional, siempre tan incisiva, recoge las declaraciones de varias distinguidas mentes de la administración regional, que confirman que en varios barrios de Torrelavega huele mal. Y todo ello sin moverse a la patria chica de la química, que ya tiene mérito.

Y es que la ciudad que más amenazas acumula a su existencia ha escrito esta semana un nuevo capitulo de su particular versión del “Río Negro” de Malcolm Lowestin, tras una insistente queja de los vecinos de la localidad de Barreda, aburridos de un persistente y nauseabundo olor que les abruma. La conclusión de las autoridades (el consejero Francisco Martín y el director general de medio ambiente Javier García Oliva) es doble. De un lado el intenso olor procede de una “indebida manipulación de los lodos generados por la depuradora de aguas de Sniace”. De otro el gobierno se ha caído del guindo, y ya tiene claro que aspectos de la autorización ambiental integral no se están cumpliendo. Soberbio. Y claro la conclusión es evidente, y también doble. Uno, Nuestra vida es una ucronía. Dos, nuestros gobernantes no son más tontos porque no entrenan, o porque no conocen aun al entrenador de Marta Domínguez.
Y es que no encuentro, mención a parte de la bufa italiana, otro género literario más adecuado que la ucronía, esa que se basa en hechos históricos inventados, para describir lo que pasa en esta ciudad. Sobre la que los gobernantes relatan de forma persistente una realidad sosegada y tranquila, que solo ellos perciben, o se inventan.
Resulta ahora que vivimos en el reino de “yo creía”. Yo creía que Sniace era limpia, yo creía que Sniace cumplía la norma medioambiental, yo creía que el humo de las chimeneas era vapor de colonia.. Yo creía.
Hasta aquí, lo ocurrido estos días no pasa de ser un incidente, sujeto al acumulado de desdichas y abandonos de la, no lo olvidemos, segunda ciudad de la comunidad, y uno de los ejes fundamentales de la economía regional. Hechos ambos que deberían hacer tomar conciencia a los encargados de velar por nuestros intereses de la gravedad del problema y de la necesidad de actuar de forma ejemplar, empezando por el propio gobierno.
Si hoy le preguntásemos a cualquier irresponsable regional, nos daría una larga lista de actuaciones realizadas, a cual más ociosa. Porque es verdad que existe en la ciudad un centro de investigación medioambiental, el CIMA, una red de paneles de información medioambiental, un sistema de alarma acústica para casos de escape grave, un servicio de bomberos y emergencias en pleno centro urbano y un sistema de permisos y controles medioambientales, integrados en un plan local y regional.
Pero la realidad es que al final, toda esa tecnología se limita a que cuando hay un escape, los vecinos lo huelen y avisan, como si esto fuera una mina de carbón y los ciudadanos el canario que muere al olor del grisú.
Son frecuentes las quejas de los vecinos de la ciudad porque en determinados días sus plantas y ropas tendidas mueren o ensucian por nubes de polvo blanco que inundan la ciudad. Deportistas y ciudadanos que se quejan de los intensos olores que afectan a las zonas de ocio y deporte del complejo Oscar Freire o de la Lechera, dos puntos de reunión masivos de escolares y jóvenes. Es habitual que personas de la zona centro se quejen del intenso olor que proviene de las alcantarillas, y que claramente obedece a un vertido incontrolado de alguna empresa. Es una rutina que los niños de la ciudad sean asmáticos, alérgicos o atópicos, o que las tasas de cáncer sean las más altas de la región, cifra disimulada al estar muchos pacientes tratados en Valdecilla o ser residentes de municipios colindantes (como Cartes, Corrales o Reocín, aunque su vida se desarrolle a orillas del Rio). Es ya un clásico ver a miles de peces muertos por un vertido o, más aun, ya ni verlos.
Ante tal cúmulo de desdichas, todo se reduce a informar, semanas después de producirse, que ha habido momentos en los que se han superado los índices de partículas toxicas en el aire. O a contar, dos meses después, que varios días del verano, las aguas de las cercanas playas de Suances no eran aptas para el baño. O a justificar la inocencia del descarrilamiento de un vagón de mercancías tóxicas en Tanos, en base a que esa vez, iba vacío.
No es ser alarmista decir lo que todo el mundo sabe y unos callan por interés, otros por desidia y otros por ignorancia. Torrelavega es una bomba de relojería cuya espoleta no son las fábricas, sino la incompetencia criminal de las autoridades locales y regionales.
Porque el hecho que hoy comentamos deja claro no solo la existencia de un problema muy grave de salud pública, sino la falta de control de las administraciones sobre las factorías y demás agentes contaminantes, la negligencia en el cumplimiento de sus obligaciones de seguimiento de planes medioambientales, la falta completa de un plan de prevención y la desfachatez de quienes habiendo prometido acometer las medidas necesarias para proteger a la población, ellos sabrán porque, no lo han hecho.
Resulta triste ver como en las últimas décadas quien debía representar los intereses comunes se ha limitado a pedir a las papeleras que no viertan en verano para que no se note la mierda en Suances y así no espantar al turismo. Con lo que todo se reduce a guardar dos meses las aguas toxicas para luego soltarlas de golpe en septiembre. Nada se ha hecho para la cacareada transformación de la red ferroviaria que impediría el trasiego de mercancías peligrosas en Tanos y nada para la depuración integral de aguas en toda la cuenca del Besaya. Nada. Solo pedir paciencia dada la importancia de las factorías. Como si en estos tiempos fuera imposible conciliar economía y sostenibilidad. Pero es más facil mentir y no afrontar que una fábrica puede existir, pero cumpliendo unas normas de seguridad, que son factibles, posibles y exigibles.
Algún día wikileaks nos contará porque las químicas de Torrelavega son tan intocables, y que tiene que ver eso con el mercado persa que el gobierno se trae, con algunas de ellas, en el concurso eólico, en las licencias de televisión y en la recompra de filiales en crisis. Algún día, pero quizá cuando hayamos muerto.

PD. La foto esta tomada por un grupo ecologista en el Rio Besaya, seiscientos metros, rio arriba, del complejo deportivo municipal de la Lechera.

1 comentario:

Toño dijo...

Igual recuerdas que hace un par de años colgué un artículo relacionado, esta vez por un vertido de amoniaco que tuvo lugar en el Besaya, a la altura de Cartes.

Tanto entonces como ahora, sigo asistiendo perplejo a este despropósito de ciudad. Como viene siendo habitual, no se pondrá remedio hasta que ocurra alguna desgracia y después los políticos se culparán mutuamente con aquello de "y tú más".

Enhorabuena por la entrada, tan buena como siempre ;)


Saludos Zina

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