viernes, 18 de abril de 2014

Pasar de largo



Hubo un tiempo en que a Nouriel Roubini, economista y presidente de la consultora RGE, le llamaron “doctor catástrofe”. Todo por un aparente don para predecir con claridad y precisión las sucesivas crisis que en la última década han ido minando la economía occidental.

Hace un mes, la editorial Destino publicaba su último aldabonazo “Como salimos de esta”. Un análisis concienzudo y pesimista que concluye con una creencia apocalíptica. Pronto llegará otra crisis, y será aun peor.
Quizá ese haya sido el motivo que explica la prisa de Ajai Chopra, representante del FMI en Europa, que estos días ha visitado Dublín, junto a representantes de la UE, para planificar el rescate financiero de Irlanda. Un rescate provocado, como no, por la inaudita gestión del gobierno de la isla. Por su irresponsable gestión. Unos errores que han sido tapados descaradamente, para que el entone del “mea culpa” no influya en los próximos comicios, ya muy cercanos. Y eso es lo único que importa. Y eso nos ha llevado a esta situación, miles de europeos sumidos en la miseria, mientras sus gobernantes, los que el pagaba para que le protegiesen pasen de largo, con prisa, con una media sonrisa, entre avergonzada y burlona, para resolver lo que han provocado, antes de que llegue la próxima.
Nouriel lo expone en toda su crudeza, "vienen años de bajo crecimiento económico por muy bien que salgan las excepcionales y en ocasiones insólitas medidas de política fiscal y monetaria que se han puesto en marcha. Vienen años dolorosos por la resaca del alto endeudamiento público y privado en el mundo rico. La buena noticia es que podemos evitar una recaída en la recesión. La mala es que no se puede hacer mucho más que eso”.

El análisis es simple. El sistema capitalista es un animal de costumbres, y una de las más arraigadas reside en entrar en coma periódicamente, y a capricho. Carecen de ritmo, de frecuencia y de intensidad. Hasta de dirección. Pero existen, y sus alimento esta en nuestro sistema. La base del razonamiento de Roubini la conocemos todos. La democracia occidental ha derivado a una oligarquía que actúa al margen de los dictados de la población con una lógica ajena a los intereses generales y las requisitorias del futuro.
Una ambición desmedida de ciertos grupos económicos de presión ha llevado a nuestra sociedad a niveles de endeudamiento insostenibles. Quizá la lógica fuese una purga del sistema y una limpieza de las empresas ineficientes. Por contra, los gobiernos, incapaces de actuar en contra de los poderes establecidos, más allá del concepto clásico de soberanía, han decidido convertir la deuda privada en deuda pública, con el resultado conocido, el colapso de amplios servicios públicos (pensiones, electricidad, funcionariado), obligando a todos a penitenciar, vía fiscal, los pecados de unos pocos.

Esta semana, el uruguayo Eduardo Valenti, a colación de la actualidad de Guantánamo, exponía una tesis que comparto. Existe una interrelación intensa entre la desviación progresiva que ha sufrido la democracia actual, tutelada en su opinión por los poderes empresariales, y la catástrofe social y económica en que estamos inmersos. Para Valenti, el ejemplo más nítido es Argentina, pero no vamos a hacer más sangre con ese país.

Y precisamente todo lo acaecido en torno al penal cubano ilustra claramente esta problemática. Esteban Beltrán, presidente de Amnistía Internacional de España, recordaba estos días como nuestro país colaboró con Estados Unidos, a sabiendas el gobierno Aznar de la ilegalidad e inmoralidad de esa decisión, con 68 envíos de prisioneros ilegales a Estados Unidos, hasta junio de 2002. Sesenta y ocho aviones que recalaron o partieron de suelo español, enviando al infierno a seres humanos, por muy criminales que fuese. Es más, AI ha documentado, al menos, cuatro visitas de policías españoles y miembros del CNI a la base de Guantánamo, a fin de interrogar o asistir a los interrogatorios de detenidos en esa base, algunos de origen español, a fin de obtener información anti terrorista. O lo que es lo mismo, un gobierno democrático, y como él otros muchos, participaron, consintieron o fueron colaboradores necesarios de torturas y violaciones de derechos humanos, sobre terroristas o supuestos terroristas que ellos mismos habían ayudado a formar. Aunque ese es tema para otro artículo, y largo.
Esa política inmoral del todo vale, del aquí te pillo, aquí te mato de mercado persa que se traen nuestros gobiernos, ha terminado con una caso paradigmático. Esta semana también, el tanzano Ahmed Khalfan Ghailani, el primer preso de Guantánamo que el ejercito derivo a la justicia civil para ser juzgado por participar en los atentados de 1998 contra las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania que costo la vida a más de 200 personas, ha sido absuelto, en un tribunal de Nueva York de casi todos los cargos que pesaban contra él, salvo el de destrucción de propiedad pública, lo que le podría costar un mínimo de 20 años. Pero no de terrorismo, no de asesinato. ¿Cual es la causa?. Todos estos detenidos en la “guerra contra el mal” de la última década, lo han sido con procedimientos sin supervisión, sin control. Sin pruebas validad dentro de un sistema democrático, tanto por su naturaleza como por su procedimiento de obtención. Ahora, lo que eran evidencias militares se comprueba que son papel mojado a la luz de nuestros sistemas jurídicos, con su compleja red de garantías. El gobierno Obama se enfrenta, pues, a la tesitura de haber prometido el cierre de una cárcel de vergüenza que no puede afrontar, pues sería tanto como poner en la calle, y con indemnización a un ejercito de, al menos, peligrosos. Durante años, importantes corporaciones han engordado al abrigo de planes operativos, créditos gubernamentales y programas de armamentos. Las mismas o parecidas que han campado sin control en los mercados. Ahora nos enfrentamos a la deuda derivada, al descrédito del sistema político y al desarme moral.


No necesitamos un economista, ni un banquero, ni tan siquiera un exorcista. Precisamos una regeneración democrática profunda, porque nuestro problema no es económico, sino político.


David Zuker Diseñador Freelance en Madrid

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