jueves, 13 de febrero de 2014

¿Ya no quedan inocentes?



No se puede negar que España es un país divertido, casi diría que ingenuo, impregnado de una ingenuidad rayana en la locura pero, a fin de cuentas, una ingenuidad graciosa. Hasta el delito y el pecado toman su puntito de gracia, haciendo que nos identifiquemos con el delincuente (presunto, claro), y le agradezcamos esa dosis de necesaria gracia con que alegran nuestras vidas. Nos roban, si. Nos chulean, pues si. Nos dejan sin casa, también. Pero con un arte que no se puede aguantar.

Os cuento, hoy se ha sabido, gracias al caso pokemon de corrupción en Galicia (no me negaréis que hasta el nombre es simpático, pokemon) el catálogo de regalos que las tramas de corrupción gallegas tenían establecido para agasajar a políticos y funcionarios, en función del cargo y responsabilidad que ocupasen, y los favores que pudieran hacer a cambio. Relojes y viajes consejeros, cheques para directores y marrón glasse y vino barato para los funcionarios de poca monta. En el caso “Pokemon”  hemos visto el sistema de regalos establecido en España, institucionalizado, perfectamente estructurado. Un sistema que, pese a su perfección, no dejaba contento a todos.

Os pongo en situación. Bormujos es un pueblecito sevillano en el que puso sus ojos Gurtel. La proximidad a Sevilla hacía de él un lugar apetitoso, pero vedado, dado que la izquierda que gobernaba el municipio y preparaba un plan general de urbanismo que convertía esos planes en imposibles. Solución. Gurtel mueve ficha a través del empresario Eusebio Gaviño, quien prepara todo para desalojar al alcalde y promover a ese cargo a alguien de confianza, la popular Ana Hermoso. Comprar voluntades es caro. Para esa labor esta un grupo de inversores coordinados por el empresario madrileño Jesús Calvo Soria y por el oscuro papel del presidente del Consejo español de Enfermería, Máximo González Jurado. La labor de estos mecenas es comprar la voluntad de dos tránsfugas de la izquierda, Baldomero Gaviño y Jose Sánchez, cuya traición a su partido desbancaría al PSOE y le daría la alcaldía a populares y tránsfugas. El acuerdo se firma en Madrid, a donde son llevados todos los protagonistas, y de ahí sale el pacto para poner en marcha una moción de censura de la que nacerá un ayuntamiento dócil. Pero llega el momento de cobrar, y frente a los cheques, concesiones de terrenos y viajes a Francia de algunos de los confabulados, Ana Hermoso solo obtiene un bolso de Loewe (y la alcaldía claro), y la mujer se revela. Hermoso inicia entonces un movimiento de presión para reivindicar un pago más acorde a lo importante de su papel. Y su ambición es tanta, su soberbia es tanta y su ignorancia es tanta, que la mujer traslada sus reivindicaciones a un indignado Eusebio Gaviño, vía telefónica. La policía, que se encontraba al acecho, grabó todo, y se lo traslada ahora al juez Carlos Mahón, que ya había investigado el caso en 2006, y que ahora lo reactiva, ante la inculpación suicida de los corruptos, que declaman, con pelos y señales un delito de cohecho, de libro.

No contenta con su edificante actuación, la alcaldesa se encaraba hoy a los medios, pertrechada tras su bolso de Loewe, y con el cabreo por escudo. Un cabreo basado no en la indignación de ser manchada en su honor sin razón, si no en la pataleta de un niño descubierto en su trastada tras haber obtenido muy magro beneficio en el pecado.

Hemos dado un salto importante en nuestra situación. Ya ni siquiera los presuntos delincuentes muestran arrepentimiento. Ya el problema no está en que te descubran, que parece que da igual. Ya no son esos tiempos en los que sentirte descubierto te hacía desear que la tierra te tragase. Ahora el problema para algunos ciudadanos es la injusticia de haber sido mal recompensados por un delito, que no consideran tal. Como si el país fuera un autoservicio, donde cada uno flagela al país, arrancándole hasta las entrañas. Y lo peor no es que existan estas actitudes, si no su impunidad, la desvergüenza de estos a los que elegimos para servir a la comunidad y se crean poseídos por una divinidad que les abre las puertas del tesoro, con todo derecho. Mal futuro tiene un país con una moral pública tan asquerosa, y unos medios para reprimirla tan pobres. Todo esto no tiene nombre, y si lo tiene es muy feo. Lo que si tiene es solución, formar ciudadanos comprometidos, éticamente intachables. ¿Te apuntas?


Imagen blog.grupojoly.blogspot.com

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