lunes, 9 de enero de 2012

El silencio no produce esperanza


Un profesor de mi facultad dice que la economía es una ciencia racional que se basa en elementos irracionales y emotivos. Un ejemplo de ello es la confianza, que hasta tiene un índice para medirla.

La confianza a su vez apadrina la fe, esa que hace a la gente esforzarse en sus empresas, negocios y trabajos, con la esperanza de que todo va a cambiar, con la ilusión de que el esfuerzo que realiza, aunque no tenga un resultado inmediato valdrá a la larga para mejorar. Nada hay peor que perder la esperanza, porque sin ella se desmorona hasta el presente.


Una parte de los españoles decidieron cambiar a sus representantes y elegir nuevo gobierno, hastiados de uno apático que transformó el ánimo en una mentira permanente. Una administración que cada vez que te decía que tras la esquina estaba el final de esta agonía, apagaba las luces para que no vieras que el túnel seguía. Ahora hemos pasado de la mentira al silencio, algo incompatible con la esperanza.

Puede que no haya dudas sobre el impecable currículo de una buena parte de los ministros y secretarios de estado. Gente bien formada, competente y sería, tan sería que su presencia te hace llorar, sus miradas desvaídas, su gesto adusto, su aire distante te sumen en una desazón salvajemente dolorosa, como cuando de la habitación hospitalaria de un familiar enfermo sale cariacontecido, casi sin gesto, el cirujano jefe, ese que todos te han dicho que es una eminencia, capaz de dar vida a una piedra, y entre ladeos y ojos torbados te insinúa con una sola mueca, “prepárate para lo peor”, aunque no articule palabra. Y mientras camina sin voluntad ni celo hacia ti, aprietas los labios, despliegas los parpados y escurres una lagrima, sabiendo que la siguiente palabra va a ser un pésame.

Así nos sentimos muchos españoles, sentados en una universidad que no se atisba que sea más que un entretenimiento, pues no va a ser capaz de formarnos para ninguna labor útil, en un país cada vez más arrasado.

No se puede dar una rueda de prensa cada semana para lacerarnos con una mal dato, ante la cara de acidez de estómago de Luis de Guindos, siempre escondido entre sus dos manos prietas y los titubeos de Montoro, siempre balbuceando y moviendo papales de un sitio a otro, sin destino ni razón. Pero, sobre todo, no se puede soportar el infame silencio de quien ha sido elegido de forma avasalladora por un país para liderar y estimular su salida del infierno. Hemos soportado el robo y el saqueo de algunos de sus barones, el despilfarro de otros, le hemos dado el poder municipal,  y el autonómico, y una mayoría holgada en las cortes. Todo a fin de que tenga las manos lo suficientemente libres como para ejecutar lo que se precise a fin de salvar de la miseria a millones de españoles. ¿Qué hemos de hacer para escuchar de él una palabra?. Que más hemos de darle para que oigamos de él una esperanza. Nadie pide mentiras a un hombre que en campaña lo único que dio a sus votantes fue el compromiso de que diría la verdad, por más que eso fue lo único que dijo, en una campaña basada en la fe, a falta de ideas y compromisos.

Ahora lo único que tenemos es silencio. Un gobierno eficaz es el que esta preparado para dar hechos, y también palabras. El esfuerzo que se nos exige como país, especialmente a toda una generación de jóvenes con el futuro hipotecado, requiere un estímulo, no de palabras huecas, pero si de planes e ideas que nos enardezcan y nos den la seguridad de que nos sacrificamos por algo. Como tampoco se puede exigir a casi todos sacrificios, dejando a unos pocos libres de esfuerzo y a otros pocos libres de todo castigo, y sin dar una explicación. ¿Por qué no se nos explica cual es la razón de que no se pidan responsabilidades a los ministros, funcionarios, consejeros, secretaros y presidentes autonómicos que nos han llevado a este despilfarro?. ¿Por qué el gobierno no nos explica la razón de que el ministerio de justicia y el secretario del partido popular no actúen contra el presidente de la diputación de Castellón, Fabra, que además de tirar el dinero en la construcción de un aeropuerto que no se usa, y que contribuye a los 40.000 millones de euros que tenemos que pagar via recortes, se gasta 300.000 € en que a este lo presida una estatua en bronce de si mismo?. ¿Por qué?. Y es solo un ejemplo.

Alguien debería revisar la política informativa del nuevo gobierno y explicarle al presidente que hacer es imprescindible, aunque de momento se haya hecho poco, impartir justicia es necesario, pero comunicarse es esencial en los humanos. Alguien debería decirle al nuevo gobierno, que dirige porque hemos creído en él, que esta es una sociedad democrática, no un país de chochos y de necios que no merecen saber que se va a hacer con su futuro, porque este es nuestro.

Si dicen que la esperanza es lo último que se pierde, imaginaros todo lo que ya hemos perdido.

1 comentario:

Mariano dijo...

Muy buen post. Solo apuntaría si se me permite, que lo último que se pierde es la vida, la esperanza nos debe de acompañar hasta ese momento.
Enhorabuena y perdon por la intrusión

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