sábado, 28 de enero de 2012

Cuatro vidas paradas



Mirar esta foto, mirarla bien. Mirar cada dedo apostado en el rostro, cada ceja sorprendida, cada mueca de sorpresa, cada mirada de desconcierto. Y mirar detrás, si esa mancha oscura que se yergue a la izquierda, tras la foto, eso es lo que ellos ven. Nada, porque desde mañana no habrá nada.
No son cuatro trabajadores de Spanair, son una novia, una madre, un padre y un marido. Y tras ellos cuatro familias, y tras ellas muchas otras en la compañía, y en las auxiliares y en las tiendas que ya no tendrán clientes. Y así en una larga cadena.



Y lo triste es que mañana esta foto no la mirará nadie, y los cuatro quedarán difuminados en una larga, larguísima fila de parados a las puertas de un local con cuatro letras insultantes, no se que de empleo. De empleo, que ironía.

Poco importa que los dueños de la empresa fueran unos inútiles, que el gobierno catalán tuviera en su día sueños de grandeza y apostará por ellos, o que ahora, cuando llueven tijeras por todas partes, PP y CiU hayan decidido cortar subvenciones. Poco importa. Un grupo de sesudos directivos, con la nuez a punto de cascar por el prieto nudo de una corbata ha decidido cerrar, y ya, ahora mismo, y ellos se han quedado así, porque saben lo que eso traerá, nada.
En España no andamos con chiquitas. Seguro que la empresa sabia hace tiempo la fecha y la hora de la ejecución laboral de sus empleados, de más de dos mil familias. Y el gobierno también. Ese que concede subvenciones a unas empresas, mientras que no paga a otras, sus proveedores. Esos mismos gobiernos que quitan la subvención a Spanair, pero se la mantienen a Ryanair. Esos que apuestan por mantener sectores no estratégicos, como el de aviación, donde no hay más compañías y aeropuertos porque no caben, y le quitan ayudas a sectores vitales como el de energías renovables.



Culpables todos de una situación aeroportuaria caótica. Porque el empleo ha recibido otro hachazo, pero tampoco es suave el que recibe nuestro sector turístico. Compañías que quiebran, controladores que se ponen “malos”, pilotos en huelga crónica, aeropuertos medio vacíos en un lugar de la Mancha... Ya sabemos que tiene razón Guindos cuando plantea la necesidad de reestructurar el sistema financiero, y Soraya cuando presenta leyes de buen gobierno. Ambos tienen en la aviación civil española tajo largo para trabajar, poner orden y rescatarnos de la miserable imagen que pone fin a este artículo, y que es casi diaria, los pasajeros en el suelo, haciendo noche en un aeropuerto español, mientras rellenan papeles.
Al final todos lo sabían, menos los de la foto. Pero el cierre se hecho, sin avisar. Se podía seguir operando mientras se desmantelaba la compañía en orden. Pero no. Desde las 00,00 no se vuela, y si estas en el avión te bajas. Y si estas en transito te quedas, y si precisas volver a casa, te jodes.
Pero nos hemos acostumbrado tanto a estas situaciones, que los de la foto, que son los que más importan, son cuatro números más. Tan números que un programa de debate se inicia cada día con un contador que indica el aumento de número de parados, y va a toda mecha, tanto que cualquier día se rompe.
Son cuatro vidas que terminan su empleo, su dignidad, su sentido de ser útiles, que dejan de consumir, de participar, de influir en la vida económica. Cuatro vidas que comienzan a pensar que no son validas, que sacaran esas manos de la cara para mostrarlas vacías a sus familias. Cuatro vidas que arrastran a otras. Cuatro fracasos colectivos, nuestros de todos. Cuatro vidas paradas.

Imagen elpais




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