domingo, 7 de marzo de 2010

1984


Hubo un tiempo en que, ilusamente, consideraba de urgente necesidad para la salud pública, la lectura por los adolescentes de “Un mundo feliz” y “1984”. Hoy me he caído del burro, mi hermano, ese tierno infante que me atormenta cada día, que boludo es el destino, lo ha leído y su juicio ha sido implacable, ¡Que tostón!. La madre que le parió.




Leí “1984” hace cinco años, me atrapó tanto como los pilares de Follet, y me aterró tanto como la crónica política de cualquier telediario. Para aquella visión idílica y romántica que uno posee con 15 años, la sola sospecha de que un día viviéramos bajo un estado capaz de manipularnos, conducirnos en contra de nuestra ansia de libertad e indisponernos contra todo aquello que el alma humana nos inculca con mimo en cada gen, me resultaba desasosegante. En aquellos años, aun, la corrupción, la manipulación de la verdad, la falta de ética de los periodistas, verdaderos adalides de la verdad a los que se admiraba, el robo y la infamia nos parecían aterradora ciencia ficción. En aquellos años, aun admirábamos a esas masas de universitarios que veíamos en la hemeroteca de informe semanal luchando contra el franquismo, o las puertas de la sede del PP reclamando justicia contra los que violaron Iraq o los que sembraron de cadáveres de militares españoles un monte de Turquía, ahorrando dinero en un avión que olía a muerte. Hoy para mi hermano, “1984” solo es un tedioso relato de la rutina diaria que vive o desconoce. Nada que sorprenda ni a él, ni a cualquiera que viva en el mundo.

La última triste comprobación la he tenido estos días de exámenes, en los que rara vez he tenido oportunidad de mirar por mi ventana, la de mi habitación, la de mi ordenador o la de mi televisión. Curioso mundo en el que hay tantos “mi”, y tantas ventanas.
El gobierno autonómico de Valencia, uno de tantos gobiernos, casi más que gobernados, paga y mantiene un museo erigido como templo a la verdad, tras lo cual veta y retira sin pudor una parte de una exposición autorizada porque no le gusta. Y todo ello con un criterio estético evidente, dejar en un museo una colección de fotografías de ladrones y traidores a sus gobernados es de poco gusto. Se ha comentado mucho en algunos medios, evidentemente los menos proclives al PP. Pocos ciudadanos han pedido, sin embargo explicaciones y responsabilidades a sus servidores públicos, que no olvidemos lo son. Pasividad y huevos gordos creo que lo llaman.

Hace año y medio un ciudadano con antecedentes de violencia y desprecio al género femenino agrede a traición a otro ciudadano que salio pacíficamente en defensa de una mujer al que el primero maltrataba de palabra y obra en un lugar público, en un ejercicio poco ejemplarizante. El segundo ciudadano entra en coma fruto de la agresión y salva la vida de milagro.

El juez, para dar un escarmiento le empaqueta al primero diecisiete meses de preventiva para que espabile. ¿Cómo acaba la historia?. El agresor es una victima de un sistema judicial corrupto, connivente con el poder político, el agredido un chulo de mierda, rencoroso y ventajista que ha sacado tajada política y económica de la situación. Los médicos que le atendieron, unos incompetentes, representantes de una casta de profesionales mimados que hacen lo que les da la gana y no mueven un dedo para salvar la vida de un ciudadano, por negligencia. La madre que parió al agresor del chulo de mierda que casi se muere por los inútiles de los creados de los médicos, una victima de una sociedad perversa que se ensaña con aquellos a los que conduce al abismo del alcohol, las drogas y la violencia. ¿Quién dice eso?. Tele cinco, con la anuencia y el silencio del resto de guardianes del centeno.

Claro que todo tiene su explicación. El tema de que un profesor universitario, un símbolo de la intelectualidad y la progresía defendiera con su vida a una mujer maltratada era un temazo para los medios, que empezaron a reservar horas de prime time para la historia y a talar árboles para imprimir periódicos. La pena es que el maromo estaba en coma y, claro, no podía hacer declaraciones. La futura viuda podía hablar, pero, claro, no es lo mismo, y encima la mujer resultó de mucho carácter y algo renuente a acudir a plató. Así que para rellenar este filón acudieron a la agredida, con lo que encontraron una mina, la lucha por el desfavorecido por el destino, la victima de las circunstancias y el poder. Ante la perplejidad general, la susodicha defendía a su compañero y arremetía contra su hipotético defensor. La chica comenzó a ser asidua de la tele. Daba igual que ella reiterara que el cielo es violeta, por más que antes que chocante, resultaba polémico. Pero, ya se sabe, el roce hace cariño, y tanto ver a la agredida en la tele, y tanto oír a los contertulios de la noria alabar a la chica y su suegra, y tanto sembrar sutiles dudas, el público comenzó a rolar de la antipatía a la comprensión y la ternura hacia el pobre agresor. El terreno estaba preparado y el remate era fácil. El cabrón del agredido no se muere sino que resucita, que ahí que ser, y lejos de dar una exclusiva en DEC, la Noria, Salvame o el diario, da ruedas de prensa para todos, se niega a ir a un plato y no admite perdonar al que casi le manda para el otro barrio, es más, ya en el colmo de los colmos, pide justicia.
Jordi González dijo en esta historia la cuestión clave hace una semana. Neira, el agredido del que hablamos, tenia la obligación de ir a la tele y probar su inocencia, y no lo había hecho. Y los jueces y la realidad son la tele, algo que no salga ahí no existe. Cuando Neira aceptó un cargo de asesor contra la violencia de género en la administración de Mary Hope Aguirre en Madrid, firmó su sentencia de muerte mediática. Algunos medios han iniciado la investigación y la crucifixión pública contra Neira. Otros héroes han tenido mejor suerte, unos minutos de telediario y el olvido tras salvar a una mujer de la muerte. Neira no, ha cometido el error de no plegarse a las exigencias de share.
Hoy esta historia sigue en los tribunales y demuestra, a mi entender, porque hay verdades que son ciertas y otras tan solo un engaño de nuestro sentido común. El periodismo se ha convertido en un poder tangible, que nos da cada día el soma necesario para vivir, nos hace visibles o invisibles y condiciona a los agentes sociales y los partidos (a nivel local o nacional) haciéndoles ver que les pueden ensalzar, despedazar o simplemente ocultar.
Hoy, un mundo que escribe en sus leyes una libertad que solo es usable sin coincide con el pensamiento ortodoxo, y en el que tus servidores te tiran la casa, te hacen un traje o te difaman sin pudor, existe ante nuestros ojos, ante nuestra pasividad y, a veces, ante nuestro aplauso.
España, a 7 de marzo de 1984

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