domingo, 21 de marzo de 2010

El ejemplo Muguruza

No se si sabremos algún día quien es el culpable de lo que ocurre en Castro, y ni siquiera si sabremos algún día que es exactamente lo que ocurre.
Estos días, la entrada y salida de Fernando Muguruza de la cárcel de El Dueso ha sido noticia en Cantabria.
Una noticia más, a la par que la renovación de Oriol en el Racing y a un nivel menor que el “Eurodemo” la oferta musical del Santander 2016 en el palacio de deportes, y es que los males de Castro, o de Señas, o Limpias o Comillas o Piélagos ya se han convertido en rutina, como los vómitos en un paciente que soporta quimioterapia.
Que a un alcalde le metan en la cárcel dos años después de iniciarse una investigación de esta, supuesta, importancia, da idea de cómo va la dicha investigación, que en dos años ha dejado tantos cabos sueltos, que aun es posible destruir pruebas. De hecho, tampoco se si será totalmente cierto, es comentado en Santander, hace tiempo ya, que en los inicios de este asunto, varios fueron los acusados que o bien padecieron en sus casas registros propios del inspector Gadget, o que fueron registros tan tardíos que dio tiempo de sobre para esconder papeles, pruebas y dinero, que en algunas casas de la zona este de la ciudad se acumulaban de forma cuantiosa. Y es que, en este tema como en otros, los medios con los que cuentan jueces y policías distan mucho de ser los más idóneos para cumplir su labor, que no solo es perseguir al delincuente, sino proteger al que no lo es.
Eso sin contar que el acusado por delitos graves de tipo urbanístico y sus socios sigan custodiando el urbanismo de la ciudad afecatada, algo propio del club del chiste. Quizá sea una obviedad, pero poca gente repara en que las graciosas correrías urbanísticas de estas personas, caso de ser ciertas, no son un ejemplo más de la proverbial picardía española, ni esto es el bosque de Sherwood, ni Muguruza y similares Robin. El robo o la destrucción de bienes públicos sustrae a toda la sociedad de recursos que nos son necesarios. Si una propiedad municipal destinada a servicios se urbaniza, esos servicios no van a existir. Si una propiedad municipal se mal vende a un constructor, el estado genera menos dinero, que los demás no podremos usar o que, aun peor, deberemos reponer algún día, por ejemplo, pagando un iva más alto. Cada vez que un empresario paga un extra a un funcionario, lo detrae del pago que deberíamos recibir todos, o asume un servicio que otra empresa, que no puede pagar soborno habría hecho mejor, o impide que esa empresa desplazada cree o mantenga empleo. Cosas muy sencillas de entender que no están presentes, no se porque, en la mente de quienes defienden, aun sabiéndolo, a quienes actúan desde los cargos públicos, en beneficio propio.
No se muy bien quien es peor, si es que la maldad tiene grados, si esos alcaldes vascos que se manifiestan a favor de etarras y colaboradores necesarios, o esos ciudadanos que lo hacen en defensa de alcaldes que de forma inmisericorde, parece, emplean los bienes de todos en beneficio particular.
Pero lo grave no es solo eso, si es así. La mancha de la impunidad y la maldad se ha extendido, especialmente en este caso, a personas ajenas a la política, y no me refiero solo a los necesarios empresarios, malvados sempiternos, que corrompen a los pobres políticos.
Una caterva de técnicos, asesores y amigos varios se han instalado en las instituciones españolas beneficiándose y ayudando en sus despropósitos a los políticos de turno, a cual más ignorante, lo cual dice mucho de los votantes y sus criterios.
Una casta indiferente a la sociedad se ha instalado, según categorías (nacional, regional, provincial y local), en un estatus de parasitismo que nos ahoga. Mal esta que hayamos, sin protestar, como siempre, admitido un estado por cuadruplicado, peor aun que demos por bueno, y hasta anhelemos pertenecer a una sección completa de enchufados. Un vistazo ligero a los autos judiciales de Castro revelan que una parte significativa de los imputados no son políticos, no son el ya mítico concejal de urbanismo, el nuevo Belzebú patrio. Son funcionarios, cargos de confianza, técnicos en transito, etc.
Y es lo que más me desconcierta del caso Muguruza. La falta total de control. Los ayuntamientos pueden, eso parece, nombrar y contratar a quien quieran, pagarle lo que deseen, mantener de forma provisional y sin oposición a media plantilla por años, sin que haya meritos reconocidos ni control alguno, sin que quienes valen puedan acceder a ese puesto. Pueden poner en marcha las obras que consideren pertinentes, sin que aquello este sujeto a nada, salvo que el escándalo sea muy gordo o un traidor te delate, en cuyo caso, y a toro pasado, se inicie una lenta y casi insípida investigación, que recuperara tan solo una parte del daño. Pero es que Muguruza pertenecía a un partido, el PRC, cuyo presidente defendio su honorabilidad diciendo que se dejaria cortar las manos por Muguruza. Pues poca vista tienen los partidos a la hora de elegir, comocer y controlar a sus miembros. Muguruza pervive en el cargo, pero no gracias a las siglas que le llevaron al poder. Pues algo falla en el control de estas organizaciones sobre sus miembros y en un sistema electoral de listas cerradas para ser elegido, pero no para ser excluido. El ciudadano no puede decidir a quien elige, como tampoco a quien excluye, cuando este es un indeseable y un Judas.
Y luego esta el tema de fondo, el urbanismo. Un alcalde puede prevaricar, robar y pisar la ley, pero si te da licencia para edificar en medio de la Catedral de Burgos, tu casa, aquella que el poder del estado te autorizó a levantar, y un notario, y un registrador y un inspector de hacienda selló en cuarenta mil papeles bien cobrados, será tirada, y con ella tu honra y tus bienes. El alcalde, inductor culpable de tal tropelía no debe, sin embargo, temer nada. Y nosotros, ante esto, como ante el drama del paro, o tantos otros, ¿Qué hacemos?. Quedarnos en casa, viendo a Belen Esteban.


Imagen DM

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