jueves, 23 de octubre de 2025

La vida en un cribado


La detección precoz del cáncer —comúnmente denominada cribado— es una de las herramientas fundamentales de los sistemas sanitarios modernos. Se trata de realizar pruebas a personas asintomáticas pertenecientes a grupos de riesgo, con el fin de identificar tumores en fases iniciales, cuando aún son más tratables y las tasas de supervivencia son mejores. Su importancia radica en que el tiempo es decisivo: cuanto antes se detecte un cáncer, menor será el daño al paciente, menores los costes sanitarios y mayor la posibilidad de curación.

Los programas de cribado pueden incluir, por ejemplo, mamografías para el cáncer de mama, pruebas de sangre oculta en heces o colonoscopias para cáncer de colon, y citologías o pruebas de VPH para cáncer de cérvix. La evidencia muestra que estos cribados han contribuido a que ciertas neoplasias bajen su mortalidad o que, al menos, se sobreviva más años tras el diagnóstico. Esto los convierte no solo en una intervención médica, sino también en una política de salud pública esencial.

Ahora bien: el éxito de un programa de cribado no está garantizado simplemente porque exista. Depende de que haya buena cobertura (que realmente se invite a las personas que deben ser invitadas), rápido acceso a la prueba, capacidad de seguimiento de los resultados, protocolos adecuados para las anomalías, y comunicación eficaz. Cuando alguno de esos elementos falla, los riesgos emergen: falsos negativos, retrasos en el diagnóstico, pérdidas de seguimiento, etc.

En ese sentido, el escándalo reciente en Andalucía lo demuestra con crudeza. El programa de cribado del cáncer de mama gestionado por el Servicio Andaluz de Salud (SAS) admitió en octubre de 2025 que alrededor de 2.000 mujeres habían sido sometidas a mamografías cuyos resultados habían sido clasificados como “lesiones posiblemente benignas” pero sin la adecuada comunicación o seguimiento.

Algunas de esas mujeres habrían sufrido retrasos de meses e incluso años, y en ciertos casos el cáncer se diagnosticó ya en fase avanzada. El fallo no sólo es sanitario, sino ético, pues el sistema no cumplió su función protectora.

¿Qué revela este caso en clave de opinión? Primero, que el cribado es tan eficiente como fiable sea su circuito completo. En Andalucía, según informes, el problema estuvo en el sistema de información: los resultados dudosos no eran siempre notificados correctamente al paciente, y los protocolos para seguimiento no estaban garantizados. La mera existencia de la prueba no bastó; era fundamental su correcta gestión.

Segundo, este episodio pone al descubierto que la desigualdad y la variabilidad territorial siguen siendo problemas serios en España. El Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) ha exigido una auditoría de los cribados de cáncer en todas las comunidades autónomas ante lo ocurrido en Andalucía. Y es que los datos nacionales no siempre son homogéneos o están actualizados: según medios, varias comunidades aún no han facilitado información básica de sus programas desde 2021. Esto sugiere que el fallo andaluz podría no ser una excepción aislada.

Tercero, la confianza ciudadana se ve erosionada. Cuando se descubre que el sistema de prevención falló, la participación en el cribado —elemento clave para su eficacia— puede disminuir. La consejera andaluza reconoció que uno de sus temores era que se redujese la cifra de mujeres que quisieran participar. Si la gente deja de confiar en que el sistema la cuidará, se pierde la comunidad como actor protector, y se debilita una pieza clave de salud pública.

Cuarto, la inversión y los recursos humanos importan, pero la gestión lo es tanto o más. En Málaga, el Sindicato Médico de Málaga advirtió que la falta de radiólogos puede frustrar el plan de reactivación de los cribados en Andalucía. Es decir: sin profesionales, sin estructura, sin personal de soporte, todo programa queda sobre papel. Y en muchas regiones se están dando recortes, saturación de servicios y externalización —lo que plantea riesgos adicionales.

En conclusión, los cribados son una de las piedras angulares de la lucha contra el cáncer. Su importancia radica en prevenir, detectar temprano y reducir la mortalidad. Pero como señala el error andaluz: el contrato entre el sistema sanitario y la ciudadanía no se cumple cuando la gestión interna falla. El resultado es una promesa sanitaria incumplida, y en salud pública estos incumplimientos tienen consecuencias reales: vida o muerte, tratamientos más agresivos, sufrimiento añadido.

Esta crisis debería servir como llamada de atención: no basta con tener un programa de cribado. Hay que garantizar que cada invitado lo reciba, lo realice, se le entregue el resultado, se le haga seguimiento si hace falta, y que el proceso sea transparente, medible y sujeto a fiscalización. En un país con un sistema público de salud como España, la equidad exige que en todas las comunidades autónomas ese engranaje funcione a la perfección. Y si no lo hace —como en el caso de Andalucía— el coste no es sólo institucional, sino humano.

Fuentes

  • “El fallo en el cribado del cáncer de mama en Andalucía obliga a avisar a 2.000 mujeres.” EFE, 02 oct 2025. EFE Noticias+1

  • “Más de 2.000 mamografías ‘dudosas’: qué ha pasado con el cribado de cáncer de mama en Andalucía.” Huffington Post, oct 2025. ElHuffPost

  • “Error inadmisible con el cáncer.” El País (Opinión), 06 oct 2025. El País

  • “CSIF exige una auditoría en toda España tras los fallos detectados en los cribados de cáncer de mama en Andalucía.” La Razón, 17 oct 2025. La Razón

  • “El Sindicato Médico de Málaga alerta de que la falta de radiólogos puede frustrar el plan andaluz para relanzar los cribados de cáncer.” Cadena SER, 16 oct 2025. 

Imagen Kaktalin

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