sábado, 25 de octubre de 2025

El extraño caso de la hora cambiante


Ah, el venerable cambio de hora. Ese ritual bianual por el que, cual mago distraído, se nos roba (o se nos regala) una hora de sueño, sin que nadie recuerde muy bien para qué sirve.

Hay dos tipos de personas en España: las que celebran el cambio de hora porque “se gana una hora de sueño”, y las que maldicen porque “se pierde una hora de vida”. Y ambas tienen razón… según el mes. Cada marzo y cada octubre jugamos a ser dioses del tiempo, moviendo las agujas como si eso arreglara la factura de la luz o el déficit del sueño.

Cuando el sol iba por un lado y Franco por otro

La historia del cambio de hora en España es un sainete digno de Arniches. Todo empezó en 1940, cuando el régimen franquista decidió adelantar el reloj para sincronizarse con la Alemania nazi. Sí, mientras Portugal y el Reino Unido seguían fieles al meridiano de Greenwich, nosotros dijimos: “Bah, mejor la hora de Berlín, que suena más europea”. Y así seguimos, 85 años después, viviendo una hora adelantados respecto al sol.

Luego, en 1973, llegó la crisis del petróleo y a alguien en Europa se le encendió (literalmente) la bombilla: “¡Movamos la hora para ahorrar energía!”. España, entusiasmada con cualquier oportunidad de desordenar el sueño nacional, se apuntó. Desde entonces, dos veces al año, adelantamos o atrasamos el reloj “para aprovechar la luz solar”. Porque claro, la Tierra no se va a mover sola, habrá que echarle una mano.

Los supuestos beneficios del desbarajuste horario

El principal argumento a favor es el ahorro energético. En teoría, si hay más luz por la tarde, encendemos menos bombillas. Lo que nadie dice es que ahora gastamos esa energía viendo Netflix, cargando móviles y preparando tostadas con freidora de aire. Pero oye, las bombillas, apagadas.

Otro beneficio es el “más luz para disfrutar del día”. Perfecto, si no fuera porque esa “luz extra” significa que en verano el sol te saluda a las seis y media de la mañana, justo cuando tu cerebro aún vive en la Edad Media. Eso sí, las terrazas encantadas: más horas para vender cervezas, tapas y promesas de “solo una más”.

También hay quien dice que el cambio de hora reduce los accidentes de tráfico. Claro, nadie menciona que a la semana siguiente los conductores están medio zombis por falta de sueño. Pero bueno, menos choques por la tarde, más despistes por la mañana: equilibrio natural.

Los perjuicios, con insomnio incluido

Y aquí viene la factura biológica. Cada cambio de hora descoloca nuestro reloj interno, ese mecanismo ancestral que regula sueño, apetito y humor. Los expertos lo llaman cronodisrupción, que suena a nombre de grupo indie pero significa básicamente “tu cuerpo no entiende nada”.

Durante los días posteriores al cambio, se disparan los bostezos, bajan los niveles de atención y aumenta la mala leche nacional (aunque eso quizá sea estructural). Algunos estudios incluso apuntan a un leve incremento de infartos. Vamos, que jugar con el reloj sale caro: dormimos mal, rendimos peor y seguimos sin ahorrar ni un kilovatio.

Y no olvidemos el caos logístico: relojes del coche sin actualizar, hornos que viven en otra dimensión temporal y ordenadores que deciden cambiar la hora por su cuenta. Un auténtico festival del desajuste.

Europa también se ha cansado del juego

Desde 2019, la Unión Europea debate si eliminar el cambio horario. En teoría, en 2026 cada país podrá elegir entre quedarse con el horario de verano o el de invierno. En la práctica, España sigue debatiendo qué comer hoy.

Y aquí está la gran paradoja: da igual lo que elijamos, seguiremos con el reloj mal puesto. Si nos quedamos con el horario de verano, en Galicia amanecerá a las 10 en invierno. Si optamos por el de invierno, en Valencia anochecerá a las cuatro y media. O sea, o dormimos poco o cenamos de noche cerrada. Bendita democracia solar.

Moraleja (sin hora de entrega)

El cambio de hora nació como un intento de ahorrar energía, pero hoy es más bien una excusa colectiva para quejarse dos veces al año. No ahorra, no mejora la salud y no arregla el sueño. Pero, eso sí, da conversación. Y en España, si algo valoramos más que el tiempo, es hablar de él.

Así que, cuando toque volver a mover las agujas, sonríe, bosteza y repite el mantra nacional: “¿Otra vez? Pero si acabábamos de cambiarla…”.


Fuentes consultadas:

  • BBVA.com: “Cambio de hora: orígenes, beneficios y perjuicios del horario de verano e invierno.”
  • Wikipedia: “Horario de verano” y “Huso horario de España.”
  • El Confidencial (2025): “Los auténticos motivos por los que seguimos cambiando la hora.”
  • Cadena SER (2025): “Cronodisrupción: el efecto biológico del cambio de hora.”
  • El Tiempo.es: “Cuándo y cómo será el próximo cambio horario en España.”
  • Blog DIA: “La historia del cambio de hora en España.”

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