sábado, 2 de diciembre de 2017

El fin de los días



Llega a nuestros hogares, puntual como la navidad y la lotería, el día mundial del SIDA. Un día propicio para la reflexión, la toma de conciencia,etc, etc. Que para fornicar a lo loco como salvajes y tapar a los seropositivos para que su presencia no incordie, están los otros 364.
Y es que bien mirado, que seria de los progres de salón, de los políticos y de los fabricantes de lazos, sin estos maravillosos días en los que nos enternecemos, soltamos la lagrimita ante la desdicha ajena y visionamos esos crudos y desgarradores videos sobre el mal ajeno, sin los cuales no nos desahogaríamos antes de afrontar lo verdaderamente importante en nuestras vidas: la tortura de Julián Muñoz, la incomprensión de Violeta Santander o las desdichas de Paloma Lago sin su Ferrero Roche. Cuestión de buen gusto.
Son días proclives al miedo, a una dedicación esmerada de los poderes públicos (que tienen de públicos lo mismo que las meretrices) a solucionar los problemas a base de no hacer, que es normalmente lo que practican ellos. Y para muestra un botón, mejor dicho un cartel, el de la campaña anual a favor de sexo seguro del gobierno mejicano. Toda una demostración de cómo meter miedo, y no otra cosa. Como si todo se solucionase con tanta facilidad como pasar hambre. Como si en asuntos como el SIDA la prevención sanitaria, la educación, la creación de una sociedad responsable y respetuosa con todas las tendencias no fuera importante, y todos los días del año.

Yo no comulgo con eso. Estoy totalmente en contra de los días conmemorativos. Reconozco que tienen la utilidad de pegarnos un latigazo de vez en cuando, que tan pronto se va como llega, todo hay que decirlo. Y reconozco que cuentan con la virtud de poner en el escaparate la labor callada e inmensa de quienes de verdad, no como la mayoría de la turba y sus centuriones, vuelcan su vida en la esperanza de un mundo mejor, por justo. Poco más.
Yo estoy en contra del día contra el SIDA, por que estoy a favor del año, de la década, del siglo o del milenio contra el SIDA y todas las demás losas que nos caen en la boca, por escupir primero al cielo, que eso se nos da de madre.
Decía mi profesor de historia que los grandes océanos se forman de gotas de agua, y que los grandes desiertos nacieron como un grano de arena. Esos granos, y esas gotas deben ser nuestro objetivo.
Precioso lo del lacito en la pantalla de las cadenas televisivas (y eso que te come los subtítulos y carteles). Más aun lo seria luego no hacer en la misma cadena chistes de mariquitas, no usar como reclamo publicitario y recurso estético el sexo a pelo, la sexualidad irresponsable, la reducción de la mujer a la categoría de hoyo de golf, los valores mercantiles de la vida y tantas actitudes que convierten al final estos días tan bonitos en un ejercicio sublime de cinismo. El mismo cinismo que portan y blanden quienes predicando amor y solidaridad (y me consta que la ejercen), luego se oponen fieramente a cualquier investigación científica, que por el mero hecho de tocar el tema genético, es ya obra del diablo. Los mismos políticos que ahora salen en los medios pregonando su compromiso, etc, deberían contarnos que han hecho los otros 364 días del año para cumplir compromisos como el de abaratar y hacer accesibles los retrovirales.

Deberían contarnos porque se han detraído recursos del fondo mundial para la lucha contra el virus. Y deberían contarnos porque en muchos países de la tierra la represión y la falta de igualdad de los seropositivos continúan. Y es que, explicaba hace unos días Joe Amon, director del Programa de VIH/SIDA de Human Rights Watch: “Las pocas historias de éxito que tenemos en la lucha global contra el SIDA son el resultado de esfuerzos heroicos de individuos valientes, movilizando a los empobrecidos, marginados y estigmatizados a la acción”. En fin, esperemos, mientras trabajamos por la justicia, el fin de los días, conmemorativos, se entiende.


Imagen campaña SIDA en Méjico

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