miércoles, 2 de julio de 2014

Caliente, caliente



Dicen que por la mirada se descubre el entresijo humano. De la misma que forma que dicen que esa misma mirada delata a una mala mujer. No se, la mayoría de las habitan Moncloa no tienen esa mirada lasciva, esos ojos enarcados y esas comisuras entreabiertas en plan “cómeme”, y sin embargo lo hacen, nos devoran. Esta lo tiene todo, la fama, el cartel y la mirada. Pero no es mala, antes al contrario, dicen los entendidos que esta muy buena. Tanto que pasa por ser una de las reinas del gonzo, un nada sutil estilo cinematográfico en el que los protagonistas exhiben sus atributos sexuales mostrando de forma explicita la interacción de estos de forma reiterada, placentera y compulsiva. Vamos, lo que aquí llamamos practicar sexo.


Dicen que Sasha entró en esto del porno a los 18 años y que ha sido una de las actrices que “más se ha entregado”, que más al límite ha llegado y que menos ha fingido ante una cámara. Cuestión de profesionalidad. Pero nada de eso presenta un interés desmedido en su historia, antes bien, no es más que un exceso accesorio.

Dicen sus biógrafos que Sasha, la chica que insinuantemente nos mira, se sale, entre otras cosas, del patrón de esta industria. Nada de silicona, nada de caderas circulares, nada de uñas a la francesa. Tampoco responde al típico perfil de chica inculta de barrio que entra en el mundo del sexo por inmadurez, desencanto vital, marginalidad inducida o una cadena de circunstancias incontrolables que atrapan al individuo sin posibilidad de elegir tu destino. No, nada de eso. Sasha es educada, interesada por la cultura, sumergida en el mundo cambiante de la cultura más vanguardista, lectora ávida de Sastre y Dickens, sensible a su tiempo, dominadora de su vida, inquisitiva, irónica, sagaz y voluntaria, pues decidió entrar en esto (vaya verbo) por puro afán y meditada y planificada actitud. Recién alcanzada la mayoría de edad ahorro, se mudó a Los Ángeles y comenzó su ascensión implacable al olimpo vaginal.

En 2007 era Marinna Ann Hantzis, una joven tejana de ascendencia griega. En 2008 era la estrella Sasha Grey. En 2009 era portada de la revista Rolling Stone, tocaba en grupos musicales de vanguardia con Thobbing Gristle y tras triunfar en perfomance y happening variadas fundaba su propia productora, para dejar de enseñar el viaducto y crear “nuevas oportunidades para jóvenes con ambición”. Por hacer, hasta se ha permitido parodiarse a si misma y vilipendiar a su propio mundillo, en una encumbrada serie “Él séquito” que la ha convertido poco menos que en una artista de culto.

Tras dos años de investigación interior Sasha regresa de la mano del, no menos, inquietante Nacho Vigalondo, el discutible (por su tendencia a empatar sin medida) cineasta cántabro que la exhibe en su nueva excentricidad, “Open Windows””, en la que la inimitable Sasha comparte cartel con Elijah Word.

No es la primera vez que Sasha se inmiscuye en el otro cine, puesto que ya había tenido puesto en el reparto en algunas películas de Steven Soderbergh, ese director oscarizado, tan aficionado a la mezcla habilidosa de rarezas cinematográficas de poco presupuesto y grandes superproducciones.

Nada o poco hay de criticable en que la chica se haya dedicado al cine de bajo presupuesto en vestuario, ni tampoco en que ahora se esfuerce en labrarse un puesto en el comercial. Pero siempre surgen en estos casos muchas preguntas, no tanto por la propia protagonista, sino por como su devenir revela como somos a nivel colectivo y que misteriosas y, en ocasiones, rastreras fuerzas, nos impelen.

Puestos a llamar la atención Vigalondo no tuvo reparos en hacer chistes en su día sobre el holocausto judío, y publicarlas en su twitter, y en analizarlas en su blog. Y claro, incluir en el reparto a una actriz porno reconvertida da mucho juego promocional. Quizá pocos se hubieran fijado en el nuevo proyecto del cineasta si su afiche no tuviera ese gancho. O quizá si. Y es que las páginas dedicadas estos días a la muchacha y al muchacho hacen replantearse que inescrutables criterios persisten en los medios para alabar y difundir sin tino las obras de artistas, literatos o artistas plásticos varios, mientras se silencian otras. Podemos estar cinco días viendo en la tela los posados promocionales de Penélope Cruz y no  saber nada de la obra intimista, vigorosa y comprometida de Carmen Elalde. ¿Qué quien es esa?, pues ahí tenéis el ejemplo de lo que digo.

Con todo, Sasha lo sabe, sabe que si media humanidad no la hubiera visto primero el culo, ahora nadie se interesaría por su cara. Y es que emplear a la mujer como mercancía es un arte muy versátil y que emplea muchos medios. Y si Sasha ha sido elegida por sus valores interpretativos y sus cualidades artísticas, pues estupendo, pero en ese caso, que puede ser, no se entiende el afán de los medios es exaltar sus orígenes y su cualidad como mujer dominadora de su destino, una rareza en un mundo, el del sexo, hecho a medida  de los hombres y pensado para la vil explotación de las mujeres.   En todo caso, en un mundo donde la prostitución, con o sin cámaras delante, es una lacra más que alimenta la vejación y el maltrato a la mujer, extendiendo la idea de que solo somos un simple objeto creado para el uso y disfrute de los hombres, presto a ser liquidado cuando a estos estorba o place, combinar inteligencia, libertad, ser empresaria de carne femenina y estrella porno todo en uno, no parece muy acertado. Y sin embargo Vigalondo lo graba y muchos medios lo venden.



Imagen hypebeast.com

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