domingo, 14 de enero de 2018

Básico 19. La Guerra de Marruecos



Después del desastre del 98, el régimen de la Restauración quedó muy herido. Los dos grandes líderes de los partidos del turno, Cánovas y Canalejas dejaron la escena política a una nueva generación, encarnada por Maura y Canalejas. Ambos serían los últimos reformadores, marcados por el espíritu regeneracionista que intentaron con sus medidas evitar una revolución que los movimientos obreros ambicionaban o un golpe militar que acabase con el sistema.
Todas estas tensiones se encuentran detrás de la historia del colonialismo español en Marruecos, sin el que no es posible entender la historia española de principios del XX. Allí encontró su tumba el gobierno Maura. Allí aprendió el oficio el general Franco y allí murieron miles de jóvenes, alimentando los procesos revolucionarios del periodo. Por eso hoy lo estudiamos.

España había iniciado la penetración colonial en Marruecos durante el reinado de Isabel II, con la pretensión de proteger sus intereses en las ciudades de Ceuta y Melilla y asegurar las zonas mineras que eran periódicamente asaltadas por bandas marroquíes. Prim, uno de los héroes de estas guerras, sería, posteriormente, uno de los líderes del Sexenio.
A principios del siglo XX España, tras la pérdida de sus colonias en 1898, intentó ampliar sus zonas de influencia en Marruecos buscando prestigio internacional y nuevos mercados.
Las tensiones coloniales previas a la Primera Guerra Mundial, habían estado a punto de provocar una guerra entre Alemania, Inglaterra y Francia debido a las reclamaciones territoriales de Alemania en el norte de Marruecos. Para solucionar este conflicto de intereses, en una de las pocas zonas no colonizadas del continente se convocó la Conferencia de Algeciras (1906), tras la cual (y el posterior tratado de Fez de 1912) España quedaba encargada de la tutela del norte de Marruecos y Francia de la zona sur (más rica y amplia).





El estallido de una guerra civil en el Marruecos español, produjo acciones hostiles de las cabilas rifeñas sobre los obreros y compañías mineras que construían el ferrocarril de Beni Fu Ifrur en torno a Melilla, lo que llevó al entonces primer ministro Antonio Maura a una intervención militar masiva en el protectorado, que desencadenaría la denominada “Guerra de Melilla” en 1909 y los sucesos de la Semana Trágica.

Maura decretó el envío de las Brigadas Mixtas de Cataluña, Madrid y Campo de Gibraltar, y unidades de reservistas, de las quintas de 1903 a 1907. Hombres que ya habían hecho el servicio militar y quedaban a disposición del estado para situaciones de emergencia. Posiblemente, ante la amenaza de un conflicto europeo, Maura pretendía un ensayo de  movilización, pero la tensa situación social en la España de la época y el mantenimiento de las injustas quintas (ley de reclutamiento que permitía que un hombre no acudiera a filas y en su lugar fuera otro, si podía pagar 6.000 reales, cantidad desmesurada para la época, pues un obrero no ganaba más de 10 reales al día) provocaron un drama. Mal preparadas y pertrechadas, la tropas fueron emboscadas en el llamado Barranco del Lobo. Fue una matanza y un desastre militar que estuvo a punto de  hacer perder las ciudades de Ceuta y Melilla.
Los hechos desencadenaron un aluvión de protestas en contra de la guerra en forma de artículos en la prensa, de mítines y manifestaciones, que degeneraron en motines y revueltas, especialmente en Barcelona, que acabaron en una fuerte represión.
En varias ciudades como Cádiz, Madrid o Málaga y, especialmente, en Barcelona las protestas contra el envío de tropas provocaron muchas víctimas, entre ellas Ferrer y Guardia, un líder anarquista acusado en Barcelona de liderar las revueltas y ejecutado.
Finalmente el rey depondría a Maura de su cargo. La Semana Trágica (como se denomina a este conjunto de acontecimientos) sería un paso más hacia la crisis de la monarquía, el afianzamiento revolucionario y el fracaso del regeneracionismo.



Militarmente la situación se acabo controlando. Tras la entrada de tropas francesas en Fez (1911), los españoles aceleran su penetración en la zona ocupando militarmente las regiones de Yebala y Rif Oriental. Esta ocupación queda confirmada tras el establecimiento de un protectorado franco-español en Marruecos (1912). La parte norte, con capital en Tetuán, quedaba bajo protección española, mientras que el centro y sur del país era para Francia y Tánger quedaba declarada como zona internacional.
Las tensiones internacionales de la Guerra Mundial y la rebeldía de los caudillos rifeños impidieron a España hacer efectivo su protectorado entre 1912 y 1918, más allá de los territorios que ya controlaba.
Concluida la Guerra Mundial en 1918, el alto comisario Dámaso Berenguer, amigo y protegido del rey Alfonso XIII, inició una serie de operaciones en Yebala para, de una forma paulatina, ir extendiendo el control español por todo el territorio. Pero el general Fernández Silvestre, comandante de Melilla, inició por su cuenta una serie de arriesgadas operaciones que, aunque tuvieron un éxito inicial, acabaron en el desastre de Annual y Monte Arruit, una auténtica matanza que acabó con la vida de 12.000 hombres y grandes pérdidas materiales. Las dudas sobre la actuación de los comandantes españoles y las sospechas de abandono a los hombres y falta de material por la corrupción reinante produjeron una crisis nacional y la exigencia de una investigación por parte de las fuerzas de izquierda llevó a la apertura de una comisión de investigación dirigida por el general Picaso, cuyas conclusiones apuntaban a la corrupción del rey y sus militares y políticos partidarios.
Se considera a este hecho como uno de los detonantes de la intervención militar de 1923, en la el General Primo de Rivera, con el asentimiento del rey proclamaría la dictadura.
Tras tomar el poder, los militares iniciaron una serie de operaciones en Marruecos para recuperar su prestigio y vengar Annual.

Con ayuda francesa, los españoles reconquistaron el Rif Oriental haciendo retroceder a Abd el Krim, líder de la revuelta. En 1925 una gran operación militar (desembarco de Alhucemas) rompio las líneas rebeldes e inclinó la guerra de parte de España que toma la capital rebelde (Axdir) y fuerza en 1927 la entrega de Abd el Krim a las tropas francesas con lo que se completa el dominio sobre todo el protectorado. Acabar con la guerra de Marruecos es la gran victoria de la dictadura y lo que la hará popular hasta su caída en 1930.


Imagen ABC.es

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