
Nada es negro y nada es blanco, suele decir mi profesor de filosofía. Hay grises, amarillos, marrones, azules y rojos. Una joven enfermera, que daba sus primeros pasos profesionales, ha sepultado su carrera en un error grave y monumental, porque su resultado ha sido una vida. No hay mucho que decir, o más bien hay poco que se deba decir, porque cualquier razonamiento puede sonar a disculpa, puede resultar un agravio, al dar más relevancia al sufrimiento de la chica o la necesidad de evitar su linchamiento que a lo realmente importante, ha muerto un niño por una causa evitable. Y ese debe ser el destino final de nuestras reflexiones, evitarlo.