domingo, 14 de junio de 2009

Las miserias de la selectividad


Os parecerá una memez, pero después de tres días de selectividad, me siento agotada. Hoy he madrugado para ir pronto a Valdearenas, fundirme con la niebla y el agua y despejarme un poco. Tras tanta tensión y tanta preocupación mi cuerpo se siente exhausto, y mi mente triste. Estoy desanimada. No me ha salido mal. Espero aprobar. Y tengo esperanza en obtener la nota que me permitirá elegir mi futuro. No es por eso. Siento que he dado un primer paso para integrarme en plenitud en un mundo construido sobre la mentira, la desidia y la amoralidad. Quizá sea por el cansancio, pero medito estos días no ir a la universidad, aunque pueda. No estoy segura de querer formar parte de un mundo tan poco profesional, y donde el desprecio a nosotros, los estudiantes es tan descarado y palmario.


El año pasado os contaba como un cúmulo de incidencias, entre ellas el famoso examen de química, en el que, junto a un examen imposible e ilegal, se había producido en algunas aulas un verdadero motín, una oleada de protestas en medio del examen, algo inaudito en un control de 4º de eso.
Este año hemos ido todos con miedo, no a las pau, si no al sistema. Somos una masa frágil que busca, como avergonzados, ir construyendo su vida, para lo que debe someterse a una prueba plagada de arbitrariedades y sin sentidos, donde la suerte será más fundamental que el conocimiento. La suerte de que alguno de esos súper profesores y burócratas no se fije en ti y te diga al oído “voy a joderte chaval”.
Esta mañana, he leído en la arena de Liencres un breve artículo del Diario Montañés sobre el escándalo de dibujo técnico. Para resumir, el examen tiene dos partes, y los que le han hecho (yo no, soy de biosanitarias) deben elegir una. En la primera un ejercicio tiene en su enunciado términos que no aparecen en el programa, por lo que muchos compañeros no sabían ni lo que te preguntaban. Te vas entonces a la segunda opción. El profesor de mi instituto ha tardado, a mano alzada, 75 minutos en hacer la primera pieza que se pedía en esa segunda opción. Los demás profesores por ahí. Pero el examen dura en total 90 minutos, y ese es un ejercicio de tres. No parece razonable que un alumno pueda hacer un problema en la mitad de tiempo que su profesor. Conclusión, hagas la opción que hagas tienes un problema perdido, tres puntos fuera. Pero el resto del examen no le va a la zaga.
Lo que no he entendido es porque el Diario se hace eco de este hecho, con un repetitivo relato sobre que los profesores han mandado cartas al coordinador y a los medios para denunciar el hecho. No entiendo porque ese interés en denunciar un hecho más de una cadena de sinvergüenzas que juegan con nosotros.
El Diario no dice que el examen de inglés, que hicimos el miércoles a las 11,30 estaba mal hecho, que debiamos contestar a una serie de preguntas de comprensión sobre un texto mal redactado y contradictorio, y me da igual que sea de un diario inglés. Solución, a mitad del examen, con alumnos ya fuera del aula, se aclara el error y nos mandan tachar un párrafo entero. Tampoco dice el Diario que hubo que corregir de viva voz erratas en el de mates, el jueves a las 12,30, en el que yo estaba, o que el viernes hubo quejas masivas por un examen de latín que incluía expresiones, parece ser, que no estaban en el programa, o que en el de lengua había errores sintácticos, o que en griego hubo que anular de palabra a medio examen, una pregunta de vocabulario por que incluía términos no presentes en programa, o que en economía un problema de balances financieros incluía una cuenta que no existe y la gente debía suponer a que se refería, o que a las 9,30 del miércoles, antes de empezar el examen de filosofía o historia, en algunas aulas, la mía por ejemplo, nos obligaron a pegar la pegatina de la asignatura en las hojas de examen, con lo que decides cual de las dos asignaturas vas a hacer, antes de entregarnos el examen, cuando por ley yo tengo derecho a recibir los dos exámenes y con ellos delante decidir por que asignatura me inclino.
Eso y mas ha ocurrido, este año, el anterior y el otro y el otro. Ahora los medios se hacen eco de un error, solo de uno. ¿Por qué?. Pues igual porque el profesor que puso el examen no tiene buena prensa en el gremio, o porque detrás hay una lucha de departamentos para controlar esa coordinación, o porque uno de los afectados es el hijo o hija de un profesor con influencias. Pero no por nosotros, a los que nos viene jodiendo hace años. Eso sin contar con que dentro de las aulas, en pleno examen, hay una verdadera tertulia. Los profesores hablando de las oposiciones, de los agravios de horas en su instituto o de sus vacaciones, los alumnos hablando del examen y sus soluciones y de vez en cuando el secretario del tribunal de cualquier cosa. En mi aula, en el examen de química, el viernes a las 12,30, el secretario entro seis veces, siempre hablando en alto, siempre para decir obviedades o tonterías y siempre para interrumpirnos. Fuera del aula la cosa no es mejor. Los profesores de instituto, los vocales, hablando a gritos en la puerta del aula, los de caminos y obras públicas voceando a la entrada de sus exámenes…
Todo cuanto os relato es cierto, pero solo es una parte, y en nada es nuevo. Para un alumno que vaya a derecho, no tiene importancia, si sacó un 5,70 en bachillerato, con un 4 aprueba. Los que necesitamos nota, sin embargo, debemos pelear para demostrar lo poco o mucho que sepamos, en una examen realizado en peores condiciones de equidad y sentido común, que cualquiera de los que tienes en cualquier curso de secundaria.
Ni siquiera, he podido comprobar, los tacos de exámenes entran en el aula precitados, si no abiertos, un ejemplo más de un sistema pleno de irregularidades, pues en el de historia / filosofia, los profesores de los institutos sabían según entraban el texto del ejercicio. ¿Y si un alumno aun no ha entrado?. Pues que le pueden decir que pregunta se va a encontrar. Esto es como cuando en una cafetería te traen la cocacola abierta. ¿Es original o la han rellenado por el camino?. Pues eso.
Luego viene la segunda parte. Hay centros por los que no van los vocales, cuando es su obligación, con lo que te sientes totalmente desamparada en medio de ese maremagnum, si surge un problema, asistes al lamentable espectáculo de un grupo de profesores discutiendo a voces, ante la mirada impávida y displicente de otro, al que le da igual lo que nos pase.
La corrección, según dicen los propios profesores, y nos cuentan en las tutorías, es un poema. Muchos correctores no asisten a las reuniones en las que se coordinan los programas entre la universidad y el bachillerato. Otros, siendo de bachiller, no dan clase en segundo, por lo que no saben nuestro nivel, ni nuestros programas. Otros ponen nota, pero no corrigen, con lo que no se sabe como reclamar, pues no sabes que error te ha penalizado.
Y la reclamación, otra guinda del pastel. El viernes he asistido, mientras esperaba para entrar en química, a una kafkiana conversación entre un miembro del tribunal y dos profesores de instituto. Profesor “y tu, ¿Qué nos recomiendas, hacemos reclamación en dibujo o pedimos doble corrección?. Miembro del tribunal, “Mira, la reclamación es una tontería, hay generalmente cientos de reclamaciones que se deben solventar en pocas horas, como tu comprenderás yo no puedo leerlas, y tampoco le voy a enmendar la plana a un compañero…. ¿Entonces?. Mi derecho a una calificación justa, ¿Dónde esta?. Así que el sistema de reclamaciones es solo una farsa, una manera de exponer a la sociedad, lo justa y progre que es.
Curioso mundo en que puedo abortar con 16, pedir una muerte digna con 16, pero no puedo ver mi examen (que no le puedo ver, solo el profe de mi instituto), ni obtener una calificación y revisión justas con 18.
Políticas de departamento, luchas intestinas en la organización de las pruebas, coordinadores que no las revisan ni las preparan con profesionalidad, dedicándose solo a cobrar una millonada por cuatro reuniones, y desidia, mucha desidia.
El resultado es un sistema injusto en el que los alumnos que se someten a pau más blandas entran en Cantabria por la puerta grande con notazas, mientras nosotros, los que vamos a las carreras de más exigencia, debemos buscarnos la vida por otras comunidades, o en otras carreras o módulos.
Los que viene detrás de mi no lo tienen mejor. Unas pau nuevas, con un reglamento que casi todo el mundo desconoce, donde la elección de asignaturas para la prueba especifica es el laberinto del fauno, y donde cada universidad va a poner sus medios de baremación, lo que hará al alumnado aun más débil y expugnable.
No entiendo como se puede ser cara dura y tan poco profesional. Como tampoco entiendo como nos dejamos robar todos los estudiantes, año tras año, y en silencio.

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