domingo, 11 de enero de 2009

Protocolos

De antemano digo que mi intención esta tarde es la de reflexionar sobre el fundamental y esencial asunto de la indumentaria de la ministra de defensa Carmen Chacon en la reciente Pascua militar. Y no se muy bien como meterle mano al asunto.
De entrada, que en un país donde pasan tantas cosas, le dediquemos tiempo a un conjunto de Purificación García, ya es un síntoma, y no bueno.

Y es que toda la fanfarria huele a tirantez con la prensa, que da la impresión de que el problema ha estado más en las tribunas de los periódicos (algunos sobre todo) que en la calle o en los despachos, por mucho que se nos quiera hacer ver que la situación ha provocado un serio malestar en la Casa Real. En todo caso, debe ser mutuo eso del malestar, por lo menos en lo que respecta a algunos ciudadanos, que nos sentimos también molestos por ciertos comportamientos de la primera familia española.
Cierto es que los militares son muy suyos para eso de la estética, y que la ministra, más por la maquillada que llevaba que por el traje, parecía más una señorita de Avignon (por decirlo en plan fino), que una ministra de defensa. Pero tampoco es que las muñecas de la familia real, con sus ampulosos trajes, bandas y coronas, y los caballeros civiles, con sus ostentosos trajes fueran una oda a la discreción. Todo, posiblemente sea una cuestión de referencias. Ver de gala a un hombre es fácil, ellos con una trajecito y una corbata ya están en situación de revista, pero nosotras, o te pones como un árbol de navidad o parece que llegas del súper y, claro, a los uniformados les choca, comprendamos que están acostumbrados a ver mujeres solo con el uniforme de limpiadoras (salvo en los últimos años). Posiblemente el problema se resolviera si aceptáramos que las mujeres somos distintas a los hombres, hasta en eso de ir de fiesta, y que en este caso es mujer la ministra, y no tio.
Con todo, y pese a la necesidad de relativizar las cosas y aceptar las diferencias de la gente, si que hay que admitir que aquí hay dos cosas, al menos, que no cuadran. Por un lado, visto el espectáculo a posteriori, cabria pensar de quien era el protagonismo del acto. Parece ser que la Pascua militar, una vieja tradición heredada de nuestra gloriosa recuperación de Menorca, es convocada por el rey en honor de su ejército (que ya es el nuestro), pero nadie ha recabado en el rey, en la tropa, en sus sacrificios o en la política internacional española. Ni siquiera en la nariz de Leticia. Solo en el maquillaje y el traje de Chacon. Dejando al margen que posiblemente, como dicen las malas lenguas, todo esto sea una operación meditada por el famoso Barroso (uno de los consejeros de Zapatero) para conseguir protagonismo, lo cierto es que Chacon ha sabido atraer sobre si todas las miradas, erigiéndose en protagonista del acto y, de paso, desviando la mirada de otros lugares o personas. Y no sabría muy bien decir cual era la intención, si atraer o distraer.
Pero como ciudadana en ciernes, para mi nada de lo que hasta aquí os he expuesto me parece más que una anécdota. Un divertimento en estos tiempos huérfanos de noticias serias. Lo serio es el protocolo, la norma, la forma, el envase, la ley. Quien convocó el acto y tiene pleno derecho para establecer las normas que le rigen, según es tradición, fue el rey, más que le pese a quien sea. Y esta señora, como corresponde a todo político/a debe dar ejemplo de acatamiento de la ley. Pues no. Resulta que quien debe dar cumplimento a la ley, la reinterpreta, quien debe dar ejemplo, hace de su capa un sayo, quien va de invitado, enmienda al anfitrión. A parte de manipular el acto en beneficio propio (por protagonismo), la pregunta es, ¿Qué pasaría si un ciudadano normal decide tunear la matricula de su coche, pagar una multa por otro procedimiento del establecido, cumplir un tramite administrativo fuera de plazo o acudir a su trabajo como funcionario con otro uniforme que no sea el reglamentario?. ¿Qué pasaría?. Pues que el paquete que le metían era de órdago. ¿Y que tenemos de distinto el resto de ciudadanos a la ministra?. Porque si ella reclama respeto a su hecho diferencial, los demás también podemos pedir respeto a nuestro “porque me da la gana”. Pero ya se sabe, como dice mi abuelo, no es lo mismo predicar que esparcir trigo. Que, igual que a España, es algo que sigo sin entender.

2 comentarios:

Papreiro dijo...

Soy de los que opina que la vestimenta de la Ministra no era el adecuado para ese acto, cosa que no quita para opinar que iba elegante y arreglada. Está claro que los hombres lo tienen más fácil con eso de la vestimenta: traje, corbata y todo arreglado. Pero es mas bonita una mujer con un vestido que cualquier hombre con un traje.
Si que hay noticias serias en nuestro país pero hay que sacar temas nuevos a la palestra para que la gente no se aburra. Y de eso, Pedro J. entiende un rato. Quizás le pidió consejo a su mujer sobre la vestimenta de la Ministra antes de sacarlo en portada. Y claro, todos conocemos el gusto de Agatha...
Un saludo Zina, que te vaya bonito

Mª Ángeles dijo...

A mí personalmente, no me gusto ese atuendo hombruno, ya que la situación exigía otro tipo de vestimenta para ella. Pero me da igual; en estas circunstancias pienso que hay que estar en sintonía con el acto; cuestión de protocolo, más que de preferencias personales.
Por otra parte, sigo diciendo que si los socialistas pregonan austeridad, que se vistan con trajes normales, no de firma (que son exclusivos de la derecha) Y por otra parte, si quieren igualdad dentro de su gobierno, lo que tiene que hacer es vestirse de uniforme, como los soldados.

En cualquier caso, a mi parecer, lo que tiene que hacer es su trabajo, la forma en la que vaya vestida es lo de menos, aunque un buen espejo, un estilista y unas cuantas clases de protocolo no le vendrían mal.
Saludos

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