Casi seis
millones de euros. Esa es la partida presupuestaria determinada por el gobierno
catalán y acordada entre DC, ERC y CUP para satisfacer las necesidades de
realización referéndum previsto para noviembre y en el que se consultará al
pueblo catalán sobre su futuro. Nunca mejor dicho. Y todo ello al tiempo que el
mismo gobierno aprueba poner en marcha una cascada de tasas y nuevos impuestos
para tapar la desbocada hemorragia que sufre el erario de esa comunidad.
Y es que
cuando un administrador de las cosas de todos, un político, fracasa en sus obligaciones (algo
desgraciadamente usual en nuestros días) no hay nada como salirse por la
tangente. Aunque ello signifique poner una navaja en el cuello de sus
conciudadanos, o en la garganta propia.
La
situación creada por el pulso entre el gobierno catalán y el gobierno central
español (que no entre catalanes y españoles, si es que hay diferencia entre
estos) es un ejemplo del fracaso de uno de los rasgos más escasos en nuestros
tiempos, la capacidad de dialogar y acordar.
Hasta ahora
nos habíamos acostumbrado al dialogo de besugos de la UE , en la que los gobernantes
hablan y hablan sin llegar nunca a ninguna parte, mientras los pueblos se
hunden en el fango del paro y la miseria para pagar las cenas de los que
deberían resolver sus problemas y no lo hacen. Pero lo de Cataluña es un paso
más, o tres si cabe.
El primero,
romper las reglas y desobedecer la ley cuando a uno no le conviene, que eso
pretende Arthur Mas y sus apostoles. El segundo hacer dejación de las
responsabilidades inherentes al gobernante. Eso ha hecho Rajoy hasta ahora, oír
con cara estoica, para luego decir “No, no y no”. Y se acabo la discusión.
Luego, amenazas veladas sobre la expulsión de la UE , negociaciones en la trastienda de unos y
otros para recabar apoyos y rechazos del “adversario”.
No estaría
de más recordar como el gobierno republicano de Azaña afrontó el intento
secesionista de Macia en 1931, y como recondujo la situación hasta convertir la
independencia catalana en la autonomía del estatuto de Nuria, y sin violencia,
y hablando cara a cara, no a través de la prensa. Como podríamos recordar la
firmeza de Suárez en la época de Tarradellas, en la primera transición, o el
manejo de González y Pujol en los años 80.
Y tercero
dar ejemplo de incongruencia. El PP no quería el actual sistema de financiación
autonómico, y ahora le defiende. Y CiU si le voto, y ahora le repudia. ¿O hay
algo más?
Incapacidades
aparte, hay muchas cosas más. La clase política catalana se encuentra
desbordada por un caos financiero cuya hondura no acertamos muy bien a conocer.
Una crisis que obligara, si Dios no lo remedia, a hacer trizas al estado del
bienestar en esa comunidad. Y nadie se atreve a asumir responsabilidades. DC
porque cuando el agujero se hizo gobernaba muchas diputaciones y alcaldías, y
PSC, ERC e IU porque controlaban el gobierno regional, quemando dinero sin
conocimiento. Resucitar ahora las viejas reivindicaciones nacionales, y agitar
al viento un trapo de colores, ahora, cuando las cosas se ponen feas, parece la
única salida, aunque sea imposible. Todos saben que Cataluña no podrá
sobrevivir sin España y sin la UE ,
y que los costes de crear un nuevo estado y cargar con aranceles son
inasumibles. Eso sin tener en cuenta que el artículo 4.2 del Tratado de la Unión hace imposible admitir
un estado surgido de la escisión no deseada de un miembro. Eso sin contar con
que el PP agitará a todos los gobiernos de la internacional conservadora contra
Mas. Eso sin contar con que la UE
no puede abrir la puerta a un separatismo en cadena que multiplique sus
miembros y la convierta en una multitud de mini estados ingobernable.
Pero dicho
todo eso hay algo que no debemos olvidar y que le debemos a Cataluña, y también
al País Vasco. En su momento, tras la muerte de Franco y el fin de su
dictadura, los padres de la patria crearon, a través de nuestra actual
constitución, una estructura de estado provisional, pactada, tendente a aliviar
las tensiones de aquel momento, pero reconozcámoslo, provisional.
El actual
sistema autonómico que rige España no solo es financieramente inviable y, junto
a grandes logros, un pozo de corrupción y dispendio, es además una estructura
injusta. No tiene sentido, a la luz de la historia de nuestro país, que
establezcamos, en pie de igualdad, la capacidad de autogobierno de Canarias
(pese a su insularidad), la de Andalucía y la de Cataluña.
No tiene
sentido que radicando uno de nuestros mayores conflictos históricos en la
existencia de diversas identidades nacionales, no hayamos dado ya los pasos
para crear un estado federal moderno y estable.
No tiene
sentido que aceptemos el concierto económico en algunas comunidades (la vasca y
la Navarra ) y
no en otras.
Y no tiene
sentido que (menos Aznar que lo intento) admitamos que el sistema de
financiación autonómica sea revisable de manera quinquenal y ahora que toca su
reformulación (en 2013) nos rasguemos las vestiduras porque uno de los
afectados pide que en esa revisión se tomen en cuenta sus intereses.
Quizá
alguien debería ir al cárcel por llevar a la ruina a un pueblo, pero también
quizá alguien debería recordar que gobernar es escuchar, y pactar y resolver
problemas, no crearlos, y mucho menos taparlos.
Esperemos
que Soraya, nuestra última esperanza, sea capaz de tender puentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario