“Entendamos,
eso si, que el nombre es inventado, pero su historia y sus sombras no. La conocí en secundaria, esos tiempos en los que la vagancia y el relajo eran
las asignaturas principales. Maribel era una niña de corazón muy grande, y
familia muy raquítica. Guapa, llamativa, simpática y siempre a su aire. La estrella de la mitad masculina de cualquier aula y un centro de atención más grande que cualquier profesor o materia.
El tiempo,
que no cunde tanto, no dio de sí para tanto como Maribel deseaba hacer, así que, puestos a escoger, la elección del claustro fue seguir viéndola, un año más, en el mismo sitio. La he perdido la
pista hasta que su nombre volvió a correr de boca en boca esta semana, hasta
llegar ante mis ojos. Todo ocurrió en su hora de tutoría, según dice el
susurrar del pasillo. Ese tiempo perdido, ese Shangri-La del horario, por el que no pasa el tiempo, ni
el interés, ni nada.
Poneros en
situación. Más que terciada la semana, más que acabada la mañana, y más que
finita la paciencia del tutor/a de turno y la del evangelista del día. Un
monitor de no se que asociación, que platica de no se que tema, con no se sabe
que objeto. Entre el calor de la sala y el tedio de la prédica, el infortunado
comandante del acto se fija en Maribel (como para no). Quizá por su cara
angelical, o quizá para detener el contoneo insinuante que me imagino que estaría
desplegando, lanzada cual Bruni a enamorar hasta a las fotos del calendario de
pared.
“Pongamos
un ejemplo, tu, la de la camiseta amarilla de tirantes, ¿Qué quieres ser de
mayor?” (de mayor dice, por Dios, si de eso ejerce hace años). ”Puta. Yo de
mayor voy a ser puta. De las de lujo, claro. Samy (Samuel, su novio) será mi
socio. Con el primer dinero que saquemos me voy a operar de …”. “¿Pero tu eres
tonta niña?”. Esa última frase es del tutor/a, mientras echa espumarajos por la
boca, en medio del delirio y el caos hilarante
de la parroquia.
La
sinceridad de Maribel no tiene precio, lo gilipoyas que son algunas puestas a
impactar tampoco. Para todo lo demás la respuesta es obvia. España es el país
de lo fácil, y ella es española. De pura cepa.
Y es que en
el país en el que “GH”, normal o vip rompe los share a piqueta, 400.000 mujeres
pasan por los quirófanos de estética cada año, en un 84% de los casos (según la
asociación medica del ramo), por motivos ornamentales, no sanitarios. Y ya se
que es difícil distinguir una reconstrucción por puro placer, de aquella que
tiene añadida una necesidad física y psicológica. Pero tantos defectos no
podemos tener.
Maribel en
eso solo es una muestra más de una identidad social cada vez más arraigada. El
hedonismo elevado a los altares, el placer inmediato, la vida fácil (o eso se
creen los que opinan prostituirse es un placer), el vivir sin
esfuerzo, el languidecer sin tacha.
Tampoco
vamos a volver ahora sobre la economía del ladrillo, la “jartá” de especuladores
que viven a costa nuestra o de los políticos rendidos al trapicheo y los anuncios de
teletienda que te prometen adelgazar sin esfuerzo y sin sudor. Pero es así, esa
es la forma en que somos educados mediante el preceptivo bombardeo diario de
imágenes de hombres trajeados y mujeres operadas que miran a los curritos con
aire de desprecio mientras se escapa de sus labios un “mira que eres pringao”.
Lo veo claro cada vez que veo un partido de fútbol en la tele (porque no hay nada peor que ver). Es un retrato de nuestro país. Equipos que se han construido a largo plazo, que han invertido en cantera, que han sido fieles a su estilo, y no a las circunstancias. Frente a ellos plantillas construidas desde la improvisación, la búsqueda
del éxito rápido, el desprecio a la inversión en forma de cantera y la
especulación más descarada, en la que un grupo de golfos se han forrado
fichando a un grupo de gorrillas que ni siquiera son convocados o a grandes estrellas que no podrán gastar su sueldo ni en tres vidas y aun así, venden avaricia en forma de fraude fiscal.
Se puede
reprochar a Maribel su falta de compostura, sus ganas de reventar tamaño tostón
como son las chapas de tutoría, o su ignorante inocencia. Pero el desprecio, la
burla y la ira debemos guardarla para quienes hacen de nosotros los extras de
un matrix construido en una ficción de vida, en la que se nos enseña desde una
pantalla de cristal, que lo más fácil es crecer dejándonos humillar y faltando
a todo principio.
Y eso se ha
creído Maribel. Si se deja dominar, someter y redecorar, será feliz, conseguirá
dinero sin mérito y sin ser útil, pero la querrán, como a la calefacción en invierno.
Alguien
debería tachar del universo todo eso que nos hace esclavos y nos impide vivir
con autoridad nuestras vidas.
Mientras
tanto, Maribel seguirá como Lucky Lucke, cabalgando solo con su valentía.”
Imagen
litcet.org
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