jueves, 15 de diciembre de 2016

Alma de blues



Hace unos años “Both sides of the gun” , un disco doble mágico y sureño me descubrió, en un viaje, a un gran músico llamado Ben Harper, un californiano tocado por una sensibilidad que le transporta intermitentemente a la locura.

Aquel disco le trajo a España pero, mal hadada fortuna, caminó lejos de mi alcance y toda su alma quedó, para mí, reducida a un vinilo.
Tras un recorrido largo por el mundo, el cansancio y el hastió le condujo a Paris. Y allí, apenado entre la lluvia fina del Sena, y rodeado de sus músicos, The Inocent Criminals, creo Lifeline, un disco entristecido. Harper buscaba en ese disco el sabor de lo inmediato, la renuncia al artificio, el brotar de la pena, nacida de un mundo cada vez más turbio.

No fue casualidad escoger el estudio Gang, su estudio de antaño, ni grabar en formato analógico de dieciséis pistas, ni renunciar al uso de ordenadores ni de softwares tipo protools, que corrigen o minimizan cada fallo, cada paso en falso, tupiendo de frialdad maquinal la música, como la vida. Un disco directo que arrancaba con un verso desgarrado “Fool for a lonesome train", dejar las cosas atrás, las verdades y las mentiras".
Atado a su libreta Moleskin, en la que graba en tinta sus miradas, Harper ha atravesado la tierra mientras perdía vitalidad, mientras se llenaba de tristeza, esa que un surfero loco como él atesora a medida que deja de entender a un mundo empobrecido por rencillas y egoísmos, donde se destruye la tierra, se quema la vida, se mata a hambre a países enteros o se subcontrata la represión a los refugiados.
Harper escribió hace tiempo que “cuando se rompe una promesa, se rompe un sueño”. Cuando un gobierno, que se dice democrático, decide en contra de lo que su pueblo quiere, se rompe el futuro de un pueblo.
Y eso ha pasado con Europa cuando ha vendido el alma de miles de refugiados al carcelero turco, como ya pasó hace tiempo en esas miles de dictaduras bananeras que desollan África, América y Asia, desde tiempos imposibles ya de recordar.
Ahora ha recalado en Brisbane y seguimos viendo la tristeza de un músico, vemos la agonía de una especie.


Imagen berharper.com

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