Hace tres
noches, mientras abrazaba a su hijo de un año, Ashti despedía a Adar, su
marido, un joven kurdo de 18 años, enrolado en el norte de Irak en una de las
brigadas de peshmergas que combaten al ISIS en esa difusa frontera del norte de
Mesopotamia donde encontrar a tu enemigo no es difícil, por que lo son todos.
Luce
orgulloso en su hombro el águila de poderosas alas desplegadas y la estrella
sobre su cabeza. Adar es cristiano caldeo, una minoría respetada entre el
pueblo irakí. Vive fuera del Kurdistán, el territorio autónomo en el que más de
cuatro millones de kurdos han logrado reconstruir su vida después de siglos de
persecuciones y matanzas. Adar sabe que su esfuerzo servirá para acabar con el
ISIS y, quizá, así lograr la caridad de Occidente en forma de una tierra segura
donde vivir en paz, al fin.
Hace un mes
aviones norteamericanos lanzaron en su zona montañosa armas y municiones. Desde
entonces la aviación francesa y la americana machacan las líneas yihadistas.
Hoy ha llegado su hora. Varias brigadas atacan los flancos de Mosul, la gran
ciudad kurda en poder del ISIS, mientras otros compañeros combaten en el norte
de Siria.
Su brigada
se pone en marcha para contactar con un grupo de milicianos yazidies, otro
pueblo sin patria masacrado sin compasión por los yihadistas. Ambos son parte
de una humanidad olvidada de la que nadie nunca dirá “Je suis kurdo”.
Cae la
tarde en el poblado de Sihok, cerca de la frontera kurda. Un hombre mayor se
acerca a Ashti para decirla que su marido no va a volver. Aviones turcos
escoltados por cazas americanos y franceses han bombardeado varios campamentos
kurdos, cerca de la frontera con el califato. Han destruido parte del material
de guerra que les envió Occidente y matado a decenas de milicianos. En el
complejo damero de Oriente Medio, Turquía no quiere un pueblo kurdo fuerte que
pueda, algún día, reclamar sus tierras en Turquía. Así que, de vez en cuando,
sangra a los peshmergas o represalia supuestos atentados del kurdo PKK. Y
Occidente calla, Turquía es su principal aliado en esa zona del mundo.
En el otro
extremo del mapa, aviones rusos han barrido las posiciones del ejército sirio
libre que lucha contra el ISIS y contra el tirano Al Assad.
Está casi
amaneciendo en una lejana base pakistaní de Al Qaeda, sus comandantes celebran
que un nuevo fanático a hecho temblar Europa, tiñendo Berlín de sangre y el resto
de continente del color del miedo, al tiempo que los occidentales han hecho lo
mismo con sus enemigos.
Va a ser
difícil encontrar palabras de consuelo para las víctimas de Berlín. Va a ser
imposible encontrarlas para la viuda de Adar.
Imagen AFP
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