Como quizá
sepáis, un hombre se ha suicidado esta semana en Castellón, en el instante
anterior a que le quitaran su casa. Ha sido dos días antes de que Carlos y
María (y sus hijos), fueran echados de su casa cerca de Coruña, por el impago
de una deuda con un prestamista, en el último intento por salvar su casa. Tres
días antes de que dos ancianos, Berta y José Manuel fueran engañados por otro
prestamista. Cuatro días antes de que …
Aunque
quizás no lo sepáis, el drama de los desahucio es tan cotidiano que ya no es
noticia, y, además, nuestra atención esta presa de otros asuntos más atractivos,
que casi siempre anidan en Ferraz, en la Audiencia Nacional
o en Cuba. Además, la noticia es otra, el sector inmobiliario se recupera, así
que las historias de quien le habitan van a quedar presas en el olvido de sus
paredes.
Es cierto
que los humanos resultamos extremadamente sensibles ante estímulos emotivos, y poco
ante los racionales y que la reiteración de lo emocional resulta cansino. Pero
esto es demasiado. En el último año se han producido 5 muertes atribuidas, por
los juzgados, a procesos de desahucios, suicidios, para entendernos. Desde el
comienzo de la crisis han sido desalojadas de sus casas 428.856 familias, al
menos hasta el 30 de agosto.
De esas
casas donde los bancos y cajas han desalojado a sus familias, el 87%, según
fomento, permanecen vacías, son bienes económica y socialmente estériles. Un
72% de esas viviendas desalojadas, según contaba televisión español hace un mes,
han pasado a manos de unas entidades financieras que las han abandonado (las
entidades no afrontan sus gastos de comunidad, ni realizan mantenimiento ni velan
por su seguridad) provocando serios problemas a las familias vecinas. Y así una
larga y abrumadora lista de datos, con cientos de denuncias, procesos
judiciales, reportajes periodísticos, iniciativas de algunos partidos, petición
de piedad por la iglesia y hasta la advertencia de la Unión Europea sobre
que la situación española es inasumible y dudosa, jurídicamente hablando.
Una
situación esta de los desahucios que es una muestra más del caos inmobiliario
que ha vivido el país en los últimos años. Una muestra del caos político que
padecemos, no solo por la corrupción que ha provocado, en parte, esta
situación, sino porque esta nos demuestra la falta de profesionalidad,
sensibilidad e interés social de la clase política (en términos generales),
financiera y sindical.
Quienes nos
gobiernan lo hacen en nuestro beneficio, o eso suponemos. Y para más INRI, son
quienes, en términos generales, han dirigido las politizadas cajas
españolas hasta las que llegaron los
dedos de partidos e instituciones, de la misma manera que han dirigido las
instituciones de supervisión.
Por no
hacer, ni siquiera tuvieron a bien revisar una ley hipotecaria pensada para
otros tiempos, donde el mercado estaba menos universalizado, la valoración de
los activos sufría una constante revisión al alza y los ingresos de la
población eran más constantes.
Hace meses,
ante el horror de un dramático suicidio en Baracaldo, se prometió, deprisa y
corriendo, una revisión de la ley que, sabiendo como se las gastan los
gobernantes, prometía traer, en su precipitación, nuevos problemas. Pero no, no
se han producido más problemas, solo los mismos.
Es cierto
que el problema hipotecario y el del mercado de alquiler, que está asociado, es
muy complejo. Miles de familias han perdido su casa, adquirida de buena fe,
pero con poco conocimiento. Otras han sufrido cláusulas y condiciones abusivas
en la concesión de sus casas. Algunos hipotecados han tenido problemas con el
idioma, no subsanados en el momento de la firma del contrato por notarios con
pocos escrúpulos. Hay casos de desahucio en segunda vivienda. Casos de
alzamiento de bienes. Por haber, y de eso sabemos en Santander, hay desahucios
realizados por la administración para realizar en esos solares obras inútiles
pero que dejan en la calle a gente de mucha edad. Incluso, os lo comentábamos
hace algunas semanas en eolapaz, hay desahucios de madres realizados por sus
hijos. En fin, toda una cultura del expolio.
No, no
hablamos de una reforma sencilla. Legislar con la foto del drama semanal en una
mano y el corazón en la otra no es una solución duradera. Pero queda bonito.
Además si
fuera fácil nos tendríamos que preguntar porque no se había solucionado antes.
Ahora nos encontramos ante problemas no solo económicos. Tres casos, en las
últimas semanas, han descubierto la realidad de matrimonios en los que el
acuciante problema de la pérdida del hogar no era conocido por uno de los
conyuges, a quien se lo ocultaba el otro. La estigmatización social y la
vergüenza personal han llegado hasta el extremo de ocultar un signo de tu
fracaso como persona, perder hasta tu casa.
Urge una
paralización inmediata de los proceso de desahucio (que siguen produciéndose).
Y ello ante la evidencia de que miles de familias se encuentran en una
situación de indefensión. Lo cual sumado
a la falta de ingresos y trabajo de muchos ciudadanos, puede alentar una
explosión de violencia social que no podremos controlar, y donde ya hemos visto
motines hasta de los bomberos.
Llegados a
esta situación, la pelota esta en el alero del gobierno. Él es el que envía a
la policía para apoyar a las comisiones de desahucio, en una imagen lamentable
en la que decenas de antidisturbios apalean a familias y vecinos desarmados
para lanzarles de su casa. Una desproporción de fuerza y un alarde de autoridad
impropia en una democracia, máxime cuando los bancos que promueven esas
ejecuciones hipotecarias son nuestros. O están nacionalizados o se mantienen
con dinero de nuestros impuestos.
Una
situación inverosímil que demuestra la escala de valores de nuestros
gobernantes y diputados, en un país donde se ha alentado la cultura de la
compra de bienes raíces, las facilidades para comprarlos y la escasa
supervisión de la manera en que actúa el prestamista.
Necesitamos,
al tiempo, una reforma financiera que no solo regule la manera en que las
entidades se sanean (esto es, que todos perdonamos, como ya hemos hecho con los
equipos de fútbol, sus errores, delitos y faltas, regalándoles nuestro dinero,
para cubrir el hueco del que nos han llevado primero) sino que regule las
prácticas comerciales, la profesionalidad de sus gestores, la no intromisión de
los políticos en ellas y el seguimiento escrupuloso de un código ético
obligatorio, no voluntario como en la actual propuesta Guindos.
Pero una
nueva ley hipotecaria, un cambio cultural, una medida urgente para proteger a
los más débiles y hasta una reforma integral del sistema financiero no deben
obviar otra evidencia. Aquí hay responsabilidades muy graves. Y si no se piden
la situación se repetirá, porque habremos enviado el mensaje de que todo vale
si eres más fuerte o tienes amigos poderosos. Un ejemplo es el lamentable
desfile de altos cargos de cajas que estos días pisan los juzgados,
argumentando que ellos no sabían, ellos no estaban preparados para gestionar,
ellos eran unos mandados pero ellos cobraban.
Recordar
que no hablamos de un problema concreto,
de un drama televisivo sino del drama de muchos, y de la responsabilidad de
todos.
Imagen
lamarina.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario