sábado, 25 de noviembre de 2017

Cosas de crios



Todos entendemos en estos días que la violencia y la violación de los derechos de una persona eran transgresiones absolutas, abyectas y rechazables en todo tipo de circunstancia o proveniente de todo tipo de personas. Incluso todos entendemos que podían existir, ante ese hecho tan despreciable, agravantes que lo hicieran aun más repugnante.
Pero no siempre ha sido así, y tampoco hay que remontarse mucho. En ocasiones, eso de que maltratar a una mujer es malo, depende, que hay eximentes y que, por ejemplo, si la persona maltratada es una menor, no pasa nada, porque, según la audiencia de Santander en el año 2009, en esas edades no hay relaciones estables, sino simples ensayos, y ya se sabe, en los entrenamientos puede haber golpes sin importancia, como en el fútbol. Y a esas edades no hay proyecto de futuro, como mucho un ligue.

La firmante de esta hazaña de la jurisprudencia fue Paz Aldecoa, juez ponente de esta sentencia en el juzgado de lo penal numero 2 de Santander, que sancionó en su día con 60 euros y seis meses de alejamiento a J. M. G. L., un angelito que se dedicó a amenazar, coaccionar y acariciar a una vecina. Pero nada más, violencia de género no hubo.

La juez y sus compañeros de toga basaron su decisión en el artículo 173 del Código Penal, que es el que define y delimita el delito de violencia de género, y que se aplica a todo hombre (es un decir, porque poco hombre se puede ser si se maltrata a una mujer) que comete delito sobre "quien sea o haya sido su esposa o mujer que esté o haya estado ligada a él por una análoga relación de afectividad aun sin convivencia". Y aquí esta el quid de la cuestión, en la interpretación de la frase "análoga relación de afectividad".

Una de las virtudes de los jueces no es su capacidad para acumular conocimientos y leyes, sino su sabiduría, su capacidad para interpretar las situaciones, para aplicar el espíritu de la ley, la intención última de la sociedad y sus representantes para solucionar un problema cuyos múltiples aspectos, es evidente, no se pueden reflejar en la letra de la ley.

Ya sabemos que toda mujer debe ser protegida, pero quizá, solo quizá, unas más que otras. Y uno de esos grupos de mayor riesgo es el de las más jóvenes. Porque una chica de 16 tiene menos capacidad de discernimiento y más de atontamiento que una mujer de 40, y porque en esos años, y yo creo que aquí esta la clave, es donde se crean los pilares de las relaciones sociales posteriores, los cimientos de los comportamientos, que como el caso del fulano este, deben erradicarse como mala hierba desde el principio.
Pues no, para algunos jueces los protagonistas de nuestra historia no estaban juntos para constituir una pareja estable, cosa que se puede entender entre adultos, pero no en gente escolarizada. Así que si una chica es mayor y te acercas a ella para casarte de blanco, ni la toques, pero como lleve mochila …, total, en el futuro no la querías “pa na”, que más da. No eran pareja, no existía ese formalismo, era un simple enamoramiento pasajero, así que las amenazas y vejaciones tampoco debían ir en serio.

No se si ley dejó un cabo suelto muy gordo, o algunos jueces son incapaces de comprender la trascendencia de una decisión que abre la veda a una actitud de desprecio a la mujer, desde los inicios de toda relación social. Fijaros que en este caso estamos hablando de una niña de 13 años, que comienza a salir con un tío con el que luego corta, y como este no quiere, y entiende, cosa que los jueces no, que ella es su posesión, reclama el derecho de pernada. La intimida en el centro donde estudia, la grita e insulta en público, amenaza a sus amigos, la roba el móvil, la tira al suelo y la arrastra por la calzada. Pero como era un tonteo entre chavales, como el no había pedido su mano todavía...
Somos lo que interese. Un ejemplo es Dinamarca donde la organización no gubernamental Born og Unge I Voldsramte familier, que se dedica a la defensa de los derechos de mujeres menores de edad ha denunciado la venta de un video juego denominado Hitthebitch (pega a la zorra), una de cuyas propuestas es dar de bofetadas a una adolescente atractiva, hasta que la tires al suelo o la hagas sangrar, mientras, claro la insultas. El papel de ella es provocarte empinándote el tercer dedo y, claro, el tío que va a hacer, sacar su lado masculino y liarse a palos con ella.

Gracias a nuestra audiencia, los jóvenes de Santander ya no necesitan pagar una pasta para comprar el juego, o jugársela con la SGAE bajándole de internet, puedes abofetear a tu novia en Cañadio, que no pasa nada, cosa de crios.

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